CAPÍTULO X

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Vio una casa. Estaba un poco descuidada.

Vislumbró a una mujer, traía capucha. Ya sabía que era Jasmine.

Esperó paciente a que madre le tomase la mano. Aún no ha podido ver su rostro, pero puede sentir aquella conexión madre e hija.

Está enfrente de la otra inmensa casa. Con el mismo dolor insoportable calándole los huesos.

Su madre la ayudó a seguir. Llegó a la habitación. Se detuvo en medio de la estancia, al lado de una de las camas.

Pero no se desvaneció. La miró desesperada.

—Se te acaba el tiempo. Estás en peligro.

Ivy estaba tirada en el suelo, el pasto verde está manchado de sangre y él está de espaldas, ve a Jasmine sobre su hombro. Él va a matarla.

—¡Ya me tienes! —gritó desesperada. El hombre alzó sus hombres ante su leve risa. Subió las mangas de su camisa, mostrando un tatuaje de la cabeza de un lobo rugiendo en su antebrazo.

—Sí. Al fin te tengo, ansiada y querida Adele.

—¡NO!

Erick se exaltó al oír su grito. Se había quedado dormido en una silla que había puesto frente a su cama. Ya iban cinco noches en las que se quedaba a su lado. Erika había mejorado, pero Adele aun continuaba con el temor de que dejara de respirar en cualquier momento y dormía con ella. Erick, preocupado por lo meditabunda y apagada actitud que ella había adoptado, se quedaba a su lado todas las noches para intentar consolarle.

—¿Qué ocurre? —Adele lo abrazó, sin dejar de llorar. Tomó su mano y apartó la manga de su camisa, Erick la miró confundido. Sintió un vacío en el estómago al ver el tatuaje. El conde la tapó, incómodo, hace unos días ella lo había visto, pero no le había comentado nada, entendiendo que no quería hablar de eso. Tomó su rostro y la miró preocupado—. Dime qué tienes, por favor. Me estás matando.

—Tengo miedo.

—¿A qué le temes? Erika ya está fuera de peligro, el doctor Jones te lo ha confirmado ¿Por qué sigues teniendo miedo?

—Le temo al futuro. Temo no poder ser feliz contigo—se sinceró.

— ¿Crees que no puedes ser feliz a mi lado porque no...me quieres lo suficiente?

Sus mejillas estaban empapadas de lágrimas, estrechó sus manos y las besó, cerrando sus ojos con fuerza.

—Te quiero tanto que se me desgarraría el corazón si alguna vez...llegara a perderte...No podría soportarlo.

—Adele—sonrió, con el corazón rebosante de alegría al escucharla—. Estamos bien ahora, lo estaremos mañana y trabajaremos para estarlo el día siguiente. Piensas tanto en el futuro que no te das chance a disfrutar el presente. Concéntrate en este momento, tú junto a mí. Nada más—Adele asintió con desgana—. Debo ir a Nashville hoy, pero estaré aquí para la cena. Podremos conversar del compromiso, ya que les has dado largas. Ni siquiera me has permitido anunciárselo a Úrsula por correspondencia.

—Las chicas...no están en el mejor momento para asistir a una boda, y yo realmente no deseo casarme. No me mires así, no deseo casarme ante una religión que no practico y aún lo pienso antes de casarme legalmente. Sería convertirme en tu propiedad más que en tu pareja sentimental.

—¡Adele! —le reprochó, incrédulo.

—No significa que no quiera estar a tu lado. Podemos unirnos ante dios de muchas formas. Pero en cuanto ser la condesa... déjame meditarlo un poco más. No es fácil para mí sentirme libre durante toda mi vida y de pronto atarme como si fuese ganado.

ADELE: ALMA DE GITANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora