Siempre que mi madre decía eso, era porque la respuesta era no. Solo espero que por una vez en la vida, piense en mí, en lo que yo quiero, y no en sus miedos…
***
Pasaron las horas y todos nos retiramos vagamente a nuestros cuartos a descansar. Tenía la esperanza de que ella dijera que sí. No imagino la alegría que tendría si eso pasara. O si dice que no, me deprimiría…
A la mañana siguiente me levante realmente nerviosa por lo que sería la respuesta de mi madre.
Esa mañana no se me antojo hacer ejercicio, por lo que me quede durmiendo hasta más tarde. Me duché y me puse un simple vestido rojo con puntos blancos, y unas sandalias, también blancas. Y en el pelo una corona de flores. Baje a desayunar y raramente fui la primera. Las sirvientas empezaron a servir mi desayuno en lo que venían mi tía junto a mi madre.
-Y.., ¿decidiste si iré o no a IPNY? –Pregunté apresurada con la boca un poco llena por la comida que no terminaba de masticar.
-Hija…
-Ya sé, me olvido del internado. –Era obvio que la respuesta iba a ser no, siempre era no, para todo.
-Hija, yo te quería decir que sí. Quiero que vayas a ese instituto. –Dijo ella en un tono bajo, pero lo suficientemente audible.
-¿Es enserio?, ¡SI!. –Anuncié emocionada. Por fin algo nuevo en mi vida, una vida nueva.
-Sí, pero espero que por lo menos ahora hagas amigos, hija. –Dijo algo decepcionada.
-Sí, mamá. Esta tarde se supone que vendría el director aquí para hablar de que día me voy y todo eso. –Dije algo nervioso. Estaba muy feliz porque si iría. Trataría de ser la persona más social del universo, sin ser irritante, claro.
-¿Hoy?, genial, hay que arreglar la casa para que vean que si te mereces la beca que te han otorgado. –Dijo Anabelle haciendo señas a sus sirvientas para que acomodaran la casa.
-Mamá, ¿puedo faltar al colegio hoy y quedarme leyendo un libro?, después de todo, me voy a cambiar de colegio, y no me voy a quedar en casa haciendo nada, voy a leer, a estudiar. ¿Puedoooo? –Dije haciendo carita de gato con botas.
-Está bien, pero no me quiero enterar de que estas durmiendo, mirando televisión o jugando con tu laptop. –Dijo algo seria.
-No, mami. –Traté de decir de la forma más adorable que pude.
Inmediatamente me fui a la biblioteca de la casa. Pase horas allí hasta que las sirvientas me llamaron a comer. La verdad que no tenía ni idea de sus nombres, pero no importaba ya que en pocos días yo me iría.
Fui hacia el comedor, donde estaba toda mi familia esperándome para almorzar. Al terminar de comer, Anabelle explicó que para que todo salga perfecto, todos debemos vernos bien. Así que apresuradamente nos mando a bañarnos a todos. Nos habló sobre la importancia de vestir elegante, pero no como si fuéramos a una boda. Simplemente elegantes.
Corrí a mi cuarto y me duché. Me alisé el cabello y lo recogí en una trenza en espiral y me puse algunas hebillas con formas de flores de color doradas. Me puse un vestido un poco ajustado al cuerpo de color salmón, con unos detalles en dorado y me calcé con unos tacones de 5 cm del mismo color.
En unos momentos tocaron mi puerta una de las sirvientas para avisarme que el director ya estaba aquí.
-¿Cómo te llamas? –Le pregunté a la sirvienta que me había ido a buscar hasta mi cuarto. Parecía joven, era realmente bonita. Era de piel bronceada, pero no muy oscura. Y su pelo lacio natural de color chocolate. Parecía de unos 17 años, pero ya tanto no iba a preguntar.