CAPITULO 11: CUENTA REGRESIVA (parte 2)

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Bernun, República de Prusia, 21 de marzo del año unificado de 1943
Durante días estuvo posponiendo aquella visita, con fin de alargar lo más posible la inevitable reunión con aquel anciano buscó hasta la más mínima excusa, desde tediosas conferencias rutinarias hasta supervisar el avance de sus muchos proyectos, aquellas productivas distracciones habían elevado en gran consideración a su favor la opinión pública pero eso no dejaba de lado que eran meras distracciones, una y otra vez le dio vuelta al asunto en su mente, sin embargo simplemente la idea de estar de nuevo en aquella exuberante mansión soportando las interminables quejas de Conrrad le arrebataba toda voluntad de confrontar la situación, sin embargo sabía muy bien que no podría seguir postergando su reunión, -Mi líder, estamos apunto de llegar a su destino-, dijo su chofer sacándola de sus siesta, -está bien-, dijo Defurechaff mientras inspeccionaba que su uniforme estuviera en orden, así fuera un mandatario o un anciano desquiciado su imagen debería estar impecable e imponente, una vieja costumbre que había adquirido a lo largo de su vida pasada y que continuó cultivando en esta.
Una vez que termino con su inspección volteo hacia la ventana y contemplo el sombrío paisaje, pese a estar en las puertas de la primavera el clima era bastante gélido y el cielo estaba totalmente nublado lo cual reducía aún más sus ganas de estar ahí, -es trabajo no hay nada que hacer-, dijo Degurechaff entre suspiros y reproches, durante todo el tiempo que estuvo evitando a aquel Banquero no hubo un solo día en que no llegaran cartas de su parte suplicándole que fuera cuanto antes, sin embargo lo que no paraba de preocuparle era que cada carta era más desesperada que la anterior, "¿en que se habrá metido ese viejo?", aquella pregunta había estado rodeando la mente de Defurechaff durante un tiempo, si bien la vida de Conrrad no es algo que fuera de su interés, no podía permitirse perder al cerebro de su Preciado Reichbank, al menos aún no, no hasta que encontrara un remplazo tan competente como aquel viejo, sabía perfectamente que pese a ser una piedra en sus zapatos era de los pocos economistas que se podrían hacer cargo del complicado modelo económico que había impuesto, sin una cabeza competente a cargo del Reichbank todos los planes que tenia a futuro podrían quedar estropeados.
Cuando el auto finalmente se detiene, la imagen que tiene ante ella no hace más que alertarla, aquel magnífico jardín que rosas del que se admiraba tanto estaba seco y descuidado, tal como si hubiera estado abandonado durante días, una nerviosa sirvienta se apresuró ante las rejas para poder abrirlas al notar que Defurechaff avanzaba lentamente contemplando la lujubre vista ante ella. La fría corriente de aire arrastraba las hojas secas que se apilaban por el lugar, simplemente el lugar estaba abandonado, -¿ocurrió algo?-, preguntó Degurechaff llena de curiosidad a lo que apenada la sirvienta contestó, -el amo Conrrad despidió a la mayoría de la servidumbre hace días, los únicos que quedamos somos antiguos trabajadores de su familia-.
-¡¿acaso ocurrió algo con Conrrad?, ¿esta enfermo, o acaso tiene otra cosa-.
"Mierda, si algo le ocurrió a ese viejo deberé buscar su remplazo cuanto antes o todo se podría venir abajo", pensó Degurechaff con total angustia en su rostro a lo que la sirvienta le ofreció una dulce sonrisa y le dijo, -oh, señora presidenta, agradezco mucho la preocupación que tiene por el amo Conrrad, pero él se encuentra bien, aun contra su voluntad accedió ver a varios especialistas y todos llegaron a la misma conclusión de que se encuentra en perfecto estado....sin embargo....-, justo cuando la sirvienta se detuvo Tanya se percató de aquella frase tan extraña, (aun contra su voluntad, por lo que en ese momento se detuvo a preguntarse (¿por qué Conrrad rechazaría ver al médico?).
-Presidenta Degurechaff, no importa lo que digan los médicos o sus informes, el amo Conrrad no está bien-,
-¿qué quieres decir?-, preguntó Degurechaff con extrañeza ante las puertas de la mansión, -durante los últimos días el amo ha estado paranoico, no sale de la mansión, no habla con nadie, apenas si come, no le permite a nadie salvo a mi entrar a la residencia...incluso por las noches lo he escuchado gritar, como si estuviera discutiendo con alguien-, de repente unas lágrimas salieron del rostro de la sirvienta mientras juntaba ambas manos en forma de súplica y decía, -por favor Presidenta Degurechaff hable con el, cada día que no recibía noticias de usted su estado solo empeoraba, temo por el bien del amo-, justo después de decir esas palabras la triste sirvienta se retiró de la entrada para poder continuar sus labores.
-bueno...aquí vamos-, dijo con reservas Degurechaff mientras tocaba el timbre-, un contundente pitido sonó e hizo eco a lo largo de la mansión, más nadie contestó. En situaciones normales algún sirviente hubiera abierto la puerta y la hubiera conducido al lugar de la reunión, por lo que aquella evidente ausencia confirmaba la historia de la sirvienta.
Nuevamente tocó, unos segundos pasaron en silencio cuando el claro sonido de un gatillo cargando se oyó del otro lado de la puerta, -¿quien eres y qué quieres aquí?-, pregunto la ronca voz de un hombre mayor.
-¡tranquilízate anciano!, soy yo, Tanya Degurechaff, hace días me escribiste cartas pidiendo verme-, exclamo alarmada Degurechaff mientras que daba unos pasos para atrás y preparaba su arma.
-¡¿como se que no es alguna clase de trampa?!-, volvió a preguntar Conrrad en un estado de total alteración, -quienes pruebas, bien, antes de llegar al poder te opusiste a cada cambio económico que propuse, incluso me llamaste bolchevique, ¿suficiente para ti?, por qué si es así baja el arma y ábreme de una maldita vez-.
Un momento de silencio se hizo presente, seguido de el sonido de múltiples cerrojos abriéndose.
Casi en un abrir y cerrar de ojos Conrrad abrió la puerta, jaló rápidamente a Degurechaff hacia adentro y nuevamente se apresuró a cerrar todos los cerrojos.
-¡acaso estás demente!, tu....-, su iracundo reproche fue frenado únicamente por la alarmante vista que tenía ante ella, ventanas cerradas con tablas de madera clavadas a las paredes, varios rifles de cacería amontonadas en una mesa junto a un cajón repleto de cartuchos, papeles y documentos regados por todo el suelo de la primera planta, más lo que más le inquietó fue lo que parecía ser la frase ( Ist sie meinte? Oder alle anderen? ) (¿ella miente?, ¿o son todos los demás?) tallada a lo largo de una gran pared de madera pura.
~¿que carajos paso aquí?~ se preguntó Degurechaff con voz temerosa mientras instintivamente ponía su mano en su arma.
-¡Degurechaff gracias al cielo está aquí!, ¿esta segura de que nadie la siguió hasta aqui?-, dejó Conrrad mientras observaba los alrededores de la entrada por las rendijas que habían dejado los tablones de madera.
-segura.....-, dijo atónita Degurechaff mientras contemplaba aquella escalofriante escena, -¡excelente!- dijo entusiasmado mientras que se volteaba hacia Degurechaff, ~bien....por donde comienzo....a ver...~,
-eh....¿seguro que no quieres tomar asiento Conrrad?-, pregunto Degurechaff con genuina preocupación,
-no hay tiempo para eso Degurechaff tengo demasiado que decir, demasiado que confesar, demasiado que expulsar de mi-,
"De qué demonios está hablando este viejo", se preguntó Degurechaff mientras se sentaba en el sofá de la sala,
-muy bien-, dijo tras suspirar intensamente, -escúcheme Mi Líder, muchos están detrás de su cabeza....están planeando su caída y si lo logran toda Prusia caerá con usted-.
-vamos Conrrad, crees que no estoy al tanto de ello....espera....-, en ese momento se percató de un hecho que le hizo hervir la sangre, -espera....acaso tu....-, un intenso impulso de asesinar a Conrrad surgió dentro de ella nacido del sentimiento de traicion y de peligro más fue frenado por la desesperada verborrea de Conrrad, -¡le juro que no soy un traidor Mi Líder!, c-comenzó con sueños y visiones, luego le siguieron voces y extraños pensamientos que me decían que usted nos engañaba a todos-, los ojos de Degurechaff se abrieron como platos ante su explicación, pues por más que deseara matarlo una pequeña parte dentro de ella le decía que tenía sentido, -n-no se como explicarlo, e-era como si poco a poco alguien me implantara el sentimiento de que usted era un mal que tenía que ser erradicado, un tiempo lo creí así señora presidenta y llegue a conspirar contra usted pero a la par que veía los resultados de todos sus planes me di cuenta que usted es la única opción para Prusia-, Tanya sintió como la la cabeza le diera vueltas; confusión, pánico y el inigualable sentido de traición la asaltaron, más todo aquello se disipó claramente cuando posó sus ojos en un artefacto que al identificarlo hizo que se le helara la sangre, -D-director Conrrad tengo una sola pregunta para usted y de eso dependerá su destino,
-estoy dispuesto a hacer lo que sea para demostrar mi fidelidad al partido, puedo testificar contra todos los traidores, así como reve....-, -todo eso me importa y te perdone o no me lo vas a decir, pero.... ¿de donde sacaste ese maldito rosario?- Conrrad volteó hacia El Rosario que traía puesto, uno que Tanya conocía a la perfección, uno que sabía muy bien lo que podía hacerle a sus poseedores, (o al menos lo que le había hecho a ella), -oh, ese rosario lo encontré un día en mi correo, al considerarlo una valiosa antigüedad decidí conservarla-, un suspiro de pena salió del cansado cuerpo de Degurechaff, "así que esto es lo que les sucede a los que se resisten al control de ese bastardo", mientras pensaba eso se paró de su lugar y con firmeza arrancó El Rosario destruyéndolo en varios pedazos, luego con gentileza posó su mano en el hombro del agitado anciano mientras decía, -escucha, todos tus cargos quedarán suspendidos, colaborarás junto al Agente Albert y el Coronel Günter hasta que este asunto quede sancado-.
-ooooh, gracias Mi líder no la de el...- su genuino agradecimiento fue frenado con una mano mientras que juntaba a su instrucción, -pero deberas abandonar la residencia junto con todas tus pertenencias, solo se te permitirá llevarte tu documentación y selectas propiedades de valor, las cuales serán evaluadas personalmente por mi, por último serás reubicado dentro de una casa de seguridad que será vigilada las veinticuatro horas para asegurar tu fidelidad al partido-, los marchitos ojos de Conrrad recuperaron su brillo nuevamente para posteriormente como si fuera impulsado por un resorte se levantó de su asiento y con una mano en el aire exclamó, -¡es un insignificante castigo por tal afrenta al partido, juro por mi vida servirle con cada fibra de mi ser para poder pagar su piedad-, "¿castigo?, te estoy salvando idiota", pensó Degurechaff mientras que se alejaba y tomaba nuevamente su asiento, -no es piedad Director Conrrad, solo que eres un miembro vital del partido y agradezco tu honestidad pero ya seguimos la pista de los traidores desde hace tiempo por qué estamos preparados para frenar su revolución her Conrrad-, aquella tranquilidad que había empezado a nacer de Conrrad se esfumó al oír la confiada respuesta de Degurechaff, -¿Revolución?, no hay ninguna revolución mi líder-, los ojos de Tanya se abrieron de par a par ante ello por lo que entre temblores le preguntó, -¿q-que quieres decir con eso Conrrad?, tenemos bajo vigilancia sus armas y sus puestos en la capital han caído, ¿qué quieres decir con qué no es una Revolución?-, justo cuando terminó de decir eso el sonido de camionetas, inmediatamente Degurechaff se asomó a la ventana y vio a varios hombres armados arremetiendo a la mansión, -¡sabía que vendrían por mi!-, Gritó Conrrad entre risas desquiciadas, -¡explícame qué está pasando aquí!-,
-es claro ¿no?, sabían que pensaba entregarlos así que vinieron a silenciarme primero, JAJAJAJA, ¡por qué cree que tengo estas armas aqui!-, entre risas desatadas los matones comenzaron a acribillar la mansión, "¡maldición, otro genio arruinado por el ser x!", pensó mientras se apresuraba a tomar un rifle, tan pronto como lo tomaron tanto Tanya como el anciano comenzaron a responder el fuego y entre una intensa lluvia de balas Degurechaff exclamó, -¡escucha Conrrad, si salimos de esta vas a tener mucho que explicar!-, una burlona carcajada salió del anciano mientas que acertaba a uno de los las asaltantes, -vamos Degurechaff, realmente crees que no saldremos que esta-.
Aun para su edad Conrrad manejaba el fusil con maestría pues si bien el no era un hombre de guerra era un amante de la cacería. Entre tiros e impactos nuevamente Conrrad le acierta a otro por lo que Degurechaff entre bromas le dijo, -valla, si te hubiera conocido más joven tal vez te hubiera reclutado-, una granada voló gran parte de la imponente puerta de la mansión cuya metralla cayó sobre Conrrad. Herido y eufórico tosió se recostó sobre parte de la acribillada pared y entre vomitos de sangre le dijo, ~incluso hasta el final sigue tan arrogante Degurechaff~, el dolor intenso de la metralla hizo frenar las palabras del sumamente herido Conrrad y tras un enorme esfuerzo continuó hablando, ~fuiste una socia totalitaria, una jefa despota y una camarada terrible....pero....de todas formas.....fue un honor.....servir.... a su causa~, estas fueron sus últimas palabras antes de que perdiera la conciencia, más antes de que la perdiera por completo alcanzó a decirle al anciano, -descansa Conrrad....si sobrevives a esto....te habrás ganado un ascenso-, dicho esto tomó su fusil y pateo la puerta, -¡maldición es el demonio del Rin!-, exclamo con terror mientras que el resto abrió fuego sobre ella, sin embargo el calibre de sus armas fue insuficiente para perforar su escudo, "bastardo ser X, juro que me las pagarás", exclamo con sigo misma al ver el lamentable estado de Conrrad, exhalo una enorme bocanada de aire y exclamo.
~oh dios, dame la fuerza para poder salvar a tus hijos indefensos, dame la fuerza para exterminar a la plaga de la patria y dame la fuerza para para golpear con el martillo de la justicia a los impíos traidores ante mi~, un brillo comenzó a emanar del pecho de Degurechaff junto con su Gema de cálculo, mientras que desesperados los asaltantes comenzaron a abrir fuego como si su vida dependiera de ello, -¡maldición Degurechaff, por qué no mueres de una vez!-, exclamo el que parecía el líder de los matones, los proyectiles abollados caían sobre el suelo con un continuo tintineo ante el potente escudo de Degurechaf, aquel dorado brilló que emanaba de la joven se desplazó a lo largo del fusil, los ojos de los asaltantes temblaron de terror al observar a la distancia la inmensidad de Maná que se almacenaba en el fusil, había sido tanta magnitud que aquella arma de uso civil comenzó a agrietarse al no ser capaz de contenerla, finalmente aquel incesante tiroteo terminó cuando se percataron de que su resistencia había sido en bano y de que de no alejarse de la zona de impacto se volvería la escena en un auténtico baño de sangre, finalmente el sello se hizo visible frente al inestable fusil y con un simple movimiento todo aquel poder se desató sobre los aterrados asaltantes.
Apenas el hechizo se detonó, el arma que sostenía Degurechaff estalló en mil pedazos y ante su mirada el infierno absoluto se desató, la explosión fue de tal magnitud que todo en su rango fue reducido a simples escombros y en el centro del impacto yacía un enorme cráter cuyo interior contenía lo que parecían ser trozos carbonizados e irreconocibles de lo que alguna vez fueron humanos. Aterrado por esta escena uno de los conductores que logró sobrevivir a la catástrofe aceleró tan rápido como pudo entre el humo y los escombros, -eso traerá problemas-, dijo Degurechaff hacia sí misma mientras que volvía apresuradamente hacia el interior de la destruida mansión para analizar el estado del anciano.

Youjo Senki Volumen XXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora