Prólogo.

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Su madre le obligó a ir a una de las fiestas de la compañía.

En realidad, aquello no era extraño (las fiestas de la compañía), pero sí lo era que lo llevasen, usualmente éstas se daban fuera del país, y que de repente fuese en Japón le dio la perfecta excusa a su madre para llevarlo.

Era en Japón donde Karma tenía toda su vida. Su hermana estaba allí, su abuela se iba a pasar los veranos con ellos, la casa principal de los Shinobu (la familia de su abuela) estaba asentada allí. Y sus padres solían ir de paso para verificar que las condiciones de sus compañías fuesen óptimas.

Así que, para su madre, no era de extrañar que aprovechase la oportunidad, lo engullo en un traje blanco y lo llevó a la fiesta a regañadientes.

Su hermana no fue porque había fingido una fiebre (y él no pudo hacer lo mismo porque ella no le había avisado de sus planes), además los mellizos no se llevaban particularmente bien.

Sus padres eran dueños de varias compañías, una de ellas era parte de la CIA, y aquella se había formado desde hacía unos veinte años (su abuela la había fundado), era un aniversario de la compañía en la que los actuales dueños debían asistir. Fiesta a la que fue arrastrado.

Todo era tan tranquilo y apacible que le hacía querer dormirse, no estaba su hermana a su lado para entretenerse peleando, y sus padres seguían conversando con los invitados, había algunos agentes de la CIA en la fiesta, y aunque eran interesantes en las películas, parecían seres comunes y corrientes fuera de éstas.

Quería escaparse.

Su madre de repente le tomo por las pequeñas solapas del traje, casi empujándolo a una mesa donde una mujer de cabellos azules residía, tenía un precioso vestido blanco y a su lado había un hombre (un agente de la CIA, reconoció Karma) y entre ambos había una niña que miraba fijamente a su plato. Karma no pudo verle el rostro.

- Oh, Hiromi – llamó su madre –hace tanto que no los veía, me alegra mucho saber que están bien–

Ambos adultos se levantaron de la mesa, y la niña tras ver que era la única sentada se levantó de un salto, era muy pequeña, y su cabello azul era mucho más claro que el de su madre, llevaba un vestido de color rosa pastel con holanes.

Karma realmente no supo por qué, pero le gustó mucho ver a esa pequeña niña.

- Kaede-san – dijo la mujer que al parecer se llamaba Hiromi –siempre es un gusto verte – ambas se abrazaron por unos momentos, muy breve, muy rápido, muy incómodo –veo que traes a tu príncipe–

- Lamentablemente Dorma* tuvo una horrible fiebre, y no pudo venir– Kaede observaba a su pequeño que también la veía a ella – aunque Karma está aquí, siento que está muy aburrido– Karma no se atrevió a negar o a afirmar lo dicho, la mirada de su madre no daba lugar a refutamiento alguno.

- Oh, mi, espero que se recupere pronto – Hiromi empujó a su hija para que estuviese frente a Karma – esta es mi hija, Nagisa, creo que es más o menos de la misma edad que Karma, podrían estar juntos para alejar un poco el aburrimiento, ¿no te parece Kaede-san? –

- Me parece maravilloso– respondió ésta.

Karma no estaba seguro del por qué, pero parecía que su madre estaba alerta alrededor de Hiromi, y estaba tensa, muy tensa. Observaba de soslayo al padre de Nagisa, que hasta ese momento no había pronunciado palabra alguna, pero que se mantenía observando a Hiromi con un brillo en sus ojos bastante peculiar.

Para un niño de cinco años es muy difícil poner en palabras lo que siente. O lo que ve.

Sólo despegó la mirada de Hiromi cuando comenzó a hablar con el padre de Karma. Pero el niño ya no prestaba atención a la conversación de los adultos, pues mantuvo su mirada fija en la niña, en Nagisa.

Nagisa era pequeña, pero podía verle a los ojos sin levantar mucho la barbilla. Su cabello, azul como el basto cielo, se alzaba en dos pequeñas coletas, y tenía unos preciosos ojos azules, profundos, sin brillo. También era muy pálida, como si no saliese en absoluto.

- Soy Karma Akabane – le tendió la mano, y la niña retrocedió un paso.

Parecía asustada, pero sus mejillas se tiñeron de rojo por lo que su semblante cambió a uno más bien avergonzado.

- Na... Nagisa Shiota – tartamudeó, y avanzó con su mano estirada, alcanzando a la de Karma.

El contacto duró más de lo que debería, más de lo que sus padres habrían permitido, pero Karma jaló a Nagisa, y ella le siguió entre el salón, entre los adultos que hablaban y entre aquellos que habían ingerido demasiado alcohol, entre la música y entre la mirada estupefacta de sus padres.

Nagisa quiso reírse, pero estaba tan nerviosa que apenas pudo hacer una sonrisa temblorosa.

Y Karma sí que se rió.

Nagisa tras de él, le observó con un inusual brillo en sus ojos, el mismo brillo con el que su padre miraba a Hiromi.

Ninguno de los dos lo sabía en aquel momento, mucho menos lo sabrían sus padres, pero aquel encuentro fue mucho más que eso. Fue una guerra que acechó silenciosa.

Viaje a través de ti.Where stories live. Discover now