Vamos a vivir al máximo, la vida es corta.

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—Esto es una locura... —Murmure mientras veía como llegábamos a una ciudad, las calles estaban completamente iluminadas por grandes farolas, todas con luces claras y fuertes, los árboles estaban adornados por luces de colores y en algunos espacios había unas fuentes de agua rociando algunas partes de las plantas.

Su auto de detuvo justo al frente de un gran lugar, era un bar.

—¡Llegamos! —Chillo emocionada— Estas son tus llaves, es el último piso—Me indico mientras me ponía una tarjeta en mis manos, la mire y esta estaba cubierta por un color oro, era demasiado brilloso, en letras negras y cursiva tenía escrito el nombre, parecía llamarse "Houston Star".

—Debe haber más habitaciones en ese piso, Ori. —Respondí un tanto obvia.

—No, es el único departamento del piso, buena suerte, adiós. —Se despidió, me baje del auto mientras intentaba bajar un poco mi vestido.

—¿No te quedarás? —pregunte con temor al estar de pie afuera del auto, ella solo me sonrió divertida.

—Oh no, es tu noche no la mía, así que disfrútala.

—No conozco este lugar ¿Y si me pierdo? —Cuestione aterrorizada.

—La conocerás, eres buena socializando o bueno, no tanto. Pero puedes aprender y puedes conocer a alguien que te ayude... Nos vemos—Murmuro antes de volver a encender el auto y desaparecer poco a poco de mi vista, con una esperanza que volviera me quede esperando, suspire resignada cuando supe que ya no volvería pasando los tres días.

Me di la vuelta y mire con detenimiento aquel gran lugar, contemple su fachada, no estaba mal, de hecho, era un lugar muy bonito e iluminado.

Tome un bocado de aire antes caminar en pasos decididos hacia la entrada, al hacerlo observe a dos hombres grandes de vestimenta negra, su expresión era seria y eso causo cierto nerviosismo en mí.

Me acerque a ellos, rápidamente uno de ellos dirigió su mirada a mí.

—¿Identificación? —Pregunto y lo mire nerviosa.

—Si c-claro. —Busque entre mi pequeño bolso y la tome sobre mis dedos para extendérsela tiempo después.

—Tome, puede pasar señorita Johnson. —Asentí y entre al gran lugar, mis fosas nasales entraron en contacto con los olores del lugar, pero este no olía a los dichosos olores fuertes del cigarrillo, los olores eran neutros y podían decirse cálidos. A pesar de haber miles de chicos fumando o incluso bebidas alcohólicas.

El vestido que traía puesto era un rojo pegado al cuerpo este me llegaba dos dedos abajo del muslo, era demasiado corto y ajustado.

El cabello me lo habían planchado, dejándomelo completamente liso, me habían maquillado con algo natural.

Sin más, camine hacia la barra que observe a lo lejos, me senté sobre uno de los taburetes y espere que aquel hombre volteara para pedir algo. Aquel hombre que vestía con una camisa de color blanca servía varios vasos mientras hacía algunos trucos. Cuando finalmente se giró sus ojos cayeron en los míos y una sonrisa ladina se curvo. Un carraspeo salió de sus labios antes de pronunciar lo siguiente.

—Buenas noches, ¿Qué te doy, preciosa? —Pregunto con una voz gruesa, lo mire con una sonrisa cálidamente.

—Un brandi estaría bien, por favor—Susurre amablemente.

—En unos segundos a estará listo. —Murmuro antes de darse la vuelta y comenzar a preparar aquel trago. Se giro, pero ahora nuevamente con un vaso de cristal con la bebida servida.

—Gracias... —Susurré, lo oí reír.

—No tienes por qué agradecerme, solo hago mi trabajo—Respondió y solo asentí en silencio.

—Aquí tienes. —Justo al filo de la mesa coloco un vaso de cristal, en su interior había una bebida casi cristalina.

Le extendí el dinero y el solo lo cobro, sin más lleve el baso a mis labios en donde bebi todo con suma rapidez. El sabor era amargo, pero podía soportarlo, sentí su amargura quemar cada parte de mi garganta.

Aquella bebida había encendido algo en mí, sintiéndome completamente llena de energía me levante de aquella silla, deje el vaso y camine hacia la multitud de jóvenes, tenía ganas de bailar y nadie iba a impedir que lo hiciera.

Justo comenzaba por sonar una canción pegajosa y rítmica, mis caderas se comenzaron a balancear de un lado a otro, mi cuerpo sabía exactamente como moverse, o esa ero lo que yo sentía. Mis movimientos no eran torpe ni tan exagerados solo era lo que la música me incitaba a hacer, un baile un poco lento-sensual.

—Eso es...—Me dije a mi misma mientras seguía bailando, libremente.

Un joven paso con una bandeja repartiendo bebidas, sin ver que era agarre un vaso, lleve la bebida a mis labios y la bebí sedienta.

Podía sentir la mirada de uno u otro hombre mirarme, pero eso no me importaba. No ahora, no en lo absoluto.

...

Mis pies dolían, pero eso no fue impedimento para seguir bailando en aquella pista, pero me quede estática al contemplar una figura a lo lejos, sabia a quién pertenecía.

Pero una pregunta me inundo, ¿Qué hacía aquí?

Era ella, Alexandra.

De repente todos los recuerdos llegaron como flash a mi mente, me sentí abrumada. Sentí una sensación de amargura recorrer mi cuerpo al recordar todo. Ella venia acompañada de una chica y lo que parecía ser el novio de esa chica.

Negue lentamente alejando esos pensamientos de mi cabeza, camine hacia una puerta. En donde no estuviese ella, sin darme cuenta descubrí una puerta trasera, un patio trasero. Tenía un barandal dejando ver la vista de unos árboles más a lo lejos, pude percatarme que también había mesas de madera, era un patio demasiado hermoso y cuidado.

El aire golpeo mi rostro y lo sentí cálido, me sentía relajada. El ambiente de allá adentro era muy hostigador y aquí pude sentir como mi cuerpo se relajaba, estaba sola.

Me recargue en un barandal que estaba cerca de un árbol, estaba oscuro. No había luces, solo era iluminado por la luz de la luna.

Miraba todo, pero a mi mente llego todo...

Cuando me fui de la casa de mis padres, cuando recientemente compre mi departamento, la primera vez que me compre mi auto, mi primer trabajo, cuando comencé a salir con el...

—¿Problemas...? —me sobresalté al escuchar una ronca voz detrás de mí, los vellos de mi piel se erizaron por completo, un cosquilleo recorrió mi espina dorsal, lo oí reírse. Posiblemente se había dado cuenta de la sensación que recorrió mi cuerpo. —Tranquila nena, no muerdo.

Tercera noche (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora