Capitulo 2:El alma se tiñe del color de sus pensamientos

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👑 ~La Sultana Melek~👑

Amberly avanzo por el muelle y paso junto al barco que la llevaría a diferentes partes. El galeón de Manila, que debía tener unos veinte años, descansaba en el atracadero. Era un bergantín de tamaño grande, con las velas cuadradas para lograr la mayor velocidad, pero con un casco demasiado pesado que quizás le restaba maniobrabilidad.

Se le retorcieron las entrañas. Que en el pasado, semejante embarcación hubiera capturado barios otros, después de haber sobrepasado a todas las que cruzaban el atlántico, era difícil de aceptar. Su mirada se poso sobre los hombres que trabajaban, junto al barco, y su expresión se relajo.

Con los baúles cargados en la carretas, la mercancía había sido debidamente expurgado de desperdicios

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Con los baúles cargados en la carretas, la mercancía había sido debidamente expurgado de desperdicios. Siempre que cargaban hacían lo mismo y apenas nadie notaba que ellos habían reunido tesoros inmaculados, salvo por las señales inevitables del peso de las atestadas carretas. Beltrán era muy severo respecto a eso: si cuidaban bien la mercancía, no tendrían problemas para regresar en el futuro.

Amberly se quedo observando cómo la tripulación utilizaba los aparejos de tierra para amarrar bien el barco. Solo después de que toda la mercancía haya sido cargada, tendrían permiso los demás para poder embarcar.

La princesa reviso una vez más sus pertenencias para no olvidar nada, aunque lo cierto era que no sabía lo que Amelia había metido en esos baúles. Durante todo el día había estado pendiente de que atardeciera. El vendría, se repitió mas de una vez, notando que todo el cuerpo se le ponía rígido.

Miró a su alrededor, a los mástiles del barco, la interminable longitud de los embarcadores, los diminutos almacenes de tabaco, lana, vino y otros artículos de comercio. Había movimiento en todas partes, marineros y trabajadores del muelle. Una profusión de olores impregnaban el aire; olía a cabras y a caballos, a especias, a sal marina, alquitrán y bostas secas.

Amberly sabía que iba extrañar demasiado su hogar. Era primavera y los prados se pusieron más verdes y a rebosar de prímulas y flores silvestres, y los setos habían florecido. Según Amelia, eso significaba un buen presagio.

La pasarela del galeón de manila fue bajada totalmente y asegurada. Mientras observaba como los de la tripulación entraban, vio una silueta mediana y delgada, abriéndose paso entre ellos.

Al cabo de un rato, Amelia se había subido al barco, para inspeccionar metódicamente el camarote descendió al muelle y se acercó a Amberly con una sonrisa en su rostro mientras sujetaba el sombrero firmemente en su cabeza.

-¿No a venido nadie a despedirnos?- pregunto Amberly con inquietud.

-No, princesa.

La preocupación puso un ceño en la frente de la princesa.

-Entonces es probable que el príncipe no pudo retrasar su regreso a la campaña.- Carlos le había dicho que posiblemente no la despediría, ya que el señor Ruy estaba insistente en irse lo más temprano. Pero que el haría cualquier cosa por ir a verla.

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