Capítulo 4

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Por un instante me pareció que ella no reaccionaba y tuve miedo de caer, pero antes que pudiese abrir los ojos, noté sus manos en mi cintura, elevándome por encima de su cabeza con fuerza y precisión mientras ella giraba sobre el hielo. En ese breve instante sentí que encajábamos a la perfección, ella había entendido lo que mi mirada le estaba proponiendo sin necesidad de palabras y cuando me lancé hacia ella, nuestros cuerpos encajaron y funcionaron a la perfección al hacer la figura en el aire.

Noté como me dejaba suavemente sobre el hielo sin sacar sus manos de mi cintura, cosa que hacía que estuviésemos muy cerca la una de la otra, tanto, que notaba su respiración agitada en mi frente. Abrí los ojos y me encontré con los de la morena mirándome fijamente. Primero no dijo nada y con la intensidad que tenía su mirada pensaba que tendría que bajar la vista pero finalmente una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Te has arriesgado un poco eh, rubia. ¿Qué hubiese pasado si no te hubiese cogido?- me preguntó con una sonrisa burlona.

-Sabía que lo harías- le contesté yo sinceramente, mirándola con la misma intensidad que ella había usado antes.

NATALIA

Tenía unos ojos preciosos, enormes y de un color miel brutal. Ahora me estaba mirando directamente, a pocos centímetros de mi cara y con tanta intensidad que tuve que desviar la mirada y al hacerlo, me percaté que aún la tenía cogida por la cintura y me separé de ella rápidamente.

-¿Eres adivina o qué?- intenté bromear pero estaba realmente nerviosa y me salió una risa forzada. Ella me miró interrogativamente por mi reacción pero, para mi suerte, volvió a sonreír.

-Algo así- me contestó riendo- sé que patinas muy bien por lo que he podido ver y, por tu técnica, he supuesto que sabes hacer muchos más movimientos de los que muestras en un principio y me he querido arriesgar- me confesó.

-Pues por suerte te ha salido bien- le contesté sonriendo más tranquila.

Se hizo un silencio entre nosotras mientras nos mirábamos hasta que ella se alejó patinando hasta la verja para coger su móvil de las gradas. Era bajita y se movía por la pista con mucha elegancia.

-Ostia Natalia, ¡ya son las 10!- gritó ella girándose a mirarme.

-¡Qué dices!- le contesté sorprendida acercándome a ella.

-Deberíamos dejarlo por hoy, ¿no crees?- me preguntó con una sonrisa- se nos ha hecho super tarde.

-Sí la verdad es que sí- le contesté cuando ya íbamos hacia el vestidor.

Ella iba delante de mi y abrió la puerta del pequeño vestidor. Al entrar vi que había dejado su bolsa al lado de la mía y nos sentamos en el banco para quitarnos los patines.

-¿Hoy te vas a duchar aquí o también tienes un compromiso?- me preguntó Alba después de un silencio tranquilo.

-No, hoy pensaba ducharme aquí, si es que puedes resistirlo- le contesté maliciosamente para provocarla.

Ella abrió mucho los ojos y me miró con cara de pánico cosa que provocó que me pusiese a reír escandalosamente.

-Tranquila mujer, ¡si me tienes tanto miedo ya me ducharé en casa!- le dije entre carcajadas mientras levantaba las manos en señal de inocencia.

-N-No no...- intentó explicarse ella roja como un tomate- es solo que no me esperaba tu respuesta- dijo avergonzada y al ver que yo no paraba de reír me pegó en el brazo- ¡al final sí que te voy a echar, eh!

-Vale vale, ya me callo- le contesté aguantándome la risa.

Ella se giró hacia su maleta y sacó unas chanclas y una muda de ropa bien plegada. Después cogió su toalla y se dirigió hacia la puerta de una de las duchas individuales, se puso de puntillas y la colgó por encima de la puerta. Al girarse me pilló repasando sus movimientos y se le dibujó una sonrisa perversa en la cara.

Piruetas sobre hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora