2.

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–Hola cariño -saludo Elsa alegremente. –¿Pasa algo? -indagó al observar el semblante serio de la pelirroja.

–Que no pase nada es exactamente lo que no soporto más. 

–Creo que no estoy entendiendo de qué hablas. Si al menos me explicaras a qué te refieres.

Las manos de la joven pelirroja se aferraron a la tela del sencillo vestido color crema, intentando aminorar el nerviosismo que repentinamente se había instalado en ella cuando la reina le exigió que fuera más clara. 

–Yo… -titubeo un poco –En estos últimos meses me he sentido un poco olvidada. 

–¿De qué hablas? La mayor parte del tiempo estoy contigo y nuestra hija. 

–Y es hermoso compartir esos momentos en familia pero…. también te necesito como pareja. 

La reina se quedó en silencio mientras procesaba las palabras de su hermana –¿Te refieres a… ?

–Si. Y la abstinencia me está volviendo loca. Incluso ahora mismo mi entrepierna palpita desesperada deseando que te levantes de esa silla, me subas en el escritorio y me hagas tuya. 

Una declaración bastante directa que Elsa no se esperó. Y que mandando una descarga eléctrica que le erizó todo el cuerpo, despertando en ella un deseo inmenso tan parecido al que sintió la primera vez Anna besó su cuello. 

–¿Dónde está Nilsa?

–En el jardín, con Yelena. 

–Entonces, creo que como reina de Arendelle es mi responsabilidad tener satisfecho a mi pueblo -y con un movimiento de su mano generó una capa de cristal que cubrió completamente la puerta. –Sobre todo si se trata de la mujer que amo. 

Palpó la superficie de la mesa invitando a la pelirroja a ocupar ese lugar. Y cómo buena hermana menor obedeció, dejando que las manos de Elsa se metieran debajo del vestido y bajaran sutilmente la ropa interior, para darle libre acceso a unos delgados y largos dedos que se humedecieron al deslizarse entre los calientes pliegues rosas. 

–Sabes bien que disfruto cuando podemos amarnos por horas y sin nada estorbando entre nosotras, pero creo que tú pedido requiere de acción rápida y eficaz. 

–¡Con un demonio, Elsa! -gritó desesperada al sentir como el dedo pulgar de la reina jugaba con su ya sensible y abultado clítoris. –¡Entra! 

Un gemido nada discreto se le escapó a la pelirroja cuando dos firmes dedos se abrieron paso en su interior de manera rápida y profunda, generando una sensación cosquilleante y placentera por todo su cuerpo. Principalmente en aquellos pezones con los que Elsa jugueteaba por encima de la ropa con su cálida boca. 

Anna gemía con cada estocada que recibía –¡Oh, carajo! -se aferró al sedoso cabello de su hermana. –De verdad que tus manos son mágicas… 

Elsa sonrió ante aquellas palabras de doble sentido que le habían elevado el entusiasmo y la necesidad de dejar satisfecha a la mujer que le robaba toda la compostura y los buenos modales hasta convertirla en un ser hambriento de placer, con un punzante palpitar en su centro que le exigía atención. Así que aceleró el movimiento de entrar y salir, y hasta que sintió el orgasmo de Anna deslizarse por sus dedos, los saco lentamente del interior, le levantó el vestido hasta la cintura mientras ella misma desvanecía su ropa, lista para pegar su húmedo sexo con el de la pelirroja, generando un ritmico y brusco moviendo que las llevo a ambas a una exquisita culminación que las dejo agotadas y satisfechas. 

–Te amo, Elsa. 

–Y yo a ti.

–¿Podríamos repetir entonces?

La prueba de nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora