Capítulo 1.- "El sombrero seleccionador"

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Escocia, Reino Unido

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Escocia, Reino Unido. 1991.
Hogwarts.

La joven Nebula gozó de una infancia que a comparación de la de otros niños no se le acostumbra denominarle convencional. Se podría decir qué pasó la mayor parte de su corta vida viajando por todas partes del mundo, de gira en gira junto a su madre. No creció con el concepto de una casa, pero si con el de un hogar. Idalia siempre fue su lugar seguro, sabía que al lado de su madre iba a estar siempre protegida, así fuera en un tren o en una habitación de hotel, eran ellas dos contra el mundo, juntas eran su propio hogar. Hasta ahora, que debía emprender este viaje por sí misma y estar a kilómetros de distancia de su mayor ser amado.

Alya bajó torpemente de la balsa, mojándose los zapatos. Todo el recorrido se mantuvo con los labios sellados, nerviosa por lo que le esperaba. Observaba como todos los niños de su edad reían y conversaban sorprendidos por lo que se encontraba justo delante de ellos, el enorme castillo iluminado por cientos de miles de luces bajo la luna, pero ella solo se limitaba a admirar en silencio, igual que todo el camino dentro del tren, decir que toda la situación le abrumaba era poco.

Tenía un extraño sentimiento en el estómago, una combinación de nervios, emoción, miedo, y más que nada, el deseo de complacer a su madre de quedar en la misma casa que esta solía hacerlo, Slytherin.

Cabe aclarar que a pesar del desacertado concepto que se tiene de los magos de esta casa, podría decirse que Idalia no compartía aquel supuesto sentimiento de inspirar miedo a otros, ni mucho menos la ideología de la pureza de la sangre, aun cuando se le había sido inculcada. Ser miembro de esta casa no es sinónimo de maldad, es ambición, determinación, ingenio, fortaleza. Ella sabía que siempre había luchado por todo lo que quería, y todos sus méritos habían sido ganados de forma justa, sin pisotear a otros, cosas que muchas personas se negaban a ver. Y este mismo concepto lo transmitió a su propia hija.

Inmersa en sus pensamientos, Alya repetía las últimas palabras que su madre le dirigió en la estación King's  Cross en la plataforma nueve y tres cuartos, " Sin importar la casa a la que pertenezcas, te seguiré amando de la misma manera. "  Pero no podía evitar pensar en que la decepcionaría si no quedaba en la casa de las serpientes. Incluso su propio nombre lo aclamaba.

Todos los alumnos, junto al gigante con espesa barba, caminaron hacia la entrada del castillo, aún sorprendidos sin saber lo que les esperaba en un poco tiempo. La gran puerta se abrió de repente, dejando ver a una bruja alta, con un gran sombrero puntiagudo y una túnica verde esmeralda.

—Los de primer año, profesora McGonagall— Habló el hombre.

—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí— Contestó la profesora  — El momento llegó, síganme.

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