XI

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Al sentir los pasos, elevó la cabeza.

    Pálido, los ojos desorbitados, los cabellos revueltos, lo miró fijo, tan fijamente, que por un segundo, Baekhyun no fue capaz de soportar aquella mirada.

    —Quiero ver al tal Señor Park —dijo el alto, como si de su boca saliera fuego vivo.

    Y aún no se le ocurrió pensar que el esposo de su tío fuera aquel muchacho.

    —El señor Park soy yo, Chanyeol. Me he casado con tu tío hace aproximadamente dos meses.

   Chanyeol recibió el impacto como si miles de demonios le entraran por el cuerpo.

    Dio un paso al frente, con la mirada extraviada, pero luego se detuvo. Se quedó firme, como clavado en el suelo, y sus ojos lo miraban como si fueran a destruirlo.

    —Tú… tú…

    —Yo —admitió serenamente—. Yo, sí…

    Podría suponerse que el hombre iba a estallar, pero no fue así. Pasó los dedos por los cabellos, los alisó de modo maquinal, y, pesadamente, como si fuera un fardo, cayó en el sillón, menguado y como sin fuerzas.

    — Tuve que hacerlo…

    Él rió.

    Una risa sibilante, hiriente, dañina.

    —Claro, claro… —lo miró desde el lugar donde estaba. Lo veía alto, erguido ante él, sin altivez, con serena suavidad —. Claro… fue fácil. Un hombre solo, sentimental… romántico… —y después, con los dientes apretados—: Lo has matado pronto… —lo miró de arriba abajo, como si lo desnudara a dentelladas—. Era de esperar… Joven, bonito, seductor… Como para volver loco a un viejo enfermo.

    ¿Qué decía? ¿Estaba loco él?

    Pero, no supo por qué, no lo desmintió.

Se quedó allí como estaba. Sólo hizo un movimiento y cerró la puerta. Se quedó de espaldas a éste, apoyado contra la madera.

    De súbito, Chanyeol se puso en pie. Parecía infinitamente más alto y duro, severo como un juez.

    —No te lo voy a perdonar nunca. ¡Nunca! ¿Me oyes? Y no porque te hayas casado con él y te hayas apoderado de su fortuna. ¡Dinero! Bello es, pero en este caso es pecado y basura. Maldito pecado el tuyo, que no voy a disculpar jamás, aunque pasen miles y miles de años. Pero no es eso. El dinero y el poder de este imperio no me duele. Es que tú… tú, que has sido besado por mí, que me querías, que si sigo insistiendo te vas conmigo a París, y que no insistí porque vi lágrimas en tus ojos… Necio de mí que me enternecí entonces y huí como un ladrón arrepentido. Tú, que estuviste temblando en mis brazos y conoces el calor de mis besos… te has entregado a otro… a otro…

    —Era tu tío —dijo Baekhyun apacible, sin desmentir aquella barbaridad que nunca entro en su cabeza ni en la de su casi fugaz esposo.

    —Era un hombre. ¿Y, sabes? ¿Sabes? —parecía presa de súbita locura—. ¿Sabes, te digo? Ni a mi padre le perdono una cosa así. Ni a mi hermano, ni siquiera a la sombra de mí mismo.

    —Chanyeol … a tu tío y a mí… no nos interesa que nos perdones. Tal vez te hayas equivocado o tal vez no. No me hice jamás una pregunta así. No soy capaz de analizar mis sentimientos, cuando reconozco que la persona en quien los deposité, no los merece. Tú lo abandonaste cuando más te necesitaba. Él dio todo cuanto era, por ti. Tenía toda su confianza puesta en tu persona. Eras su continuador. Y te fuiste. En fechas memorables, cuando todas las familias se reúnen, tú te fuiste. Despiadado, desleal, olvidando lo que el hombre significó en tu infancia y en tu adolescencia, y luego, cuando fuiste una persona adulta, por tu abandono le obligaste a agotarse antes.

Odio Que Seas De él - ChanbaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora