I.

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Estados Unidos. Cuidad de Seattle.

Detrás de las relucientes calles, yace otra cuidad, completamente distinta a la primera.

En un callejón, buscando comida entre la basura, se encontraba un niño de apenas diez años de edad.

Su pelo era de un color rubio parecido al sol, sin embargo, se miraba opaco debido a la mugre. Sus ojos eran azul zafiro, como el mismo océano. Poseía extrañas marcas en sus mejillas, como un gato o zorro. Su ropa estaba sucia y con algunos agujeros en ella.

- ¡Pan...! ¡Y es uno grande!- exclamo con felicidad el niño tomándolo, hace días que no comería algo tan rico.

Tan concentrado estaba que no se dio cuenta de la sombra detrás suyo. Una patada impacto en las costillas izquierdas del niño sacandole todo el aire, impactando contra el suelo.

- ¿Tu otra vez?- pregunto con asco un hombre obeso vestido de chef-. Esa es la basura de mi negocio, ¿lo sabias?- exclamo acercándose al niño comenzado a patearle-. ¡No importa si es basura o comida, si quieres algo, tienes que pagar! ¡¡Si no tienes dinero, entonces piérdete, maldita rata callejera!!-

El sujeto dejo de patear para observar al niño empezar a toser.

- ¡¡Lo... lo siento mucho...!!- expreso arrodillado el niño-. No volveré. Por favor, déjeme ir solo esta vez- pidió de rodillas llorando.

Día tras día, el buscar entre la basura de los sucios callejones, era la única manera en la que el chico podía conseguir comida.

El ver al niño llorar pidiendo clemencia hizo que el sujeto se llene de superioridad.

- Vete y no vuelvas-

Para sobrevivir en ese duro mundo, en algún punto, el niño obtuvo la habilidad de sentir las emociones negativas de las personas a su alrededor.

Ira, venganza, desprecio, repugnancia, indiferencia.

- Hoy hice un buen botín- exclamo el niño corriendo entre la multitud viendo la comida guardada en su bolso.

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Más tarde. Debajo de un puente.

El niño dejo escapar un suspiro cuando termino la sesión de entrenamiento. Había comenzado con esta rutina desde hace tres años. Siempre que despertaba, en sus cumpleaños, un regalo lo esperaba al lado suyo. No sabia quien se los dejaba, pero estaba agradecido.

El primer regalo fueron libros de mitología griega. Con una nota que decía que los lea, que en algún futuro le serviría.

El segundo año había sido un collar.

Y el tercero y más reciente, libros sobre artes marciales y distintos estilos de katanas.

El niño sacudió levemente la cabeza esfumando aquellos recuerdos. Se limpio el sudor que caía por su frente, dejando el palo de escoba que usaba como bokken. La practica había terminado.

Relajándose, se sentó dispuesto a retomar la lectura de uno de sus libros favoritos, El Principito.

- ¿Otra vez leyendo, Naruto?- exclamo una voz apareciendo en escena.

Era un hombre de estatura baja, ojos pequeños y brillantes, y una pequeña barba. Vestía de manera simple, lo único que resaltaba era una gorra de béisbol.

- Gleeson, me da gusto verte de nuevo- saludo Naruto a uno de sus amigos de la calle.

- Me siento mal por ti, niño- expreso el hombre.

- ¿Te sientes mal? ¿Por qué?- pregunto el rubio mirándolo.

- Y todavía lo preguntas... ¿no crees que este lugar es una mierda?-

Semidiós.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora