Esos tres meses que pasé lejos de mis padres, aprendí muchísimas cosas. Entendí que tenía la opción de quedarme estancado en mi situación o buscar la manera de salir adelante. No voy a decir que fue todo súper sencillo porque estaría mintiendo. Me costó conseguir trabajo, repetí el último año de secundaria. y luchaba todos los días con mis demonios internos, porque aunque yo sabía que lo que me pasaba no estaba mal, la voz de mis padres sonaba a cada momento en mi cabeza y de alguna manera me habían hecho creer que lo que yo sentía no era normal en absoluto. Me costó entender que lo que me pasaba, era que tenía era un trauma provocado por mis padres, pero que ellos no lo habían hecho a propósito. Pasé muchísimo tiempo intentando quitarme ese rencor que sentía hacia ellos; los amaba y me dolía en el alma todo lo que había pasado, pero cuando me detenía a pensarlo más a fondo, la rabia me invadía de inmediato, porque sentía que a ellos no les importaba lo que pasara conmigo.
Entre una cosa y otra, conseguí un empleo. No pagaban una gran cantidad de dinero pero me servía para sobrevivir hasta conseguir algo mejor.
En ocasiones solo tenía ganas de quedarme acostado en mi cama todo el día y apagar mi mente. No tenía energías, estaba agotado mentalmente, pero sabía que si no salía de ese pozo nunca podría avanzar y hacer realidad todo lo que había planeado. Así que, con mi primer sueldo, me pagué una sesión con una psicóloga.
Ella me hizo entender que lo que pasaba con mis padres era normal. Cuando intentas meterles cosas “raras” en la cabeza a un par de adultos que vivieron en otra época, con otras costumbres y otras enseñanzas, lo que ocurre es que tus ideales y los de ellos chocan y en ocasiones ocurren estas rupturas. Lo que ellos estaban viviendo era como un especie de duelo, y les costaba mucho trabajo despedirse de Alexandra para darme la bienvenida a mí, Alexander. Suena loco porque en teoría somos la misma persona, pero me veía diferente. La melena larga hasta la cintura que mi madre peinaba con tanto esmero había desaparecido. Los vestidos fueron cambiados por jeans rasgados y los zapatitos de charol por zapatillas deportivas. Alexandra comenzó a desaparecer mucho antes de que yo me fuera de casa, y mis padres comenzaron a darse cuenta, y simplemente no querían que su hija desapareciera.
Luego de un buen tiempo yendo a terapia, comencé a comprender muchísimas cosas. Esta transición no fue solo un proceso para mí, también lo fue para mis padres. Para mí significaba libertad, pero para ellos, fue como perder a su querida hija.
Entre una cosa y otra, pasó casi un año sin que yo supiera absolutamente nada de mis padres. Inicié todos los trámites para comenzar a hormonizarme, y además, continué mis sesiones con la psicóloga. Ella me propuso ir a visitarlos y, por primera vez, hablar sobre lo que me pasaba con ellos. En ese momento me sentí un niño otra vez. El miedo me invadió de inmediato, la mirada furibunda de mis padres regresó a mi cabeza, pero a pesar de todo, yo sabía que tenía que hacerlo, por ellos, y por mí.
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Cómo ser trans y no morir en el intento
Historia CortaEste es un relato que narra la vida de una persona transexual, y las dificultades por las que tuvo que pasar para obtener su identidad.