Lágrimas de Oráculo

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La conversación de Mace y Simhaël fue bastante corta en comparación a la anterior; poco después de lo dicho antes, ambos se despidieron y alguien tocó la puerta. Cristine estaba junto con un hombre macizo y de casi tres metros de altura, imbuido en una armadura de la Guardia Imperial.

— Comandante. — Saludaron los dos. Incluso de rodillas, el gigante medía más que Axel.

— Eres Cristine Marbrand, ¿verdad? — Dijo Simhaël asomándose desde su lugar.

— Cristine. — Dijo Mace ignorando el comentario de Simhaël. — Llévalo a la Bóveda Inferior con la Arqueóloga. Mandé a cambiar a los vigilantes de la entrada, así que no te preocupes. No vayas a salir a no ser que te lo ordene, ni siquiera en los casos drásticos.

— A la orden. — Cristine se puso de pie e hizo un saludo militar.

— Darrius. — Llamó Mace al gigante. — Tú tendrás el primer turno. Ten a la vista a cualquier intruso o amenaza.

— Como ordene, Comandante. — Respondió Darrius el gigante, mientras se levantaba con cuidado.

— De acuerdo. — Mace afirmó. — Axel, trae al Simhaël. Tu vienes conmigo al cuartel.

— Si, señor. — Axel llevó cargado al anciano y se lo entregó a Darrius. Si la tarea era fácil para Axel, para Darrius no era problema en lo absoluto.
— Traten de que no los descubran. No podemos estar seguros de la ausencia de espías enemigos.

Mace despidió a Simhaël, Darrius y Cristine y se fue con Axel y otro par de Guardias Imperiales.

Darrius Fort era fácilmente distinguible de cualquier soldado del que se tenga registro en la historia de Edén. Sus ominosos 2.87 metros de estatura, junto a una inmunidad a la magia y una fuerza brutal, le han dado el apodo de "Ariete Vivo". Mace lo reclutó hace unos cinco años y ha sido de los mejores soldados de la Guardia Imperial, tanto por su carácter correcto y apacible, como su valor en combate.

Cristine y Darrius llevaron a Simhaël hasta la Bóveda Inferior, tal como Mace había dicho, los vigilantes eran distintos a los habituales. Cristine tomó la lámpara para guiar a Darrius y Simhaël al interior.

— ¡Ah, mi querida biblioteca! — Dijo el anciano con nostalgia mientras admiraba las estanterías oscuras. — Está igual que como mi predecesor la dejó: oscura y bastante tenebrosa.

— ¿Usted estuvo antes aquí? — Preguntó Darrius con curiosidad.

— ¡Claro que sí, grandote! — Respondió Simhaël. — Yo también fui Arqueólogo Imperial, solo que por muy poco tiempo antes de decantarme por volverme un dios penitente. Muchos libros de por aquí son transcripciones que yo hice de otros libros de tierras lejanas. ¿Quién está encargado de este sitio ahora?

— Hilda Landmeyer, Sabio Señor. — Replicó Darrius.

— ¡Ah, claro! — La voz de Simhaël hizo eco en la oscuridad. — Lady Landmeyer... Es un apellido difícil de recordar, aunque no tanto como los títulos de los Enanos de clase alta.

— ¿Cómo es el Reino de los Enanos? — Preguntó Cristine por curiosidad y esperando que la cháchara del anciano avisase a Hilda de su llegada.

— Me alegra que preguntes, señorita. — Simhaël carraspeó la garganta y empezó a hablar. — No se diferencia mucho a la Ciudadela, con la excepción de que, mires donde mires, siempre hay pilares adornados, Gárgolas talladas y esculturas de toda clase, sus escultores y arquitectos son muy famosos. No me impresionaría enterarme de que la Bóveda que cultivó mi sabiduría haya sido diseñada por un Enano. — Se quedó recordando un momento. — ¡Oh! Y también son desquiciadamente orgullosos.

El Mar Más Allá Del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora