Capítulo 1.

115 5 4
                                    

Leighton POV.

—Eeeeey —me saluda con entusiasmo pero el tono de su voz es igual de grave y pesado que siempre. Una sonrisa se dibuja en su cara segundos después.

Yo me echo sobre la cama, arrugando las sábanas limpias que mi madre acaba de cambiar.

—¡Tengo una buena noticia! —le anuncio contenta. Él no dice nada, permanece callado a la espera de que siga hablando—: Resulta que al final estaré ya en Londres para el fin de semana.

—¡Eso es genial, Leighton! —la sonrisa no abandona su rostro—. Estoy deseando verte, no sabes cuánto… estos dos años sin ti han sido eternos.

—Sabía que no podías vivir sin mí, pero no pensé que fuera tan exagerado —río mientras hablo y él se sonroja un poco. Es broma y no lo es.

Cuando me marché a vivir a York, lloré en sus brazos durante una hora entera mientras él sollozaba en silencio y a la vez me consolaba. No sé cómo hemos sobrevivido el uno sin el otro tanto tiempo.

—¿Y vas a vivir entonces con tu hermano, aquí en Londres? —pregunta mientras se pasa la mano por los rizos color chocolate. Yo asiento y hago un mohín con los labios.

—Y con su compañero de piso y mejor amigo —le recuerdo. Él se ríe—. No es que sea tan horrible, es solo que… uff, cuando por fin consigo volver a Londres me veo obligada a vivir con mi hermano y el otro… no era mi plan ideal.

—Al menos ya tienes una casa, eso está bien.

—Es verdad, ¿cómo va lo tuyo? ¿Has encontrado ya un piso para vivir?

—Estamos en ello, supongo que al final alquilaremos cualquier cosa que esté cerca de la universidad.

—¿Alquilaremos? —le cuestiono.

—Sí, ¿no lo recuerdas? —niego y él se ríe—. Yo y …

—¡Ah, ya! ¡El chico ese con el que te hiciste tan amigo justo cuando yo me fui!

Ni si quiera le dejo que me recuerde el nombre, no me interesa saberlo para ser honesta. Sé poco de él, que arrastra a mi mejor amigo a fiestas en las que a saber qué se consume, que por culpa de ese chico más de una vez, mi mejor amigo ha olvidado nuestra “cita” vía Skype. No siento ni una pizca de curiosidad por ese chico. Lo ha mencionado más de un par de veces, y aún así yo no recuerdo el nombre, no me parece importante.

—Sigues haciendo eso… —él comenta con fastidio. Pero sé que en verdad no está molesto. Yo me río.

—¿De qué hablas? —pregunto haciéndome la tonta.

—Interrumpirme en mitad de las frases, ¡nunca dejas de hacerlo! —yo suelto una risotada y él me recrimina con la mirada—. Diría que empezaste a hacerlo en cuanto empezaste a hablar, Leighton. Es algo muy serio, ¿no te das cuenta de lo molesta que eres? —su tono de voz parece algo más serio ahora.

Le miro seria, poniéndole a prueba. No tarda más de diez segundos en soltar una sonora carcajada que rebota entre las paredes de mi habitación semivacía de cuan fuerte es.

—No es justo, sabes que si me miras así no voy a aguantar reírme.

—La verdad que tienes razón. Creo que la primera vez que te corte a mitad de una frase fue a los seis años —le digo recordando de forma clara y nítida la imagen de sus mofletes hinchados, rojos como dos tomates cuando le interrumpí en mitad de su presentación sobre su héroe: Clifford, el gran perro rojo.

—Me causaste un trauma, ¿sabes? —bromea—. La señorita Ringston te echo una buena bronca aquella vez, eh.

—Cierto —digo rápidamente. Pero no sirvió de nada.

How did we end up here?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora