XVII

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Miraba por la ventana desfilar las palmeras que se balanceaban suavemente con el viento fresco y las pintorescas mansiones en tonos arena mientras el uber recorría las calles en dirección a la casa de verano que había rentado.

Me sentia furiosa y preocupada por partes iguales.

La compañía que yo dirigía estaba a punto de aliarse con otra para la creación de un nuevo producto y por lo tanto había tenido que viajar hasta esa ciudad tropical para hacer las negociaciones.

Tomé la decisión de llevarme a Jughead conmigo para pasar unos días cómodamente una vez que los asuntos de trabajo estuvieran resueltos.

Podríamos ir a la playa y salir a divertirnos en la ciudad por la noche, cenar y pasear por las calles de la mano. Era la primera vez que un viaje a causa del trabajo me causaba tanta ilusión.

Sin embargo todo el buen humor y emoción que tenía ante esa expectativa se había ido al carajo esa misma mañana cuando asistí a la primera junta.

Para los hombres dedicados a dirigir monopolios sólo existían dos tipos de mujeres que se sentaban a aquellas mesas como sus iguales: las mujeres frígidas adictas al trabajo que vivían solas o con apenas un gato, y las fáciles que podían llevarse a la cama y que gracias a eso habían conseguido llegar al puesto que tenían.

Esa mezquina forma de pensar había llevado a uno de ellos a creer que yo formaba parte del segundo grupo. El hombre, gordo y calvo, se encargó de dejarlo muy claro cuando al terminar la junta y subir el ascensor me manoseó el trasero de una forma asquerosamente desvergonzada.

-Ese trasero se vería más bonito comiéndose mi polla, linda-había dicho, sonriendo con una descarada confianza

Lo próximo que sucedió fue que me dolían los nudillos y a él le sangraba la nariz.

Y ahora me dolía la cabeza con tanto estrés a casusa de la preocupación.

El sujeto sin duda se lo merecía, pero también estaba consciente de que esa no había sido ni de cerca una forma diplomática de enfrentar la situación, por lo que lo más probable era que la asociación nunca viera la luz.

Así que me sentía de un humor terrible.

Y ese mal humor no disminuyó cuando llegué a la casa.

En cuanto abrí la puerta juggy apareció corriendo, se lanzó a mis brazos y comenzó a hablarme muy emocionado a cerca de lo que había hecho en el día.

Todo lo que quería era ir ponerme mi traje de baño para pasar un rato en la piscina para ver si eso ayudaba a sacarme la jaqueca, así que le di una una suave palmada en la cabeza y fui a la habitación para sacar mi traje de baño mientras él me seguía.

Mientras buscaba en el clóset, juggy se había subido y saltaba con mucha energía mientras seguí hablando tan rápido a causa de su entusiasmo que incluso me llegué a preguntar si no necesitaba respirar.

-...la casa es gigante mami, encontré el ático y el ático tiene cajas con cosas ¿Sabías? Solo abrí una y adentro tenía disfraces raros así que mejor dejé todo como estaba y me puse a explorar el resto, pero como es gigante me cansé luego de un rato-a pesar de que no estaba haciendo nada malo sentía que mi paciencia con él se estaba acabando mientras mi jaqueca no hacía más que crecer-...y me dio hambre así que decidí pedir comida, pero luego pensé que mejor no y salí yo mismo a comprar algo porque quería ver cómo era la ciudad y entonces me encontré con un puesto donde vendían brazaletes...

No sabía si era el ruido que hacía la cama mientras él saltaba, el hecho de que no paraba de hablar o que su energia era demasiado para mí en esos momentos. El punto era que mi dolor de cabeza había llegado a su punto más alto y estallé.

𝑩𝒂𝒃𝒚 𝑩𝒐𝒚 //ChugheadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora