Los compañeros de Leger no recibieron entierro alguno. Él no pudo evitar sentirse culpable por ello. Él los había reclutado, y traído a Millage como ovejas al matadero.
No podía dejar de mirar el dinero en su mano destinado a Samantha. Era dinero con sangre. Era dinero de sangre.
— Te preocupas demasiado, Leger.
Observó a la muchacha de cabellos dorados que estaba ya en el Subterráneo junto a él. Su espada lucía orgullosa en el costado de su cadera. Había una dulce sonrisa en sus labios rosados. La capucha de su capa negra estaba en su espalda.
— ¿No lo ves? Yo los traje. Yo los maté.— escuchó un divertido sonido de su parte. La observó.
— ¡Ah! Lo siento. Es solo que, de hecho los maté yo. Y ¿Sabes? Creo que merezco crédito. Pateaban como los mil demonios, me lastimaron las costillas y el ojo.
Leger no pudo evitar notar el rasguño debajo de su ojo, y el ligero color morado que había tomado.
— Espero que mejores.— Samantha se encogió de hombros, con un gesto despreocupado y miró hacía otro lado.
— Si, ¿Que tal si terminamos con esto, y me das lo que necesito?
— Debe ser fácil decirlo. Ahora, en Millage te dedicas a esto, ¡Yo me dedicaba a estar en la oficina! No creo que entiendas jamás. Eres una asesina.— dejó el saco de monedas de oro sobre la mesa en el compartimento de madera. Se levantó. Apenas pasó de ella, escuchó su voz detrás de él.
— Claro que entiendo. Me sentí así cuando yo maté directamente a los Detectores que atacaban aldeas pequeñas en el bosque. No lo niego, eran personas crueles y desalmados, no merecían ninguna piedad, y en el momento me sentí bien cortando sus gargantas. Le habían hecho daño a gente inocente, no podía ser más justo. Pero cuándo terminé, en los cinco días que tardamos en volver estuve distante. Pensé en lo que había hecho. Había quitado vidas y oportunidades para cambiar, aquél día. Le había quitado sus padres a niños en la ciudad que no merecían quedar sin padre. Había quitado oportunidades de cambiar, aunque no era seguro que lo hicieran. Había dejado viudas que jamás sabrían lo que les había ocurrido. Nadie jamás sabría que les pasó a sus cuerpos. Ni siquiera yo lo sé. Pero no lo hice porque quisiera. Lo hice por mi libertad. Para dar el primer paso para llegar a ella. Y esto.— señaló su ropa de batalla y el dinero.—. Esto es el segundo paso. No soy libre aún, porque aún soy propiedad de Lothar. Lamento que te sientas así, Leger, pero a veces hay cosas, que debemos hacer no porque son correctas. Los sentimientos pueden nublar nuestro juicio algunas veces. Y temo que en mi posición, no puedo dejar que eso suceda.
Leger la observó un momento. Tenía mucho que procesar, y muchas preguntas que formulaban más en su mente. Su lengua no se detuvo de preguntar.
— ¿No eres libre?
— No.
— ¿Por qué?— entonces Samantha lo notó. Él no había estado en la Competencia Anual de Libertad. ¿Cómo podía ser que estuviera libre por las calles, sin un maestro y trabajando?
— La Competencia Anual de Libertad. Supongo que no fuiste incluido debido a que llegaste cuando finalizó. Pero yo sí concursé. Lothar fue el único maestro que me quiso entrenar. Lothar me cobra todo mi entrenamiento, y mientras le pague, soy de su propiedad aún. No soy más propiedad de Millage, pero de Lothar sí.
— Por eso es el segundo paso a tu Libertad.
— Correcto. En fin, espero verte pronto en el restaurante con Nael. Hasta entonces, Leger Finn. Recuerda— le guiñó un ojo.—, si alguien quiere un trabajo. Di el nombre de Aeryn Novak.
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Millage © [ATLM #1]
FantasyDespués de su detección, Samantha despierta en el bosque, sin saber qué será de ella ahora. Pues para un sobrenatural, las cosas sólo pueden ir en picada una vez que escapan. En Millage, ella encontrará una oportunidad de vivir sin persecusión. Pero...