우유

14 3 1
                                    

XXIII. Leche.

—¿Has hablado de esto con Kim Hanbin?

—Llamó él. Más de lo que tú hiciste, por cierto...

—¡Estaba en una sala de interrogatorios!

—¿Se supone que debo sentirme mejor?

—¡Maldita sea, Sana! ¿Qué quieres que haga?

—¡Quiero que vengas con nosotros!

—¡No puedo! —Se sienta en la cama, con la maleta vacía a su lado como la prueba palpable de que no ama a su familia. Sí que les ama, profundamente, pero no puede obligarse a hacer lo que ella le pide.

"¿Por qué no?", se pregunta. "¿Tendrá razón Sana? ¿Amo esta cruzada más que a mi propia familia?"

—¿No lo entiendes? —pregunta ella—. Esto no tiene nada que ver con los Lee, sino contigo. Eres incapaz de perdonarte. No estás obsesionado con castigarlos a ellos, sino a ti.

—Gracias por tu psicoterapia de pacotilla.

—Que te den por el culo, Chan. —Sana cierra su maleta—. He llamado un taxi.

—Al menos, deja que los lleve al aeropuerto.

—No, a menos que subas al avión. Es demasiado duro para los niños. —Chris toma la maleta y baja. Se queda parado con la maleta en la mano, mientras Sana y Jose intercambian abrazos y lágrimas. Se agacha para abrazar a Noa y a Jonas. Jonas no entiende nada. Chris siente en la mejilla la tibieza de las lágrimas de Noa.

—¿Por qué no vienes, papá? —pregunta la niña.

—Tengo trabajo que hacer —contesta Chris—. Me reuniré con ustedes en cuanto pueda.

—Pero ¡yo quiero que vengas con nosotros!

—Te lo pasarás en grande con los abuelos. —Se oye un bocinazo y lleva las maletas afuera. La calle está llena de gente debido a una posada. Los niños van vestidos de José, María, reyes y pastores. Estos últimos golpean el suelo con los bastones, al ritmo de la música de una orquestita que sigue a la procesión. Chris pasa las maletas al taxista por encima de los niños.

—Aeropuerto —dice Chris.

—Ya sé —contesta el taxista. Mientras el taxista mete las maletas en el maletero, Chris acomoda a los chicos en el asiento posterior. Les besa y abraza otra vez, sin dejar de sonreír, y dice adiós. Sana está de pie junto a la puerta del pasajero, sin saber qué hacer. Chris la abraza y se dispone a besarla, pero ella vuelve la cara para que la bese en la mejilla.

—Te quiero —dice Chris.

—Cuídate, Bang. —Sube al taxi. Chris sigue con la vista el vehículo, hasta que las luces traseras desaparecen en la noche. Después da media vuelta y se abre paso entre la posada, con los cánticos de fondo.

Entren, santos peregrinos, en esta humilde morada. El alojamiento es pobre, pero es un regalo del corazón.

Ve el Bronco blanco aparcado en la calle y se dirige hacia él, pero tropieza con un niño que le hace la pregunta ritual.

—¿Un lugar para alojarnos esta noche, señor? ¿Tiene una habitación para nosotros?

—¿Qué?

—Un lugar para alojarnos...

—Esta noche, no. —Se acerca al Bronco y llama con los nudillos a la ventanilla. Cuando la baja, agarra al poli, lo saca por la ventanilla y le propina tres fuertes puñetazos, antes de arrojarle al suelo. Le sujeta por la pechera de la camisa y le abofetea una y otra vez.—¡Te dije que no te metieras con mi familia! —grita—. ¡Te dije que no te metieras con mi familia! —Dos padres le contienen. Se suelta y se pone a andar hacia su casa. En ese momento ve que el poli, todavía tendido en el suelo, saca la pistola de su funda.

CRY FOR ME¹ /Stray KidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora