7.

2.2K 240 23
                                    

–¿None tan mamás? -preguntaba Nilsa con una vocecita que reflejaba el llanto que estaba a punto de soltar. 

–Ellas salieron un momento. Me pidieron que cuidara de ti. ¿Quieres comer algo? 

–¡Quieo a mamis! -las lágrimas empezaban a acomularse en sus ojos.

–Nilsa, por favor no llores -pedia un alarmado Kristoff. –¿Quieres un dulce?

–¡Mami! -llamó entre llantos. –¡Mamá!

–No, no, no -decia el castaño buscando una forma de calmar a la pequeña.

–¡Quieo a mamá Elsa! –exigío dando un golpe al suelo con uno de sus piecitos.

De repente una ráfaga de viento entró velozmente por la ventana rodeando el pequeño cuerpo de Nilsa, quien empezó a sonreír olvidando el llanto. Se trataba de Gale, el cual elevó a la pelirroja sin problemas.

–¡Ey! -lo llamo Kristoff al percatarse de sus intenciones. –Ni lo pienses -le advirtió poniéndose delante de la puerta. –No voy a dejar que te la lleves.

–¡Quieo il con Mamá! -exigió Nilsa provocando que Gale generará una especie de remolino alrededor del castaño mientras él sacaba a la pequeña por la ventana. 

–¡Anna va a matarme! -gritaba cubriéndose con los brazos del aire lleno de arena que lo rodeaba. –¡Y Elsa me revivirá y luego volverá a matarme! –Decía alarmado sin saber que la ex reina también estaba en un lío peor que el suyo. 

–Pabbie, tenemos que hacer algo -suplicó la pelirroja al ver imposible el acceso a dónde estaba la ex reina. 

–Qué más quisiera yo, princesa, pero no podemos atravesar ese fuego. Tampoco deshacer la horrenda forma de Hansilton. 

Anna observaba alarmada como el deforme hombre se abalanzaba contra Elsa en una lluvia interminable de golpes que fácilmente destrozaban los escudos de hielo que su hermana creaba para aminorar el impacto.  

–¡Bruni! ¡Por favor Bruni! -llamaba desesperada la pelirroja. –¡Bruni!.

La pequeña salamandra azul se dejó ver sobre una de las cosas que había en el lugar. Y miro detenidamente a la princesa.

–¡Bruni! -sonrió esperanzada. –Te lo suplico, reduce el fuego. Déjame entrar a dónde está Elsa. Necesito ayudarla. 

El pequeño reptil llevó su lengua a un ojo y ladeó un poco la cabeza. Parecía que fingía no escuchar lo que le decía.

–Yo se que me entiendes. Por favor. 

–Ellos solo obedecen a Elsa -habló Honeymaren llegando en compañía de una pelinegra y dos niños que la princesa no conocía.

–Tu -la señaló molesta. –¡Fuiste complice de esto! ¡Y ahora Elsa está en peligro!

–No sabía que esto ocurriría. Ninguna sabía.

–Ni siquiera yo tenía conocimiento -intervino apenada la otra pelinegra. –Después de lo que hicieron con tu hija, debí imaginar que terminarían haciendo algo aún más retorcido. Lo siento tanto.

–¡Cuando termine contigo, no vas a sentir nada! -afirmó la pelirroja mientras se abalanzaba sobre la joven. 

–Princesa -Honeymaren la tomó de la cintura evitando que hiciera una locura –no es el momento ni el lugar. La reina nos necesita. 

–¿Crees que no lo sé? -dijo con molestia mientras se soltaba de la pelinegra. –Pero el único que puede ayudarnos es Bruni. Y no lo hará. 

Un fuerte sonido de dolor llegó a los oídos de todos los presentes. Elsa al fin había sido alcanzada por los golpes de Hansilton, quien se reía satisfecho permitiendo que la rubia se levantara del suelo. Tenía un golpe bien marcado en la mejilla y un hilo de sangre salía de su boca mientras sostenía con una de sus manos el costado izquierdo. 

La prueba de nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora