9.

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–¿Padre?

Había pasado un poco más de una década y aún así el corazón de Kristoff se aceleraba cuando Laila se dirigía él de esa forma. Quizás, porque aún no terminaba por sentirse un padre digno de la princesa de Arendelle. Una jovencita con grandes cualidades que contrastaban enormemente con las pasadas malas acciones de su abuelo y su progenitor. Un mérito que quería creer era suyo, de Sofía y de un matrimonio feliz. 

–¿Qué ocurre, princesa? 

–¿Puedo hablar contigo?

–Siempre estoy disponible para ti. 

–Yo… quiero confesarme a alguien, pero tengo miedo. Creo que me estoy adelantando demasiado. Ella aún no...

–¿Ella? 

La princesa agachó la cabeza y se ruborizó tanto que incluso en su piel levemente bronceada sobresaltaba tono rojizo. 

–Si, es una chica. 

–¿Estás segura de ello?

–A mis veinte, jamás había estado más segura de algo. 

–¿Entonces cuál es el problema?

–Ella… aún va a cumplir quince. Apenas será presentada como una señorita en sociedad. Cuando yo estoy a nada de recibir la corona de Arendelle. 

–Oh -un silencio se generó por algunos segundos. –¿No prefieres a alguien de tu edad? ¿Como a Tina, Lucilia o intentarlo con Jacob o Mauricio? Es decir, siempre creí que escogerías a alguno de ellos. 

–No, padre. Ninguno hace latir mi corazón tan rápido como cuando la miro a ella. Ni lo estúpida que me pongo cuando me habla. Tiene que ser ella. 

–¿Y tiene nombre esa jovencita? ¿Al menos la conozco?

–Si, padre, es Nilsa. 

La expresión que se formó en el rostro de Kristoff demostró lo adonadado que estaba ante la noticia. Es decir, Elsa y Anna se habían alejado de Arendelle, solo volvían al pueblo por víveres y para algunas festividades que la pelirroja no se perdía por nada.

–¿Desde cuando? ¿Cómo es que…? ¿Qué?

–Desde la batalla contra mi abuelo, no supe nada de ella hasta que logramos entablar una amistad hace un par de años atrás, producto de un encuentro casual que sería mi perdición. 

El castaño suspiró con pesadez mientras recordaba las palabras de Pabbie. Ese viejo trolls siempre había tenido razón. El destino existe. Tal como llegó a el, dándole la felicidad en los brazos de Sofía, quien le ha dado más de lo que alguna vez deseó, incluso una corona. 

Así que, quién era él para entrometerse en un irónico destino donde la princesa de un reino usurpado terminaría enamorándose de la ex princesa derrocada. 

–¿Y Nilsa te quiere?

–No estoy segura de ello -habló con tristeza Laila. –Es por una de las cosas que tengo miedo, sobre todo porque ella aún es una niña. Sin olvidar que la ex Reina podría asesinarme por pedófila. 

La risa de Kristoff se escuchó por todo el jardín. –No creo que Elsa tenga el descaro de juzgarte. 

–¿Por qué lo dices?

El ahora rey, había olvidado que después de la última posible guerra, el reino de Arendelle había modificado un poco el origen de las ex monarcas. Dejando como información para las nuevas generaciones, que Elsa fue alguna vez la reina, quien decidió irse a vivir a las afueras de ciudad con su prometida e hija.

–Olvidalo. No nos desviemos del tema. Entonces, ¿Cuándo lo harás? 

–¿Has escuchado algo de lo que te he dicho, padre? Tengo miedo. 

–Oye -tomó a Laila de los hombros. –Si ella te rechaza ahora, aún hay tiempo y vida para seguir intentando. Si el destino dice que es para ti. Lo será. 

Laila caminaba nerviosa recordando lo que días atrás había conversado con su padre. Necesitaba tranquilizarse para lo que estaba a punto de hacer. Así que cuando vio a la joven pelirroja de intensos ojos azules, se armó de un falso valor y se acercó a ella. 

–Nilsa.

–Oh, Laila. Por un momento creí que no podría verte hoy. Mis madres están a punto de terminar con las comprar. 

–Lo siento, es solo que… -tragó sin discreción alguna. 

–¿Estás bien? -indagó la pelirroja preocupada. 

–Si. Estoy bien, estoy bien -habló más para sí misma, que para Nilsa. 

¿Cómo podía estar tan nerviosa? Al ser la futura reina ya había hablado en público muchas veces. Incluso con personas importantes. Entonces, ¿Por qué no podría hacer esto?

–Laila, ¿de verdad estás bien? Te ves muy pálida.

–¿Po-podemos sentarnos un momento? -pidió, tomando asiento en el borde de la fuente.

–Claro -imitó preocupada a la pelinegra. 

–Nilsa, se que probablemente no compartamos los mismos sentimientos, y de ser así no te preocupes. Yo sabré entender. Incluso eso no afectaría nuestra interacción...

–Espera Laila. No estoy entendiendo bien lo que estás queriendo decir. 

–No se como empezar. Tampoco sé si debería. 

–Dios, Laila me estas preocupando. ¡Habla de una vez!

–Estoy enamorada-dijo sin más. –Perdida y locamente enamorada de... ti. 

–…

–Solo pensé que debías saberlo. 

Desde dentro de la pequeña panadería, una pelirroja con rasgas maduros observaba detenidamente la interacción de ambas mujeres. –Elsa, ¿No crees que es hermoso el amor juvenil?

–¿De qué hablas, cariño? -preguntó la ex reina mientras seguía metiendo panes dentro de una bolsa de papel. 

–De Laila y Nilsa. 

–¿Pero qué estás…? –La escena con la que se encontró Elsa al darse la vuelta, la dejó tan adonadada que incluso la bolsa de papel se resbaló de sus manos. 

–Hacen una hermosa pareja -afirmó Anna observando cómo su hija se aferraba al cuello de la princesa y la besaba.

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Bueno, espero que está pequeña historia le haya gustado... 🤗
Hasta la próxima...

La prueba de nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora