–Ana, eres la más extraordinaria persona que he conocido -habló Kristoff emocionado mientras colocaba una rodilla sobre la arena. –Te amo con todo mi ser -afirmó sacando una bella sortija de compromiso de entre sus ropas. –¿Quieres ser mi esposa?
Tras escuchar aquella declaración los ojos de Anna se llenaron inmediatamente de lágrimas –Kristoff… -se arrodillado ante el rubio y le acunó el rostro entre sus manos –Lo siento, pero no puedo casarme contigo.
–¿Cómo?
–Lo siento tanto…
–¿Hice algo mal? -preguntó el rubio sintiendo como su corazón se contraía dolorosamente, arrebatandole las fuerzas incluso para mantenerse arrodillado, así que terminó por caer sentado sobre la arena completamente abatido.
–Creí que… que nos queríamos.
-Te quiero… pero estoy enamorada de alguien más.
Él había consolado cada llanto hasta hacerla sonreír, la había seguido en cada locura y la había alentado cada vez que se deprimía sin aparente motivo. Siempre estando únicamente para ella. ¿Y ahora decía que alguien más tenía su corazón?
–¿Otro Hans? -exigió saber mientras se paraba y dejaba salir toda la rabia y decepción que sentía.
–Lo siento…
–¿Sentirlo? ¡Eso no basta, Anna!
–Es suficiente -intervino la reina. –Kristoff, independientemente de la situación, no voy a permitir que le hables así a mi hermana.
–¿Pero si puedes permitir que me destroce el corazón? -indagó el rubio con lágrimas en los ojos y actitud amenazante.
–Quieto muchacho -le exigió el general Mattias tomándolo del hombro. –Te recuerdo que estás hablando con la princesa y la reina.
~~
Había pasado casi dos años desde aquel amargo momento, el tiempo necesario para ya no sentir nada, o al menos eso fue lo que creyó Kristoff. Sin embargo, cuando escuchó las campanadas del castillo de Arendelle y a la gente gritar emocionados que el bebé de la princesa Anna había nacido sin problemas, el dolor y el amor capsulado que aún poseía regresó para darle una fuerte bofetada, recordándole que a pesar de todo, él nunca había sido suficiente para ella.
–¿Iremos hoy a conocer al bebé?
–No lo sé, Ryder -dijo Kristoff mientras palpaba el lomo de Sven –Creo que deberíamos darle un poco de tiempo a solas, ¿no crees?
Incluso él lo necesitaba. A pesar de que hace no más de diez meses había vuelto al castillo completamente avergonzado, pidiendo la oportunidad de volver a cultivar una amistad que la necesidad de ser parte de la vida de Anna le exigía. Aunque le doliera cada vez que la miraba sonreír o incluso si su corazón se rompía al contemplar aquel embarazo concebido con magia y ayuda de los trolls. De un bebé que tenía el amor que Anna jamás entregó a nadie, ni siquiera a los prospectos más fuertes de los alrededores, aquellos hipócritas que aceptaban el embarazo de una "virgen" princesa que llevaba en su vientre la llave para quedarse con toda la riqueza de Arendelle. Buitres que Elsa se aseguraba de mantener a raya.
Sin embargo, muchas veces el rubio se preguntaba si él no era como ellos. Pero cada vez que lo meditaba a fondo, comprendía que sólo era un patético intento de hombre que se aferraba a un amor unilateral que jamás sería correspondido. Y tenía que conformarse con ser el buen amigo que Anna siempre había visto en él. Un simple amigo que no tenía cabida en un momento tan especial e íntimo.
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La prueba de nuestro amor
RomanceCuando Elsa y Anna creyeron que habían logrado ser feliz, un nuevo personaje aparece en sus vidas, amenazando con revelar secretos y algo peor...