· Capítulo dos

830 103 36
                                    

Ese corto tiempo se convirtió en un año y ese año en otro más, y su madre seguía trabajando como si no hubiese un mañana.

Minho logró conseguir una beca completa así su madre no tenía que lidiar con esos gastos, al igual que por las tardes se las había arreglado para ir al mercado y ayudar a unas personas con sus cosas. Como a las ancianas o mujeres que iban solas y cargaban miles de bolsas hasta sus autos. Al principio no fue fácil, ya que unas lo confundían con un ladrón y pensaban mal. Pero demostraba ser un niño de bien al hablar, su tono de voz era delicado y sofisticado como si fuera de clase alta, incluso algunos se sorprendían al verle hacer cuentas rápidamente y evitar que los vendedores se aprovecharan de los ancianos.

Era pesado pero a veces ganaba buenas propinas, además siempre dejaba el dinero en el frasco de su madre y ella estaba lo suficientemente cansada como para darse cuenta de que había dinero de más.

Tenía una niñera ya de avanzada edad, pero ella sólo dormía y Minho dejaba su muñeco de acción encendido por si ella llegaba a despertar, sabría que estaba jugando en su habitación.

Seguía sin hacer amigos y en la escuela el estúpido solía llamarlo bastardo sólo para molestarlo, Minho no le prestaba atención y ni siquiera le importaba realmente. Ese hombre ya no era nadie en su vida, tanto amor que le tuvo una vez se había marchado tan pronto asimiló que su progenitor era un mentiroso.

Soltó un suspiro cuando vio a una señora cargando un montón de bolsas, también la vio muy bien vestida y con joyas. Minho rodó los ojos, si era una señora con dinero no entendía porqué ella hacía las compras en lugar de mandar a un posible empleado. Seguramente alguien ya la había visto y sin dudar, le robaría.

Caminó hacia ella.

- ¿Puedo ayudarla? - dijo serio y vio la desconfianza en los ojos de la mujer, pero evitó rodar los ojos - No voy a robarle, además, si no quisiera que le robaran no andaría en el mercado con joyas costosas.

La mujer abrió la boca y la cerró, una sonrisa torcida apareció en sus labios y aceptó la ayuda del chico. Ambos caminaron hasta el coche de ella y dejó las cosas en el maletero.

- Necesitaré ayuda al llegar a casa, ¿quieres ganarte un buen dinero?

Minho no lo pensó dos veces y subió al coche, la casa era enorme al igual que las demás. Estaban en la parte millonaria de la ciudad.

- Nos acabamos de mudar, mis hijos fueron con su padre a ver el partido de rugby. No he tenido tiempo de conseguir trabajadores y la casa necesita estar limpia, tengo un desastre.

Y era cierto. La casa estaba llena de cajas y maletas, y hasta se podían ver unos muebles llenos de polvo. La cocina era lo único decente.

Ambos acomodaron las compras y después Minho subió las maletas, algunas eran demasiado pesadas y las dejaron a un lado para que otros las subieran. A dar las siete de la tarde, Minho se dio cuenta de que llegaba tarde a casa.

- Tengo que irme.

Ella asintió y fue por el pago, era más dinero de lo que Minho pudo ganar en toda una semana. Estaba feliz, la mujer al ver lo tarde que era, le dio un aventón a su casa, pero Minho le pidió que lo dejara a unas cuadras antes de su hogar.

Cruzó la puerta del departamento y está vez no corrió con suerte, ya que vio a su madre sentada en una silla, seria y con los brazos cruzados en su pecho. Lo había descubierto.

- ¿Dónde estabas?

- Trabajando.

- ¿Qué? - frunció el ceño - No puedes hacer eso, Minho - alzó la voz -, ese es asunto mío y tú debes preocuparte por tus estudios. Te harán un examen para pasarte a una clase avanzada, debes concentrarte y dejarme los gastos a mí.

❶❾❾❽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora