3: El niño

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Antes de que lean este capítulo, me gustaría recordarles que los tagaeri son un pueblo oculto. Ellos viven dentro de la selva, sin mantener contacto con el exterior y conservando intactas sus costumbres de cazar y recolectar para subsistir. También suelen contar con un chamán dentro del grupo, a modo de guía espiritual. El chamán bebe una bebida alucinógena llamada yagué para entrar en el mundo de los espíritus y comunicarse con ellos.

Sin más que decir, disfruten leyendo el cap. uwu

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Cada vez que recuerdo a aquel cowode tan peculiar termino sonriendo. Siempre me hace mantener la esperanza de que algún día los cowode entren en la selva para admirarla y cuidarla en lugar de destruir todo lo que ven.

—¡Nemonte! ¡Nemonte!

Reconozco aquella voz y energía de inmediato. Penti atraviesa varios árboles, ramas y piedras con gran velocidad antes de detenerse frente a mí, con una expresión que indica alegría.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

Penti sonríe y me toma de un brazo, intentando llevarme con él.

—Ven.

Él me jala hacia arriba, donde todo lo que se ve son las copas de los árboles y los pájaros volando, además de la inmensidad de la selva.

—¿Por qué me llevas tan arriba?

Penti solo se ríe, infantilmente, y señala el rio, que no está demasiado lejos.

—No quiero que Obatawe no vaya a escuchar —dice en voz bajita— Sabes que a él no le gusta que usemos los dones que nos ha dado la madre selva para molestar a los cowode.

Obatawe es muy respetado entre los espíritus por ser uno de los más antiguos y sus opiniones siempre son tomadas en cuenta. Él cree que, si usamos nuestros dones contra los cowode, ellos sabrán tarde o temprano de nuestra existencia, por lo que intentarían acabar con nosotros de la misma forma que intentan hacerlo con nuestros descendientes vivos. Por ello, nos limitamos únicamente a usar nuestro don para defender nuestras moradas espirituales.

Penti me cuenta que encontró a unos cowode hace poco y los vio llevar aquellos objetos filosos con los que extraían madera. Él vio que se dirigían con ellos hacia la morada de un espíritu amigo, Mintare. Esta vez no pudo quedarse sin hacer nada.

Penti habló con los monos que vivían sobre los árboles cercanos y los convenció de saltar sobre una rama muerta. Los cowode estaban justo debajo, apunto de iniciar a cortar la madera y cuando la rama cayó, hirió a dos de ellos.

—¡Los detuve, Nemonte! —dice muy emocionado, aunque en voz muy baja todavía— Ellos estaban por llevarse el hogar de Mintare, pero ahora... ¡Ellos no podrán dañar otro árbol!

Sonrío antes sus palabras, pero estoy triste en el fondo. Penti solo los detendrá durante unos atardeceres. Esos cowode sanarán y volverán a la selva en poco tiempo, continuando con su trabajo de extraer madera.

Después de que Penti tenga mi palabra de que no le diré a nadie  lo que hizo, me cuenta un par de cosas más y luego se va, perdiéndose en la densidad de la selva.

Yo, sin embargo, me mantengo arriba de las copas de los árboles y empiezo a buscar el onko tagaeri que suelo acompañar de vez en cuando. Me gusta observar su vida, me gustar estar con ellos, aún incluso si solo el chamán puede verme cuando bebe el yagé.

Ellos, al igual que los taromenane, son parientes de los wao. Sin embargo, eligieron no establecer contacto alguno con los cowode cuando ellos llegaron, decidiendo internándose en lo más profundo de la selva para evitar ser encontrados.

Los últimos guardianes de la selvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora