007

2.5K 339 34
                                    

Joaquín  reía con suavidad, sus mejillas estaban rojitas mientras que su mirada estaba posada en sus zapatillas de color celeste pastel, mientras el alfa estaba a un lado suyo suyo. Una de sus pequeñas manitos apresada por la del mayor, mientras la otra cubría de forma tímida su rostro. 

Tener al alfa tan cerca, con su voz ronca susurrando palabras dulces y coqueteos sinceros sobre su orejita era demasiado. Aún más porque el fuerte brazo de Emilio estaba rodeando su cintura, manteniendolo lo más cerca posible de su cuerpo.

—Lindo y pequeño omega— murmuró el alfa, aprovechando para olisquear cerca de su cuello el dulce aroma que el menor poseía, en tan poco tiempo se había vuelto totalmente adicto a él. A su tacto, a su risa, a todo. 

—Mailo, b-basta... — tartamudeo Joaquín, sintiendo la mano del mayor encajar tan bien en su cintura. Las ganas de besarle eran demasiadas, pero aún recordaba que estaban en la universidad— se supone que íbamos a comer, Alfa malo. 

Emilio le hizo un pequeño mohín, encantado con que le llamara alfa, más la palabra siguiente molestandole. Entre abrió sus labios, dejando salir ay lengua y para así poder lamer parte del cuello del omega. Y es que en a penas un par de semanas se había vuelto totalmente desvergonzado con él, aún más en la universidad. Debía dejar bien claro que aquel lindo omega era suyo, impregnando su fuerte aroma en el cuerpo del pequeño. 

—Emilio no te daré besos por lo que queda de la semana si no me dejas ir a comer— gruñó el pelirosa un tanto nervioso, pues él nunca había tenido demasiado tacto íntimo con alguien. Ni siquiera había estado con alguien formalmente. 

—Vale, pero no te salvas a la tarde— gruñó separándose del contrario, su lobo rasguño en su interior por la distancia, más al tomar la manito del omega pudo calmarse ligeramente. 

Siguieron su camino con las manos unidas hasta el comedor, donde disfrutaron de un buen almuerzo. Últimamente las cosas habían dejado de estar calmadas, más que nada para Joaquin. Habían sido repetidas ocasiones donde la omega Jennie le había molestado. Desde empujarle en el pasillo hasta botar su comida en el almuerzo.

Emilio luego de enterarse de esto último, procuraba almorzar cada día con Joaquin. Pasar el máximo de tiempo posible y reprender a la chica con la mirada cada vez que esta se les acercaba. Él no entendía como una chica tan inteligente llegaba a ser tan odiosa. Jennie era una omega hermosa, cabello largo negro y brillante, labios delgados pero rojizos, cuerpo bien detallado, un aroma codiciado y además de todo con buen estatus social. Podía conseguir al alfa que quisiera si se lo proponía. A cualquiera menos a Emilio. 

En el fondo de su corazón, el alfa esperaba que la pareja de la pelinegra llegara pronto. Porque bien hasta la coronilla le traían sus ridículas acciones, su comportamiento totalmente manipulado por su padre.  ⠀

◟ 𓏲 𑁍 ⁺ ˖ ࣪ 

—Deja de darle vueltas al asunto— murmuró el omega con voz dulce al chico a su lado. Ambos se adentraban en el edificio donde el departamento del menor se encontraba, dispuestos a tener una tarde de películas. 

—Sabes que no puedo. Me jode demasiado esa chica, su padre aún más. Y la universidad por ser totalmente corrupta, aquel hombre maneja las becas y no se supone que debería ser así. 

—Tan solo te quedan un par de años, ella entrará en razón en algún momento— trazó pequeñas caricias en la venosa y gran mano del mayor con su dedito pulgar. 

El alfa sonrió inconscientemente, le adoraba demasiado, demasiado para el tiempo que había pasado. Dejó un pequeño beso sobre el torso de la mano ajena y caminó con más tranquilidad. Ambos se encargaron de mimar al contrario en el ascensor, esperando llegar al piso indicado. Suaves feromonas de ambos eran esparcidas con ligereza, de forma inconsciente. Era algo que sucedía cuando sus lobos se sentían a gusto con el otro. 

Al abrir la puerta, Joaquin no se asombró demasiado al ver a Rosé riendo con el alfa de la otra vez, su amiga se había presentado como alfa recientemente. Había tenido su celo en la casa de sus padres pues al tener el aroma de Joaquin cerca esta se alteraba más como algo totalmente natural. El pelirosa sonrió y le saludó con la mano, caminando en dirección a su cuarto con el azabache aún de la mano. 

Después llegar a su habitación Joaquin quitó sus zapatos, le acomodaba ir descalzo en casa (sobretodo después de un largo día de universidad), puso su mochila sobre el escritorio e hizo exactamente lo mismo con la del mayor, el cual imitando su acción se había quitado los zapatos. 

—Dame un momento en lo que me voy a cambiar de ropa, puedes cambiarte también— dijo el menor, tomando unas cuantas prendas del closet blanco. 

—No me molestaría cambiarme contigo— bromeó de forma coqueta, riendo al ver el sonrojo del omega, el cual salió casi corriendo al baño. 

El alfa se encargó de darle un rápido vistazo a la habitación, había estado ahí solo una vez y había sido bastante corta la ocasión. Abrió su mochila y se encargó de cambiar su ropa por un cómodo pijama, pantalón de chándal y una camiseta de mangas cortas. Había traído un suéter pero ese no era para él, claro que no. Se encargó de frotarlo contra su cuello y parte de su rostro, dejando su aroma aún más impregnada en la prenda.  Un par de minutos pasaron para que el menor saliera vistiendo un lindo pijama de patitos, se veía tan adorable y quedaba a la perfección con su cabello levemente desordenado y su rostro desmaquillado. Después de que Joaquín pusiera la ropa en el cesto de ropa sucia, el alfa se acercó a él con el suéter en la mano. 

—Levanta tus brazos, príncipe— murmuró con esa voz nuevamente, suave y dominante, una combinación mortal para su preciado omega. 

El bajito sin poner objeción, estiró sus brazos semidesnudos, siendo cubiertos por la camiseta hasta el codo. Pronto el suéter estuvo en su cuerpo, cubriendo sus manitos y llegando hasta la mitad de sus muslos. El omega ronroneo gustoso con el aroma de su alfa y este mismo no pudo evitar imaginar a Joaquín con la misma ropa pero sin el pantalón. 

—Adoro que me prestes tu ropa— frotó su mejilla en el pecho de Emilio, cerrando sus ojos unos instantes, pidiendo indirectamente caricias en su cabello, las cuales pronto fueron concedidas. 

—Yo te adoro a tí— dijo peinando el llamativo cabello del omega apoyado en su pecho, era suave y sedoso. 

Unas estruendosas risas desde el salón interrumpieron la escena de la linda pareja. Joaquín frunció su nariz y aunque no quisiera, se separó del más alto, murmurando un pequeño "espera" y un "enciende la televisión, ya vuelvo" antes de desaparecer por la puerta. Emilio podía sentir un poco de celos de la amiga de su omega, pues ella era una alfa, vivía con su pequeño, sus instintos le hacían sentirse celoso de cualquier forma. Pero entendía la confianza que el menor depositaba en ella, había sido su única amiga toda la vida y además, según Joaquín le había dicho, ya había encontrado a su pareja destinada. 

Joaquín era suyo, y lo cuidaría con su vida entera. Daría todo de él para mantenerlo feliz a su lado.

80⭐️
Y tienen capítulos antes del miércoles

Pink/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora