Capítulo 11

1.7K 219 5
                                    


– ¡Por favor! –dijo el señor D con fastidio– No me digáis que se ha perdido también.

Fransie frunció el ceño.

Dionisio debía referirse a Clarisse, quien había salido en una misión poco después de ayudar a llegar a Fransie al campamento y de la que no habían tenido ninguna noticia.

– ¿A qué se refiere? —preguntó Thalia– ¿Quién más se ha perdido?

En ese momento entró Grover, trotando y sonriendo con aire alelado. Tenía un ojo a la funerala y unas marcas rojas en la cara que parecían de una bofetada.

– ¡Las cazadoras ya están instaladas! –anunció.

Quirón arrugó la frente.

– Las cazadoras, ¿eh? Tenemos mucho de qué hablar, por lo que veo. –Le echó una mirada al chico nuevo, Nico –Grover, deberías llevar a nuestro joven amigo al estudio y ponerle nuestro documental de orientación.

– Pero... Ah, claro. Sí, señor.

– ¿Un documental de orientación? –preguntó Nico– ¿Será apto para menores? Porque Bianca es bastante estricta...

– Es para todos los públicos –aclaró Grover.

– ¡Genial! –exclamó el chico mientras salían del salón.

– Y ahora –añadió Quirón dirigiéndose a los recién llegados–, tal vez deberíais tomar asiento y explicarnos la historia completa.

Lo que los chicos contaron había dejado a Fransie de piedra.

Una mantícora, helicópteros, ametralladoras, Annabeth cayendo a un abismo colgada de un monstruo y casi probablemente muerta, y las cazadoras de Artemisa, a quienes era la primera vez que oía mencionar y que habían reclutado a la nueva mestiza, Bianca di Angelo, la hermana de Nico.

– Tenemos que organizar un grupo para encontrar a Annabeth. –dijo Quirón con aprehensión al señor D.

Percy y Thalia levantaron enérgicamente la mano.

– ¡Ni hablar! –soltó el señor D.

Todos empezaron a protestar –Fransie incluída–, pero él alzó la mano. Tenía en su mirada ese fuego iracundo que indicaba que algo espantoso podía suceder si no cerraban el pico.

–Por lo que me habéis contado –dijo– no hemos salido tan mal parados, después de todo. Hemos sufrido, sí, la pérdida lamentable de Annie Bell...

— Annabeth —lo corrigió Percy con rabia.

Todos sabían que el señor D solía confundir a propósito los nombres de los campistas y a nadie le importaba realmente, pero su hermano parecía realmente furioso, como si el decir mal el nombre de Annabeth fuera un insulto a su memoria.

– Sí, está bien —dijo el señor D– Pero habéis traído para reemplazarla a este crío latoso. Así pues, no creo que tenga sentido poner en peligro a otros mestizos en una absurda operación de rescate. Hay grandes posibilidades de que esa Annie esté muerta.

– Annabeth podría estar viva –dijo Quirón– Es una chica muy inteligente. Si nuestros enemigos la tienen en su poder, tratará de ganar tiempo. Tal vez simule incluso que está dispuesta a colaborar.

– Es cierto –dijo Thalia– Luke la querrá viva.

Luke. Allí estaba otra vez aquel nombre, el del chico que había traicionado al campamento. Travis y Connor, de la cabaña de Hermes solían mencionarlo una que otra vez.

– En tal caso –dijo el señor D– me temo que deberá arreglárselas con su inteligencia y escapar por sus propios medios.

Percy se levantó airado de la mesa.

– Percy... – susurró Fransie tomándole la mano para advertirle. Pero al chico parecía darle igual.

– Parece muy contento de haber perdido a otro campista –le dijo— ¡A usted le encantaría que desapareciéramos todos!

El señor D ahogó un bostezo.

– ¿Tienes algún motivo para decir eso?

– Desde luego que sí –replicó Percy– ¡Que lo enviasen aquí como castigo no significa que tenga que comportarse como un estúpido perezoso! Esta civilización también es la suya. Podría hacer un esfuerzo y ayudar un poco...

Durante un segundo se hizo el silencio absoluto, a excepción del crepitar del fuego. La luz se reflejaba en los ojos del señor D y le daba un aire siniestro. Abría la boca para decir algo (seguramente para soltar una maldición que haría saltar en pedazos a su hermano) cuando Nico irrumpió en el salón seguido de Grover.

– ¡Qué pasada! –gritó señalando a Quirón– ¡O sea, que eres un centauro!

Quirón logró esbozar una sonrisa nerviosa.

– Sí, señor Di Angelo, en efecto. Pero prefiero permanecer con mi forma humana, en esta silla de ruedas, al menos durante los primeros encuentros.

– ¡Uau! –Nico miró al señor D– ¿Y tú eres el tipo ese del vino? ¡Qué fuerte!

El señor D apartó los ojos de Percy y le dirigió a Nico una mirada de odio.

– ¿El tipo del vino?

– ¿Dioniso, no? ¡Uau! Tengo tu figura.

– ¿Mi figura?

– En mi juego Mitomagia. ¡También tengo tu cromo holográfico! ¡Y aunque sólo posees unos quinientos puntos de ataque y todo el mundo dice que tu cromo es el más flojo, a mí me parece que tus poderes molan un montón!

¿De qué carajo hablaba aquel chiquillo?

– Ah. –El señor D se había quedado estupefacto, perplejo de verdad, cosa que probablemente le salvó la vida a Percy– Bueno... es gratificante saberlo.

– Percy –dijo Quirón rápidamente– tú y Thalia ya podéis iros a las cabañas. Fransie, tu puedes acompañarlos también. Continuaremos con nuestra partida de póker en otra ocasión. Anunciad a todos los campistas que mañana por la noche jugaremos un partido de capturar la bandera.

– ¿En serio? –preguntó Percy– Pero si no hay suficientes...

– Es una vieja tradición –repuso Quirón– Un partido amistoso que se celebra siempre que nos visitan las cazadoras.

– Sí –musitó Thalia– Muy amistoso, seguro.

Quirón señaló con la cabeza al señor D, que seguía escuchando con ceño las explicaciones de Nico sobre los puntos de defensa que los dioses tenían en su juego.

–Largaos ya –ordenó Quirón.

—Entendido. Venga, Percy —dijo Fransie, y sacó a ambos chicos de la Casa Grande antes de que Dionisio se acordase de a quien quería matar.

Hija de los Mares (Percy Jackson Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora