Capítulo 7

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Como la pequeña princesa del imperio, Nagisa Shiota fue odiada, fue repudiada pese a su amabilidad innata y buenos modales, fue querida por sus allegados, pero quienes le veían con una buena posición económica usualmente le odiaban.

Era una niña, pequeña, menuda, con facciones suaves, pero no bellísimas, también tenía una piel palidísima como si no se atreviese a salir, recalcaba más ese aspecto inocente y su cabello azul que otra cosa, quienes no la conociesen siempre dirían que encontrarían a mil personas iguales o mejor a ella.

No era un secreto que habían intentado hacer a sus hijos más allegados con los herederos de las compañías Akabane (si bien Akane Shibuya había dejado que su hija heredase una o dos compañías, fue por su regalo de bodas con Gareki, pero ella no tenía un heredero formal al resto de sus compañías, y por supuesto, a su legajo personal).

Entonces, para los Akabane, para los Shibuya, e incluso para la familia Shiota no fue extraño que Nagisa (teniendo el favor de las dos familias principales y siendo hija de un agente de la CIA que, pues vaya hay que decirlo, muchos mafiosos repudiaban) terminase siendo un blanco.

Porque era la que más probabilidades tenía de ser parte de la familia Akabane (sea de la forma cuál fuese, convirtiéndose en la esposa de Akabane Karma por ejemplo, ya que era a él a quien era más allegada).

Entonces, en primaria, cuando Nagisa fue de vacaciones con Karma y Akane a la playa, nadie entendió por qué Akabane se rehusó a conocer a cualquier persona que no fuese de su círculo más allegado, ni por qué Akane empezó a visitar más seguido Japón, o por qué Gareki y Kaede adoptaron a Yuuki y Shima (en realidad, nadie sabía muy bien de dónde venían esos chicos). Pero todo aquello pasó en un mes.

Hiroto llegó a Kunugigaoka sin saber muy bien a qué tipo de colegio se metía.

Sólo quería una excelente educación para salir adelante junto a su mejor amigo y a sí mismo sacar adelante a las personas que él amaba, tanto como los hermanos pequeños de Yuuma que parecían suyos, como su madre y su tía*. Y cuando la famosa academia de Kunugigaoka abrió sus puertas para alumnos becados, no pudo evitar lanzarse a por la oportunidad gracias a Isogai (era el colegio el cual tenía ramas con todo, si te graduabas de allí: serías exitoso).

Yuuma Isogai tenía cierto conocimiento del tipo de personas que encontrarían en el colegio de los señoritos más ricos del puto país. Personas que le mirarían como se mira a las cucarachas de la cocina (que por cierto, nunca habrían pisado).

Con una pizca de asco, superioridad y miedo, porque ¿quién no le teme a los que son superiores a ellos?

Ninguno de los dos pensó que compartirían aula, desde primer año, con las dos personas más problemáticas del colegio.

- Nagisa– llamó Hiroto –Nagisa– alargó las vocales cantarinamente –Nagisa– replicó, esta vez mosqueado.

- Ah– exclamó el chico, observando los ojos claros de Maehara que, también le miraban fijamente –perdona estaba... deambulando en mis pensamientos–

Hiroto alzó una ceja, suponía que se debía al encuentro de Karma con aquella chica, la cual no recordaba ni apariencia, ni nombre.

- ¿Y eso? – pregunta, haciéndose el desentendido, probando al chico.

- Bueno, es que me parece conocido el apellido Okuda – toma su barbilla, cambiando su mirada de los ojos al cabello rubio (¿o sería más bien castaño clarísimo?) – pero no recuerdo de dónde –

Hiroto le mira con el ceño fruncido, y decide tomar su mano, jugando con la palma de Nagisa.

- Bien, bien, ¿qué te parece sí vamos a comer y despejas tu mente?, quizás así recuerdes de dónde es su apellido– Nagisa asiente, un poco sonrojado.

Viaje a través de ti.Where stories live. Discover now