CAPÍTULO XII

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Si su madre había hecho todo lo que estaba en sus manos y aún así el destino continuaba el mismo rumbo...

¿Qué le quedaba a ella?

—¿Qué viste, Adelita? Dime que viste.

—Muerte—respondió con desdicha, una lágrima rodó por su mejilla—. Erick...—su voz se quebró—, él asesinará a Ivy y luego a nosotras—lloró desconsolada—. Y yo no pude matarlo...no pude matarlo...—comenzó a negar, con el rostro compungido y desesperado, como la persona que había empujado a los que más amaba hacia su propia destrucción. No se lo perdonaría.

Ella tuvo que evitarlo.

Y no pudo.

Porque lo amaba. Con todo su corazón.

Pero seguía sin comprender, ¿por qué Erick? Él no era el primogénito. Era el menor de tres hermanos, él se lo había dicho.

¿Le había mentido? Imposible.

Jasmine caminó hasta el fuego y arrojó la carta. De inmediato la hoja fue consumida por la candela. Volvió a acercarse a Adele y la tomó de los hombros, zarandeándola.

—Ninguna de ustedes morirá—espetó, mirándola determinada—. Nadie sabrá sobre esa carta, nadie se enterará nunca de la verdad. Burlaremos al maldito destino y trazaremos el que se nos dé la gana.

—¿Crees que no lo pensé? Hice todo lo que se me fue posible para tratar de cambiar los sucesos... Pero ya ves como resultaron las cosas—limpió sus lágrimas.

—Esta vez, será diferente. Yo voy a ayudarte. Debemos trazar un plan. Pero las chicas no pueden enterarse de esto. Debemos mantenerlas a salvo, en la ignorancia—Jasmine tomó su rostro—. Adele, nadie puede saber que eres hermana del príncipe de Kent. Nadie, ni siquiera Cristopher, no sabemos si él te busca para entregarte al primogénito de la casa Beaumont, no sabemos cuáles son sus intenciones—El terror alumbró el rostro de la gitana.

La mirada de Jasmine le atemorizó.

—¿Qué planeas hacer?

—Romper esta maldita cadena de una vez por todas y desligarnos de toda esta mierda. Ya hemos pagado demasiado por los actos de nuestros padres, hemos sufrido lo suficiente por los ambiciosos y miserables. O Cambiamos el curso de esta historia, o morimos en el intento.

—No. La única manera de cambiar el curso de esto, es siendo felices. Es olvidando, Jasmine. No voy a detenerte para que cumplas con tus deseos de venganza. Pero debes entender que, la única forma de romper esta cadena, es olvidar. Por más doloroso que resulte—la miró suplicante.

— Soy tan ambiciosa y voy contra todo, que me atreveré a cumplir mi venganza y romper la cadena. Quiera o no quiera, el destino va a tener que doblegarse ante mí—sus ojos se nublaron—. Y creo que ya sé cómo voy a burlarme de él—ensanchó su sonrisa. Se acercó a Adele y la abrazó, pero esta no se sintió consolada—. Todo estará bien, me encargaré de que estén a salvo y que sean felices. Lo juro por la memoria de mi familia—se apartó y la miró, atenta, como una madre que les daría instrucciones a sus hijos antes de ir a la escuela—. Por ahora, debes quedarte aquí. Le pediré al señor Pagano que te dé alojamiento por un tiempo para que estés a salvo.

—No logro ver que es lo que harás—comentó Adele, mirándola a los ojos. Jasmine sonrió pícara.

—Eso es bueno. Nos veremos luego, Adelita.

La pelirroja abandonó la habitación, dejándola sola con la inmensa verdad que acababa de descubrir. Se levantó para tomar la caja y vio que había algo más adentro. Era un collar de ámbar, como el que ella tenía, estaba envuelto en una tela amarilla y un retrato. No pudo contener el llanto al ponerle rostro a su madre. Era hermosa. Estaba junto al que creía era su padre, una bebé pequeña y un niño. Las lágrimas cayeron sobre el dibujo. La giró.

ADELE: ALMA DE GITANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora