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Lastrad me llevo hacia mi hermano. Me subí a un carruaje y las lágrimas comenzaron a surcar mis mejillas. Estaba angustiada y asustada. Quería estar con Enola. Y aunque me molestara aceptarlo, quería estar con Tewkesbury.

-Tal vez yo no te agrade, tal ves creas que soy injusto. Pero hasta tu madre tuvo pareja. Hasta tu adorada madre se desposó- Dijo.
-¿Y que si yo no quiero?- Pregunte elevando la voz.
-Solo quiero que tu y tu hermana sean felices.
-No, eso no es cierto. Tu quieres ser feliz, y quieres obligarme a desposarme para mantener una reputación.
-Ya dañaste mucho mi reputación, tu, Enola y nuestro hermano errante.
-Ya déjame bajar del carruaje, si alguien pregunta negaré nuestro parentesco, y lo haré con mucho gusto- Dije hablando entre dientes.
-¡Yo soy tu tutor! ¡Debes obedecerme!- Me gritó apuntándome con el dedo. Mis lágrimas se hicieron más intensas y mi llanto se desgarró- Ahora dámelo- Supuse que se refería al dinero así que le di la porción que yo tenía ya que la otra la tenía Enola.

Llegamos a la academia y no dije palabra en todo el viaje, fue horrible. Llegue y tenía mucha hambre más la señora Harrison no me permitió comer con la excusa de que necesitaba perder peso. La miré indignada y me entregaron mi uniforme. Estaba furiosa. Angustiada.

-El apellido Holmes es muy reconocido en nuestro país, es por eso que aquí te educaremos para que cargues tu apellido con orgullo- Dijo la señorita Harrison. Vieja malhumorada, debe estar así porque no consiguió esposo- Haremos que la próxima vez que te vean tus hermanos, se muestren orgullosos de ti- Me palmeo la cabeza y salió de su oficina.
-Vieja hipócrita, se cree que voy a hacer algo por mis hermanos. ¡Ja! No me conoce.

Llegue a mi habitación. Era solitaria, aburrida. Extrañaba mucho a Enola. Demasiado. Me quede ordenando mis pocas pertenecías como vestidos, algunos accesorios y demás. Tome algunos de los periódicos que tenía escondidos en mi corsé y comencé a leerlos. No había nada, ni un solo mensaje. Ni un indicio. Nada.

[•••]

Habían pasado dos semanas de que llegué aquí. Horrible. Si tuviera que describir estas semanas en una palabra sería esa. Horrible. Pavoroso. Espantoso. Angustiante. Estresante. Irritante. Indignante. Bueno, hay más de una después de todo.

Las niñas se burlaban de mi. Me molestaban por mis curvas. Me molestaban por cómo comía. Por mi forma de bordar. Por mis modales. Por mi forma de hablar. No había nada por lo que no me molestaran. Y era entendible. Molesto, pero entendible. Yo era diferente. Gustos diferentes, costumbres diferentes, ideas diferentes. Metas diferentes.

Mi habitación estaba repleta de hojas con planes para escapar. Estaba en un primer piso por lo que podría irme por la ventana. Esta tenía seguro. Podría irme por la puerta sin que me vieran. La cerraban con llave. Podría pedir una audiencia con mis hermanos, simular haber aprendido algo frente a ellos, mostrarme como una mujer con mucho porte y luego que me sacaran de aquí. Tampoco podía, sería difícil que Mycroft se lo crea. Tal vez mi destino hable de esto, casarme, ser una mujer hecha y derecha. Decepcionando a mi madre. Estaba decepcionándola.

Pero ¿Por que? Yo no la estoy decepcionando. Esto es su culpa. Su culpa. No es mía. No es de Mycroft. No es ni de Enola ni de Sherlock. Es de mi madre. Ella me abandonó. Nos abandonó. Permitió que esto pasara. No hizo nada para evitarlo. Podría estar muerta y ella no lo sabría. Ahora estaba furiosa. Angustiada. Pero no, era absurdo. Ella lo hizo por algo. Por nosotras. Ella nos quería.

Me encontraba rumbo a mi habitación con la señorita Harrison. Había hecho un desastre en el comedor porque dos niñas me habían molestado. Las mismas dos niñas que me molestaban siempre.

No siempre debes estar sola (Tewkesbury y tu)[TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora