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Estaba nervioso, limpiaba sus manitos sudorosas con el borde de su gran suéter de lana. Color amarillo patito, con dos pequeñas líneas a los bordes, de color rojo. Para más abajo su vestimenta era bastante simple, un pantalón ajustado negro y sus zapatillas informales del mismo color que el pantalón. Suspiró nuevamente, mientras balanceaba los pies esperando donde había acordado con Emilio. Estaba allí hace unos cinco minutos, y no es que el pelinegro se hubiera retrasado, tan solo la ansia de verlo le hicieron llegar unos minutos antes. 

No pasó mucho más tiempo cuando pudo divisar una moto de color negro estacionarse frente suyo. El omega alzó sus cejas sorprendido, pues de todas las veces nunca había visto al azabache con una motocicleta. Se levantó, tomando su pequeño bolsito de mezclilla el cual iba a la perfección con su atuendo. Se veía bien, su cabello rizado y esponjadito le daba un aspecto tierno a su cuerpo. Sensual y jodidamente tierno, así lo describió Emilio en su mente cuando pudo quitarse el casco.  

El alfa sonrió cuando el menor llegó con las mejillas rojas frente a él, sus manitos pequeñas escondidas en el suéter, su labio inferior siendo apresado por sus dientes. Quería ser él quien pudiera morderlo. Quería besarlo... Un pequeño carraspeo le sacó de su trance, una sonrisa volvió a su rostro y tomó una de las manitos del pelirosado, dejando un besito en el torso de la misma. 

—Buenas tardes, pequeño. 

Saludó el alfa con su voz ronca y profunda, Joaquin sintió cada poro de su piel erizarse y un pequeño estremecimiento recorrer su columna vertebral. Era impresionante como todo en el alfa tenía efecto sobre él. Con cuidado apartó su mano de la del más alto, se acercó a él y dejó un pequeño besito y a penas sonoro en su mentón, pues al ser pequeño era la parte más accesible. 

—Buenas tardes, Mailo. 

El nombrado abrió el pequeño maletero de la motocicleta y sacó un casco extra, Joaquin sintió su corazón acelerarse. Sabía que no debía tener teniendo a su alfa al lado, pero su estómago de forma involuntaria se revolvía al pensar en subirse a esa cosa. 

—Bebé, no te preocupes. Iremos lento, puedes cerrar los ojos y la sensación será casi la misma que ir en un auto. 

Murmuró el alfa, tratando de tranquilizarlo. Con cuidado y delicadeza le puso el casco, abrochandolo bajo su mentón y luego hizo lo mismo con el suyo. Emilio se subió a la moto y esperó a que el menor se subira antes de encenderla. Le dijo donde poner los pies, como abrazar su cuerpo y le tranquilizó un poco más antes de que comenzaran camino a su cita. El omega tenía curiosidad, pues no habían quedado de acuerdo a dónde ir ni nada por el estilo. Lo más probable es que lo llevara a alguna cafetería o al cine, una salida cliché para dos jóvenes. Pero lo que Joaquin no tenía en cuenta, es que con Emilio a su lado nada sería cliché. El alfa trataría de que cada salida, cada cita y cada momento juntos fuera especial. 

Por aquello mismo no pudo evitar formar una pequeña "o" con sus labios al ver que iban saliendo de la zona poblada. Emilio lo estaba llevando por la linda carretera con árboles altos y frondosos a cada lado de ella. Había oído escuchar de aquel bosque cerca de la ciudad, pero al venir de tan lejos nunca se dio el tiempo de poder si quiera pensar en visitarlo. Un sentimiento cálido y hermoso se instaló en su pecho, disimuló el lindo ronroneo que se le escapó con el ruido del motor de la moto. Pero el Alfa pudo sentir claramente la linda vibración en el pecho del pelirosa. 

Después de un par de minutos, Emilio ya estaba estacionado la moto en el comienzo del camino de tierra, no los llevaría por aquel lugar en la motocicleta pues sería peligroso, cuidar de su omega se había vuelto su primera preocupación. Después de apagar el motor y con cuidado levantarse, tomó la cintura del menor y lo alzó con facilidad, ayudándolo a levantarse también. Las piernas del omega eran un poco más cortitas, por lo tanto levantarse se le haría difícil. El casco ocultó temporalmente el sonrojo del menor, sentir aquellas fuertes manos en su cintura alternaban a su omega al punto de querer mover la colita.

Pink/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora