Nuestra Tienda mágica
Esta vez es de tarde y el sol aún me encandila desde el cielo, pero para mí todavía es de noche. Llevo cerca de dos días sin poder dormir y ni siquiera me sorprende. Me gustaría decir que es una excepción pero estaría mintiendo. Muchas veces me pregunto cómo es que me funciona la mente, cómo es que mi cuerpo sigue respondiendo ignorando el cansancio.
Siempre tuve la piel caucásica pero con el paso del tiempo pareciera que me fui desprendiendo del poco color que me quedaba, como si junto a ella se me hubiese ido también toda la vitalidad. Las ojeras ya simulan tener vida propia, los labios pálidos, el cabello se me cae y los rasguños se hacen cada vez más presentes. No puedo evitar reírme al compararme mentalmente con un conocido vampiro de pacotilla. Por lo menos el humor permanece.
Tengo las manos entumecidas y cada vez me cuesta más escribir, pero lo hago porque es lo único que me queda. Me detengo unos segundos, estiro mis manos y pido por favor que aguanten un poco más. Parece que me oyeron, comencemos de nuevo.
Mientras me cuestiono la imperiosa necesidad de escribir me surge la duda, ¿por qué escribo? ¿Lo hago para descargarme o para que alguien lo lea? ¿Es la banalidad de querer trascender? Y creo que ahí está el asunto.
La magia es poder plasmar en el papel una parte de nuestra alma y si lo conseguimos entonces somos infinitos. Somos mucho más que las palabras escritas, somos el corazón que hay detrás de eso. No hay límites en el papel, somos capaces de vivir, morir y revivir cuántas veces queramos. Podemos volver al tiempo donde fuimos felices y describir perfectamente mundos que habitan únicamente dentro de nosotros. Incluso somos capaces de crear nuevos universos que se manejan según nuestros propios parámetros.
¿Pero basta con eso? No lo creo. Sé que hay quienes sostienen que uno solo debe escribir y los lectores vendrán después pero, ¿de qué sirve una pieza musical si nadie puede escucharla? o una pintura que nadie pueda apreciar, es como crear una película completa sin la satisfacción de tener siquiera un espectador.
Soy firme creyente de que el arte debe compartirse porque tiene la capacidad de sanar y los milagros deberían ser de todos y para todos.
En la psicoterapia existe una técnica llamada "Tienda mágica", este es un lugar imaginario donde sucede un intercambio, un trueque, sin dinero de por medio. Me gusta pensar que los escritores nos refugiamos ahí y nuestro intercambio es tan puro que hasta me emociona. Intercambiamos lo único irrecuperable que tenemos, que es el tiempo, en pos de dejar fragmentos de nuestra alma en el papel.