Capítulo 32

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«Prepárense» dijo.

—Combates bien para ser una chica —le dijo Atlas a la diosa, riendo—. Pero no eres rival para mí.

Le hizo una finta con la punta de la jabalina y Artemisa la esquivó. Rápidamente, él Titan volteó la jabalina y derribó a la diosa, dándole en las piernas. Mientras ella caía al suelo, Atlas se dispuso a asestarle el golpe definitivo.

—¡No! —gritó Zoë.

Saltó entre su padre y Artemisa y lanzó una flecha a la frente del titán, donde quedó alojada como el cuerno de un unicornio. Atlas bramó de rabia. Le dio un manotazo a su hija, que fue a estrellarse contra un grupo de rocas negras.

—No... — dijo Fransie en en un susurro, lo único que podía salir de su boca, aunque su intención había sido gritar.

Zoë cayó lejos de su rango visual y ya no se levantó.

—La primera sangre de una nueva guerra —dijo Atlas, muy ufano. Y descargó de golpe su jabalina.

Más rápida que el pensamiento, Artemisa se revolvió en el suelo. El arma pasó rozándola y ella se apresuró a agarrarla del mango. Tiró de él, usándolo como palanca, y le lanzó una patada al titán, que salió disparado por los aires. Fransie vió lo que pasaba y comprendió lo que iba a suceder.

Se preparó para lo que sucedería a continuación y, al mirar a Percy, supo que él también lo había entendido.

Ambos se liberaron de la carga del cielo y rodaron hacia los lados. El peso del cielo cayó directamente sobre la espalda de Atlas y a punto estuvo de laminarlo. Logró ponerse de rodillas mientras forcejeaba para quitarse de encima aquella fuerza aplastante. Pero ya era tarde.

—¡¡Nooooo!! —bramó con tanta fuerza que la montaña entera tembló—. ¡¡Otra vez nooooo!!

Atlas estaba atrapado de nuevo bajo su vieja carga.

Percy no parecía capaz de moverse pero aun así lo hizo; su rostro estaba rojo y parecía aterrado, pero sacó fuerzas y abrazó a Fransie por el cuello.

— Tonta... —le dijo al oído.

— Mira quien habla.

Fransie tuvo que controlar sus lágrimas, no era el momento, pero estaba tan aliviada...

—¡No lo mates! —escucharon gritar a alguien.

Annabeth, había llegado junto a Luke y Thalia sin que nadie se diera cuenta.

La hija de Zeus tenía la punta de su lanza apuntando al cuello de Luke y este estaba atrapado al borde del acantilado.

—Es un traidor —dijo Thalia—. ¡Un traidor!

—Llevémoslo —rogó Annabeth—. Al Olimpo. Puede... sernos útil.

—¿Es eso lo que quieres, Thalia? —le espetó Luke, sonriendo con desdén—. ¿Regresar triunfalmente al Olimpo para complacer a tu padre?

Thalia titubeó y él hizo un intento desesperado de arrebatarle la lanza.

—¡No! —gritó Annabeth, aunque demasiado tarde.

Sin vacilar, Thalia lo rechazó de una patada. Luke perdió el equilibrio y cayó al vacío con una mueca de terror.

—¡Luke! —chilló Annabeth.

Todos corrieron al borde del precipicio. A sus pies, un ejército de monstruos se había detenido en seco. Todos miraban consternados el cuerpo sin vida de Luke sobre las rocas.

Fransie sintió como si algo se quebrara en su interior.

Uno de los gigantes miró hacia arriba y gruñó:

—¡Matadlos!

Thalia estaba muda de dolor. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Percy las tomó de la mano a ella y Fransie y echaron a correr hacia las rocas sin hacer caso de las maldiciones y amenazas de Atlas.

—¡Artemisa! —gritó su hermano mientras se acercaban a ella y Zoë, que seguía tendida en el suelo.

La diosa levantó la vista con una expresión casi tan desolada como la de Thalia. El cuerpo de Zoë yacía entre sus brazos. Aún respiraba; tenía los ojos abiertos. Pero...

—La herida está emponzoñada —dijo Artemisa.

—¿Atlas la ha envenenado? —preguntó Percy.

—No, no ha sido Atlas —respondió la diosa.

Les mostró la herida que tenía Zoë en el flanco.

Fransie se arrodillo junto a ella y tomó su mano. No podía parar de temblar.

¿Qué era lo que pasaba que aquel día no paraba de empeorar?

— Fransie —la llamó la cazadora. su voz estaba ronca y débil— no lo hagas aun... no huyas, no es... tu momento...

— Zoë... ¿que...?

—Néctar y ambrosía —dijo Percy—. ¡Deprisa! Hemos de conseguirle un poco.

A ciegas, Fransie buscó la mano de su hermano y la tomó con fuerza. Debía comprenderlo, que ya no había nada que hacer.

—Las estrellas —murmuró Zoë—. No las veo.

Fransie contuvo un sollozo y, justo en ese momento, las cosas se pusieron rarísimas.

Un ejército de monstruos se acercaba a ellos, nadie se movía como si, en silencio, hubieran acordado recibir a la muerte.

Pero luego, de la nada, una avioneta de la primera guerra apareció de la nada y disparó una rafaga de balas con una metrayeta a la congregación de monstruos que se acercaba.

—¡Es... mi padre! —exclamó Annabeth, y las cosas siguientes pasaron tan rápido que Fransie a duras penas podía recordarlas.

Artemisa se llevó su cuerno de caza a los labios y su claro sonido resonó por los valles de todo el condado, la luz de la luna se hizo muy intensa y en seguida un trineo de plata tirado por ciervos aterrizó frente a ellos, la diosa dio la orden y todos subieron a él cargando a Zoë. Despegaron de inmediato, escoltados por el avión de la primera guerra pilotado por el padre de Annabeth y dejando al ejército de monstruos atrás, rugiendo de ira.

Pero los gritos más fuertes eran los de Atlas, que soltaba maldiciones contra los dioses y forcejeaba bajo el peso del cielo.

Hija de los Mares (Percy Jackson Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora