Estaba fascinada por tanta variedad de colores, sonidos y ambientes tan vivos. Había escuchado mucho sobre aquel carnaval, pero había superado con creces sus expectativas. Un pie delante de otro, con las manos extendidas horizontalmente y sin dejar de sonreír, Adele caminaba por el barandal de piedra para pasar más rápido para evitar al cúmulo de gente. Entre el festejo y la cháchara, ignoraba que un hombre caminaba a su ritmo, viéndola, lleno de admiración. Una mujer ebria se echó hacia atrás, tropezando con las piernas de Adele y haciendo que perdiera el equilibrio.
—¡Ah! —antes de que pudiera caer, alguien la sujetó del brazo y la jaló, haciendo que cayera sobre su pecho.
—¿Se encuentra bien? —alzó la mirada al oír su voz ronca y grave, quedándose prendada en sus ojos azules, mientras a él le pasaba lo mismo con aquellas gemas color esmeraldas que brillaban al mirarlo
Se recompuso y se apartó, avergonzada y ruborizada.
—Sí-sí. Gracias—le sonrió.
El hombre tenía una máscara blanca y hermosa que cubría la mitad de su rostro, pudo ver su sonrisa ladina y se puso algo nerviosa, pues la presencia del enmascarado era muy imponente, como si disfrutase turbarla y hacerla sentir pequeña.
—No debería subirse a los barandales, es peligroso—pero ella ya se estaba subiendo de nuevo cuando lo escuchó. El hombre la tomó de la cintura y la bajó, mirándola con intensidad—. No lo haga más—sonó más a una orden que a un pedido. Adele no pudo evitar sonreír y asentir.
—Si le pone tan nervioso...entonces usted podría ayudarme apartando a toda esta gente, necesito llegar a un lugar, si lo hace, le leo la fortuna.
—¿Lee usted la fortuna? —inquirió incrédulo.
—Si no la leyera, no se lo ofrecería.
—Puede ser usted una charlatana.
—No lo soy, de ser así, no sabría que usted no me hará ningún daño—el hombre no pudo evitar mirarla conmocionado por sus palabras—. Ya lo ve.
—Lo que eso me demuestra, es que es una mujer muy ingenua.
—Entonces, ¿me hará usted daño?
—Jamás—respondió firme y seguro.
Adele sonrió mientras caminaba y el hombre apartaba a todo el que estuviese enfrente, ni siquiera era necesario tocarlos o hablarle, su sola presencia intimidaba y obligaba a obedecer.
No se despegaron uno del otro, ella no paraba de hablar de su travesía y el hombre la escuchaba atentamente interviniendo solo para decir que estaba de acuerdo con ella en muchas cosas que decía. Vieron a muchas parejas teniendo sexo en los puentes, orgías en plena calle y demás desastres, Adele no dejaba de estar avergonzada y el hombre siempre trataba de llevarla a lugares más «decentes»
—Es aquí, fue el primer puente que vi al llegar.
—Pero si es el más horrible de todos, ni siquiera los más depravados están aquí haciendo de las suyas, es horrible.
—No vea el puente—le reprochó ella—. Vea la luna ¿no está hermoso el cielo desde aquí esta noche? Es la mejor vista de toda Venecia.
ESTÁS LEYENDO
ADELE: ALMA DE GITANA
Ficção HistóricaAdele es una gitana de corazón noble y un espíritu lleno de vida. Guarda un don muy especial; la habilidad de ver más allá de los ojos humanos. Ver sentimientos. Ver el futuro. Adele puede ver una muerte. Adele puede ver a un asesino. No quiere que...