· Capítulo siete

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Hyunjin había tratado de hablar con Minho, pero cada vez que se acercaba él salía corriendo y los gemelos no lo dejaban mucho tiempo solo.

Tenía el tiempo en su contra.

Un día, mientras caminaba sin rumbo fijo por las calles, se topó con el oficial Cho Kyuhyun. Tragó saliva y miró al oficial, quería decirle todo y confesar lo que su familia hacía, sin embargo, no podía y no encontraba el valor suficiente para decírselo.

Sabía que su familia estaba mal, pero así habían crecido, con aquellas creencias y prácticas. Y así iban por generaciones y ahora ellos como hijos tenían que hacerlo, era parte de ellos.

Cuando su padre cometió el error de tener otra familia, tuvieron que irse.

El maestro, como todos lo llamaban, era un señor de avanzada edad y todo un sabio, guiando a su rebaño por el camino correcto. A pesar de ser viejo, tenía muy buena salud, era fuerte y demandaba autoridad. Todos lo respetaban, admiraban y adoraban. Decían que era el profeta, el enviado a salvar a los pecadores y llevarlos a una mejor vida.

Cuando Hyunjin supo que todo estaba mal, fue cuando los gemelos cumplieron los diecisiete años. Ellos solían hablar mucho de ese día, decían que serían libres de pecado, que había un lugar para ellos en el paraíso.

Pero, ¿cómo alguien que hace daño podría tener un lugar en el paraíso?

El maestro castigó a su padre por aquel pecado, pero dijo que podía volver, siempre y cuando terminara con todo aquello. Al principio no lo entendió pero cuándo regresaron, todo estaba igual de mal.

Tenía que buscar a Minho, pero él sólo lo ignoraba y no había tiempo.

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Vio a Hyunjin acercarse de nuevo, así que giró sobre sus talones y se fue. No podía verlo sin sentir ganas de vomitar, las ganas de golpearlo, gritarle y más.

Se detuvo a pensar mejor las cosas. Llevaba así dos semanas y tenía que relajarse. Tal vez estaba siendo demasiado idiota en lugar de usar su cerebro y pensar mejor las cosas, Hyunjin quería hablar y Minho quería escucharlo, así que ya no podía evadirlo.

Como esperaba, el rubio no se rindió y lo alcanzó, tomó la mano del castaño y tiró de él, empezando a caminar. Sólo lo seguía y no le importó dejar las clases y se fue con Hwang hasta la playa. Cerca del muelle viejo tendrían más privacidad.

– Habla.

– Lo que te voy a decir tal vez sea difícil de creer, pero Minho, no te estoy vendiendo ninguna historia. Esto es real, sucede y hace que tenga mucho miedo. No puedo seguir así.

– Sólo dilo, tengo preguntas que hacerte y quiero respuestas – escupió con rabia, en un tono frío y con los brazos cruzados.

– Mi familia... Ah... Nosotros somos parte de una religión o algo así. Tenemos que practicar el canibalismo para poder librarnos de nuestros pecados, es lo que nos vuelve una familia – añadió con cierto asco –. Es lo que somos...

Hyunjin empezó a rascarse el brazo izquierdo, esperando a que Minho dijera algo, pero su rostro era inexpresivo. No tenía la cara de sorprendido o de tener miedo.

– Tú....

– Lo sé.

– ¿Cómo?

– Entré a tu casa una vez, no estaba en busca de nada en específico, simplemente entré. Me topé con el diario de tu hermana, lo leí casi todo. Lo que hacen, cómo lo disfrutan – reveló, sintiéndose asqueado al recordar las fotos – ¿Qué clase de personas son?.

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