Life Itself/Eclipse

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El ruido que hacían sus botas a cada paso rebotaba en las paredes y hasta llegar a los oídos de los prisioneros, quienes al instante se arrastraran como podían hasta el fondo de sus celdas, temblando y rogándole al ser o dios que quisieran que el hombre que caminaba por el pasillo no entrara a sus pequeñas cárceles.

Un horrible rechinido provocado por el óxido en las bisagras de la puerta de la celda que abrió Weierstrass finalmente hizo que el resto de los prisioneros se aliviara. El humano entró a la fría habitación donde estaba su nuevo prisionero favorito, cerró la puerta de la celda otra vez, con otro horrible colpe metálico. En un lado de la pequeña habitación se encontraba una mesa con instrumentos de tortura sobre ella y al lado una pequeña banqueta de madera.

El prisionero se alarmó al ver al pelirrojo caminar hacia la mesa y trató en vano de zafarse de las cadenas que retenían sus extremidades, al pelirrojo no le gustó para nada el producido por las ataduras metálicas de su rehén, puso una mueca de disgusto y entonces habló.

—¿Quieres detenerte? Ambos sabemos que no podrás escapar y no puedes negar que el ruido que haces es increíblemente molesto —afirmó mientras acariciaba las herramientas de tortura con la punta de sus dedos. Tomó una especie de alicate afilado y miró su prisionero.

El humano sonrió, le alegraba que sólo sostener el arma en sus manos bastara para que el otro obedeciera. Su corazón saltó de alegría cuando después de jugar con el alicate entre sus manos la mirada de su rehén se tornó suplicante.

—Hmm. —Observó el estado nervioso del prisionero una vez más—. Contrario a lo que puedas creer, me agradas y mucho... Eres un prisionero cuanto menos —pensó la palabra— curioso. Y, además —se rio un poco— no sabes lo difícil que fue encontrar cadenas de tu tamaño.

Había algo en el recluso que Weierstrass tenía en la celda que hizo que no quisiera simplemente saltar al plato principal.

—La verdad, pensaba simplemente venir y desmembrarte un poco —le contó—, pero ahora que te veo otra vez, puedo asegurar que no sería apropiado comenzar nuestra relación de este modo —aseguró—. Después de todo, tú vas a serme de mucha utilidad. —Respiró profundo y miró la pequeña silla—. Para serte aún más sincero —se sentó en la pequeña banqueta y se giró hacia el prisionero— estoy algo agotado de —levantó sus manos, las giró viéndolas y enseñándole al otro que los guantes que tenía puestos estaban totalmente llenos de sangre, seca y fresca— el trabajo, ya sabes. —Le sonrió con sorna.

El pelirrojo movió la silla aún sentado, dando brincos tal como lo haría un niño flojo. La pequeña prisión no era muy grande por lo que solo se tuvo que mover un poco para poder apoyar su espalda en una de las paredes de ladrillos. Una vez estuvo cómodo, se cruzó de piernas, dejó el alicate en la mesa que aún estaba a su alcance y entonces dijo:

—Nunca pensé que me cansaría de hacer lo que amo. —Se dirigió al rehén—. Pero parece que la pasión no es suficiente para hacer que este simple ser humano siga trabajando sin parar, hasta yo necesito un descanso a veces —habló el fatigado pelirrojo—. Tienes suerte de que decidiera dejarte para el final. —Suspiró cansado antes de continuar—. Bueno supongo que...

El prisionero trató de hablar, pero solo se escuchó un ruido ahogado, ronco y lastimero.

—¿Qué? —preguntó el pelirrojo. Giró la cabeza de modo que su oído apuntara a el otro.

El que estaba preso volvió a intentarlo, el ruido aún no era entendible, pero Weierstrass no tardó en descifrarlo

—"¿Por qué?" ¿Eso es lo que intentas decir? —inquirió. La única respuesta que tuvo fue la tristeza en los ojos del prisionero— ¿Por qué de qué? ¿Te refieres al porqué de todo esto? —preguntó mientras hacía un gesto con las manos que señalaba todo a su alrededor.

The O-L Sides [Lumity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora