Luces Apagadas

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Disclamer: Los personajes, lugares y parte de la trama pertenecen a Thomas Astruc, Jeremy Zag y demás creadores de esta serie. Yo solo me invento cosas para soportar la espera de la siguiente temporada.

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-Luces Apagadas-

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Existe un tipo de hambre distinto al que las personas sienten la mayor parte de sus vidas. Un hambre que no nace en el estómago debido a la falta de alimento. Ni proviene del cerebro por una existencia vacía y aburrida que reclama conocimiento, esperanza, ilusión... no, no era esa clase de hambre la que acechaba a Marinette cada día un poco más. Cada noche. Cuando miraba hacia la ciudad encendida más allá de la barandilla de su balcón.

Lo que ella sentía nacía en su pecho. Era como un vacío que se hacía más grande cada minuto que pensaba en él, a una velocidad tan vertiginosa que se manifestaba como una urgencia angustiosa. Era difícil de describir incluso para ella... solo podía sentirlo en su interior, haciendo tambalear sus pensamientos y todo lo que sabía, todo lo que creía querer... se transformaba en otra cosa. Pero ella sabía de dónde venía esa urgencia; era el resultado de reprimir sus emociones diariamente y masticar una amarga frustración mientras sonreía y salvaba la ciudad.

París. La ciudad del amor. ¡Cómo refulgía orgullosa, dichosa y encantadora más allá de su balcón!

Ella la guardaba del mal y de todos aquellos que querían destruirla baja las garras mentales de Lepidóctero. Hacía malabares con sus dos vidas y se entregaba al estrés que eso suponía para que, a cambio, los miles de ciudadanos que allí vivían pudieran seguir disfrutando del amor.

Cosa que, sin embargo, ella no podía hacer.

Ella callaba lo que sentía. Cada día veía a Adrien en la escuela y tenía que frenarse antes de que el corazón se le saliera por la boca porque solo era su amiga. Cada noche patrullaba con Chat Noir y fingía no sentir nada cuando sus cuerpos se rozaban en el aire o su mano tomaba la de él al aterrizar sobre algún tejado porque algo más que ser compañeros podría suponer una catástrofe. Lo había visto.

Marinette callaba, fingía, reprimía y suspiraba mirando al cielo. Se decía que aquello era lo correcto y asentía sonriente cuando Tikki también se lo decía, pero en lo más profundo de su corazón de adolescente, de chica normal y no de heroína sacrificada, sabía que no estaba bien.

Para ella no lo estaba porque ansiaba algo más.

Porque veía la felicidad en los rostros de sus amigos emparejados y su caminar ligero, casi flotando, cuando iban por delante de ella paseando de la mano y Marinette apretaba los dientes y se miraba los pies. Sentía el movimiento de Tikki en su bolso, apretándose contra su cadera en señal de apoyo pero no era bastante.

Alya y Nino.

Mylen e Iván.

Rose y Juleka.

Kim y Ondine.

Incluso, y esto lo había empeorado todo, Adrien y... Kagami.

Todos ellos podían entregarse al amor, pero ella seguía caminando sola.

Aquella noche repasó los rostros de todos ellos y sintió que la urgencia retrocedía (o se hundía) en el foso de soledad que la inundaba. Trató de alejarla respirando hondo, echó la cabeza hacia atrás tomando aire y arqueó la espalda para expulsarlo con fuerza. Su frente se recostó sobre la barandilla y sus labios temblaron un instante.

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