xxɪ. ᴄᴏɴsᴛᴇʟᴀᴄɪᴏɴᴇs

1K 136 176
                                    

Era casi como un sueño.

No, como un sueño no...tal vez, como una vigilia. Esa delgada línea antes de conciliar el sueño, tan irreal y tramposa como el país de las maravillas, donde es difícil distinguir la fantasía de la realidad. Su mente flotaba en las nubes e intentar describir esa sensación era como tratar de enumerar cada estrella en el cielo, ciertamente vano e imposible.

Estrellas.

Si las personas fueran estrellas, Minho sería una maldita constelación. Una constelación en la que Park Hee Sook no habría pensado dos veces en perderse.

¿Crees en los milagros?

Hee Sook no. Era atea hasta que escuchó esa voz provenir desde el más allá para abrazar cada partícula de su alma y brindarle el descanso que su mente necesitaba antes de caer en el precipicio.

Esa voz.

Esa...voz.

¿Esa voz?

—Sus sentidos vitales están bien. Al parecer, tuvo una crisis de pánico, probablemente por el shock del momento. No deben estar preocupados, déjenla descansar y asegúrense de que se alimente bien y se mantenga saludable —una lejana voz femenina fue lo primero que escuchó al despertar. Su mirada tardó en acoplarse a la luz fría de la habitación, parpadeó un par de veces intentando asimilar la situación, ¿en dónde estaba?

—Le dije que estaría bien, pero es bastante terco. Insistió mucho en que hiciera los análisis, ¿sería demasiado pedir? —Hee Sook frunció el ceño al escuchar una segunda voz masculina que no reconoció en lo absoluto. Estaba en una cama, una cama esponjosa y perfumada que definitivamente no era la suya, en una habitación elegante, espaciosa, minimalista y demasiado ordenada para pertenecerle. Frotó sus ojos, sintiendo un par de punzadas en su sien, un poco de aire fresco levantó las cortinas, dejando ver el paraíso extendiéndose por cada punto de la ciudad. ¿Qué estaba sucediendo?

—Claro que no, si eso hará que se sienta más tranquilo, haremos los estudios y se los enviaremos de inmediato. ¿Algo más? —Hee Sook salió de la cama con pesadez, poniéndose las pantuflas blancas que estaban acomodadas perfectamente sobre la alfombra gris, junto a la cama. Sobre las repisas no había una sola foto, ni rastros de alguna persona que la habitara, era lo más parecido a una habitación de hotel. Con curiosidad, abrió uno de los cajones, encontrándose con un par de camisetas blancas dobladas sin ninguna arruga. La cerró con suavidad, y su vista recayó en un pequeño bloc de notas en la encimera. Lo tomó curiosa, alzando una de las páginas, viendo un pequeño extraño dibujo de una cara pintada con marcador negro.

Ese dibujo raro y familiar.

Jureumi.

Un pitido resonó en sus oídos, haciéndola retroceder y cerrar los ojos con exasperación. Entonces las imágenes de lo que había sucedido antes de desvanecerse en el restaurante envolvieron violentamente su campo de visión.

Su corazón se aceleró totalmente. Su respiración se tornó cada vez más agitada antes de abrir los ojos y observar su reflejo en el espejo, su rostro sin maquillaje, ojeroso y pálido y su cuerpo delgado y pequeño envuelto con la ropa desacomodada por las sábanas. Caminó rápidamente en dirección a la puerta para abrirla con desesperación, encontrándose a una mujer, a juzgar por su apariencia, doctora o enfermera y ese peculiar hombre de gabardina, que esta vez, sí reconoció.

—Señorita Park, ya despertó —saludó amablemente, examinando con preocupación la expresión indescifrable en su rostro, con una mirada que encapsulaba más emociones que peces en el océano. Hee Sook vaciló.

—¿Dónde está? —fue lo único que salió de sus labios.

El hombre apartó la mirada.

—Si me permite, no creo que sea adecuado encontrarse con él en este momento, está evidentemente alterada y... —intervino la mujer, sin embargo, Hee Sook no le dio tiempo para seguir hablando, pues salió disparada hacia alguna dirección desconocida antes de que pudieran detenerla. Era una casa enorme y lujosa, pero no se dio chance de apreciar bien los detalles, porque estaba corriendo como si su vida dependiera de ello, buscándolo...buscándolo a él.

𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐒𝐔𝐈𝐓 ; LEE MINHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora