Owari No Homo | Yaoi Drabbles

Clase de baile.

➥ Ｐａｒｅｊａ :  Ｍｉｋａｅｌａ ｘ Ｙūｉｃｈｉｒō ．
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—¡La comida estaba deliciosa! —exclamó satisfecha Shinoa.

—Sí... —Yūichirō soltó repentinamente un eructo y se llevó una mano a la boca de inmediato.

—¡Yuu, que asco!

Un mediodía del dieciséis de octubre, cumpleaños de Amane Yūichirō. Quería festejar sus veinticinco años con sus amigos, así que todos habían ido a almorzar a un sitio común y corriente, dado que al azabache no le agradaban los lugares lujosos. Pero la comida de allí era del paraíso, sentían que saldrían rodando de la abrumadora cantidad que les obligó comer, todo bajo el pretexto “yo invito”.

—Deberíamos juntarnos a festejar el día de la dieta —habló Kimizuki.

—Les dije que teníamos que ir al restaurante adinerado —dijo Mitsuba, masajeándose el estómago.

—¡Oh, vamos! ¡No es para tanto! —se quejó Yūichirō con el ceño fruncido—. Al menos valió la pena, la comida era un manjar —se relamió los labios al recordar los sabores que había degustado.

Caminaron unas cuantas cuadras, deteniéndose de tanto en tanto para ojear algunos comercios peculiares. Reían y conversaban de temas banales, bromeando al azabache con que ya se estaba volviendo viejo y no tenía pareja. Éste se defendía diciendo que eran años de pura experiencia y que los novios no servían de nada.

Continuaron divirtiéndose durante todo el trayecto, hasta que les llamó la atención escuchar una excéntrica melodía. Inundaba toda la calle con su ritmo, y observaron a lo lejos un bulto de personas que se había aglomerado en un sector de la vía pública.

—Parece que la música viene de allá —señaló Yoichi en cuanto se detuvieron.

—Sí, ¿qué creen que podrá ser? —mencionó la Hīragi, poniéndose de puntitas para intentar ver algo.

—Tal vez sea un telo con música rara —respondió la rubia.

—Se llama tango —aclaró Shihō—. Y obviamente no es un telo tonta, ¿qué haría abierto a plena luz del día?

—¿Acaso no puedes coger en la tard-

—¡Yuu! —le riñó Shinoa, señalando con la cabeza los niños que estaban a menos de un metro de distancia.

—Ni que fueran tan puros e inocentes —masculló con el ceño fruncido.

—Podríamos ir a ver —Saotome cortó el repentino silencio que se había formado.

—Sí, vamos antes de que sus padres vengan por nosotros —apresuró Kimizuki—. Así de paso dejan de hablar de esas cosas.

Yūichirō rodó los ojos sabiendo que la indirecta iba para él antes de encaminarse todos juntos hacia ese sitio. Sin embargo, al llegar allí la cantidad de gente se había duplicado y no entendían qué estaba pasando.