Alya Nebula, una bruja mestiza , seguirá los pasos de su madre, una famosa escritora y ex alumna de Hogwarts, para emprender su viaje al colegio y recibir educación de la magia.
Pero la cosas nunca suceden como uno espera.
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harry po...
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A la mañana siguiente, Alya se levantó más temprano que cualquiera de sus compañeras por culpa de los nervios del primer día, situación de la que aún no se había acostumbrado después de cuatro años en el colegio. Por alguna estúpida razón que no podía explicar, el inicio de las clases siempre le hacía perder la calma. Quizá fuera el nuevo horario, los nuevos maestros, la nueva rutina, o quizá simplemente esos mismos tontos nervios de siempre.
Se quedó unos cuantos minutos mirando hacia el techo pensando en cual debería ser su siguiente movimiento, hasta que eventualmente se levantó de la cama. Se colocó el uniforme con tranquilidad, aplicó un poco de maquillaje en su rostro y cepilló su corto y ondulado cabello. Revisó su reloj una vez lista y se dió cuenta que aún faltaba bastante tiempo.
—¿Será muy temprano para el desayuno?— Se preguntó en voz baja.
—Lo más probable —Contestó una voz a sus espaldas, lo que provocó que Alya brincara del susto.
—¡Orion! —Soltó un pequeño grito y se llevó las manos al pecho.
—Shhhhh... las despertaras—Habló en voz baja.
—¡Me haz matado de un susto!
La chica frente a ella sonrió.
—Lo siento, lo siento— Dijo riendo por lo bajo.
—Por supuesto— Contestó al mismo tiempo que la fulminaba con la mirada.
—¿Y porque despierta tan temprano?
—No he podi...
—Ah ya—La interrumpió— El gran primer día
—A este punto ya es inevitable—Dijo levantando los hombros.
—¿Y planeas irte ya?
—No lo se, quizá pase a la biblioteca antes. Lo pensaré en el camino.
—¿Tienes prisa?
—No realmente—Dijo no muy convencida del todo.
—¿Entonces podrías esperar por mi? Prometo no tomarme tanto tiempo.
Por supuesto que sabía que mentía. Sabía que Orion tardaría un siglo y unos días más para estar lista. Pero francamente no tenia nada importante por hacer.
—Seguro, te espero abajo en la sala.
—Bien, entonces...—Se puso de pie, saliendo de su cama— Me daré prisa.
Antes de salir, la chica tomó su mochila y se la colgó del hombro, asegurándose de que sus libros y varita estuvieran dentro. Se dió un último vistazo en el espejo y roció un poco de perfume en sus muñecas y suéter. Cerró la puerta con cuidado de no despertar al resto de sus compañeras y bajó las escaleras hasta llegar a la sala, donde cientos de miles de libros se encontraban colocados perfectamente en estanterías. Se acercó y caminó despacio, dando una corta mirada a los libros que tenía delante, intentando hacer tiempo. Tomó uno de su interés y decidió sentarse en uno de los grandes sillones azules.
