NATALIA
El restaurante tenía una puerta de cristal de estilo vintage muy bonita. Alba entró y yo pasé detrás de ella. El local tenía una iluminación cálida y acogedora, no había muchas mesas y, como me había dicho Alba, no había demasiada gente por lo que el ambiente resultaba agradable. Las paredes eran blancas igual que las mesas y de fondo sonaba una dulce melodía. Un camarero se acercó a nosotras rápidamente con un gesto nervioso y una libreta en la mano.
-Buenas noches- nos saludó y luego fijó la vista en Alba- oh, ¡hola Reche! ¡Ya era hora que aparecieras por aquí!
-Hola Gerard, ¿qué tal todo?- lo saludó ella dándole dos besos con una sonrisa.
-Muy bien, ¡a tope, como siempre! ¿Queréis cenar?- nos preguntó con una sonrisa.
-Sí gracias- contestó Alba aún sonriendo.
-Seguidme.
Seguimos al camarero hasta el pequeño comedor y me sorprendí al ver que al final de este había otro mucho más grande. Nos llevó hasta un rincón de la sala al lado de la pared donde había una pequeña mesa. Nos sentamos mientras él se alejaba para acomodar a una pareja que acababa de llegar.
-¿Qué te parece?- me preguntó Alba cuando estuvimos sentadas una delante de la otra.
-¡Es muy bonito Alba!- le contesté mirando a mi alrededor. Ella me sonrió contenta.
-¿Bebes vino?
-Sí, pero no me quiero pasar, que soy la responsable de devolverte viva a tu casa- le respondí sonriendo.
Ella soltó una carcajada relajada y alegre que me cautivó. Realmente era una chica muy guapa.
-Entonces pedimos una copa para cada una y una botella de agua, ¿te parece?
-Perfecto- le conteste animada empezando a mirar la carta- ¿alguna recomendación?
-Mmm...la verdad es que aquí todo lo hacen bueno, ¡pero los canalones de verduritas están deliciosos!- me dijo sin apartar la vista de su carta.
-¡Pues decidido!- dije cerrando mi carta.
Ella me sonrió e hizo lo mismo con la suya. Poco después el camarero vino a anotar nuestra comida y nos llevó dos copas de vino blanco.
-Bien, así que te llamas Natalia Lacunza, patinas muy bien y...¿te gustan los tatuajes?- me preguntó ella mientras bebía de su copa y miraba mi mano derecha.
Me arrugué la manga de la sudadera negra que llevaba para dejar a la vista el tatuaje que cubría mi mano derecha y parte de mi antebrazo.
-Sí, la verdad es que tengo unos cuantos, este es una mandala y es uno de los primeros que me hice- le conté.
Ella acercó su mano lentamente hacia mi tatuaje y lo repasó con la punta de los dedos. Su mano estaba cálida y aguanté la respiración mientras ella acariciaba mi mano suavemente mirando mi tatuaje con interés. De golpe me miró a los ojos y retiró su mano rápidamente avergonzada.
-Ejem...es muy bonito- dijo carraspeando un poco- yo también tengo algunos.
-Sí, en las costillas, ¿verdad?- le pregunté sin pensar y después abrí mucho los ojos, avergonzada- quiero decir...es que en el vestidor me ha parecido...- intenté explicarme moviendo las manos nerviosa encima de la mesa.
Ella se destensó y sonrió ampliamente con los ojos brillantes.
-Vaya, ¡ya veo que eres muy observadora!- me dijo y al ver mi cara roja por la vergüenza se empezó a reír escandalosamente- tranquila mujer, ¡yo te lo enseño cuando quieras!- me dijo guiñándome el ojo mientras reía a carcajada limpia y se cogía fuerte la barriga de tanto reír.
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Piruetas sobre hielo
FanfictionFanfic Albalia. Dos almas perdidas con una misma pasión. Lograrán sanar sus heridas juntas?