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Alexandra Kensington.

Había tomado tantas copas de champagne caro que ya me había olvidado cuantas eran. Esa era la única forma de sobrellevar las fiestas de la gente que solo estaba ahí para aparentar. La reunión había empezado hace tres horas y yo ya quería irme de ahí, mi maquillaje me pesaba y el vestido era cada vez más incómodo de llevar. Me había ayudado Aggie a elegirlo de una de las tantas cosas que me había comprado ella para tener por las dudas. Dudaba que tener un montón de cosas innecesarias de Prada, Dior y Chanel sería algo por las dudas. Pero a Aggie no se le discutía.

Llevaba un vestido negro corto y ajustado, hasta el inicio de las rodillas, con pedrería plateada y un escote en V lleno de piedras también. Me habían recorrido el cabello unos estilistas que siempre iban a la finca cuando había fiestas. Se apreciaba la espalda con brillos del vestido, y los zapatos negros de tacón eran demasiado hermosos como para dejarlos aunque no sintiera más mis pies.

Igualmente, tenía tanto alcohol encima que el dolor no se sentía.

En ese momento estaba sentada en nuestra mesa, esperando que los mozos traigan nuestra comida, que seguramente iba a ser algo caro, de nombre raro y asqueroso. Nuestra mesa nunca cambiaba, aunque a veces en ciertos eventos nos dividían con nuestras familias. Pero nosotros organizábamos las fiestas de la finca, así que estábamos todos juntos. Tenía a Nick a mi lado, quien había llegado esa mañana, y su mano apoyada en mi pierna era lo que me mantenía con los pies en la tierra.

Se veía hermoso, y no era porque yo estaba tomada. Realmente estaba guapo. Tenía un traje con un moño azul que le restaba sus ojos y su sonrisa; aunque luego de la recepción a su camisa se le desprendieron dos botones y su cabello estaba tan revuelto como si recién hubiese salido del mar. Probablemente era mi culpa esas dos cosas, peor no importaba. Se veía bien igual.

Junto a él estaba Aggie, con un vestido rosa pálido suelto que le quedaba hermoso y una mirada mucho más sobria que la mía. Junto a ella estaba Reese Lynch, quien no podía dejar de mirarla cuando ella no se daba cuenta. Era guapo, y una vez nos besamos en una discoteca, pero dudaba que alguien supiera sobre eso, porque seguían pensando que Aggie era la prima que le gustaba. Podía ser, no podía recordar en ese momento.

Estaban también los Hamilton, pero solo dos de ellos, Andrew y Jeffrey, al cual estaba a punto de matar si no se callaba. Aunque parecía que Sean, a su lado, estaba por hacer lo mismo, porque apretaba la mandíbula cada vez que hablaba y podía jurar que la copa en su mano se iba a romper. Si, bueno, no nos gustaba mucho Jeffrey. Aunque su primo, Andy, me hacía recordar a Nick y su forma de ser. Me caía bien.

Y en mi otro lado se encontraba Reid Andrews. Estaba relajado, con sus piernas estiradas y su brazo apoyado en mi respaldo. En mi mente de borracha, parecía un gato que se acababa de mandar una travesura, con la sonrisa astuta de lado. Estaban hablando con Reese sobre un viaje a un lugar caro, seguramente. ¿Los Alpes? ¿Grecia? No podía darme cuenta.

—Y dime, guapa—Reid se giró a hablarme con su sonrisa cada vez más grande debido a su estado alcohólico—. ¿Ya sabes dónde estudiarás? He oído que iras a Oxford.

Seguramente mi padre habrá comentado su deseo y posible cumplimiento (mentira) de que yo fuera a la grandiosa y prestigiosa universidad del país europeo. Todavia no había empezado a pensar el tema de mi ensayo de admisión, pero él seguía presumiendo mi increíble promedio y mi puesto asegurado. Era estúpido y no me gustaba; estaba comenzando a pensar que precisamente por eso Reid lo nombraba.

—No esta decidido, ¿y tú?

Sabia que no podía entrar en una universidad prestigiosa con su promedio y comportamientos, y su padre no tenía conexiones suficientes para que una universidad se arriesgará a admitirlo. Así que probablemente iría a la UCLA, donde iba a estudiar negocios y heredaría la empresa familiar sin ningún esfuerzo. Eso me molestaba, porque Reid Andrews podía beber, drogarse y pelearse todo lo que quisiera que igualmente iba a recibir una empresa.

El juego de los corazones rotos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora