Lo primero que sentí cuando terminé de espabilar, fue un miedo terrible. Si mis padres me encontraron, entonces habían leído la carta, y si lo hicieron, ya sabían sobre mi secreto. Estaba aterrado, angustiado, me sentía invadido aunque yo mismo fui quien plasmó cada palabra en esa carta. No quería que ellos lo supieran, no quería sentir esa mirada de reproche y desaprobación sobre mí otra vez, porque eso me hacía daño.
Mi madre entró a la habitación y no dijo una sola palabra. De hecho, durante toda mi estadía en el hospital, apenas me habló para preguntarme cómo me sentía o si necesitaba algo. Yo no sabía si sentirme aliviado o asustado. Mi madre era como una bomba que estaba a punto de estallar en todo momento, y eso me provocaba una ansiedad horrible.
Cuando salí del hospital, mis padres quisieron llevarme a la iglesia. Lo último que necesitaba escuchar era que un pastor me dijera que lo que me pasaba era producto de una posesión demoníaca, pero así fue. Tuve que soportar que un montón de gente pusiera las manos sobre mí y le pidieran a Dios a los gritos que me quitaran al demonio de la homosexualidad. Yo solo pensaba que no tenía nada que ver una cosa con la otra, pero ponerme a explicarles la diferencia sería una completa pérdida de tiempo.
Cuando decidí que no iría más a la iglesia, mi madre alzó la voz de nuevo. Nuestra primera discusión luego de lo ocurrido fue terriblemente dolorosa. Ella volvió a decir que yo estaba enfermo, y que no quería curarme porque prefería vivir de esa manera. Me dijo que prefería que hubiese muerto, y en ese momento, algo dentro de mí se rompió en mil pedazos.
Esa misma tarde, tomé mi mochila, puse algunas cosas necesarias y me fui de mi casa. Sin rumbo, sin nadie a quién recurrir, sin una idea de lo que sería de mí sin un trabajo estable o un techo. Me sentí desahuciado.
Contacté a una amiga por teléfono y ella me brindó un lugar para dormir hasta que mi situación se resolviera.
Sé que yo tuve la suerte que muchos chicos en mi situación no tuvieron.
Cuando te vas de tu casa te das cuenta de que estabas metido en una burbuja y que todo lo que creías conocer no era más que una ilusión absurda, porque a veces los padres intentan protegerte tanto, que olvidan que uno como ser humano necesita cometer errores para aprender de ellos. No es que yo no haya cometido ningún error, sino que mis padres se habían encargado de ponerme un colchón cada vez que yo estaba a punto de darme la cabeza contra la pared.
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Cómo ser trans y no morir en el intento
Historia CortaEste es un relato que narra la vida de una persona transexual, y las dificultades por las que tuvo que pasar para obtener su identidad.