010

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Emilio se encontraba sentado cuando sintió una extraña sensación en su pecho. Preocupación, miedo, pero aquellas emociones no eran suyas. Frunció su entrecejo sin entender y siguiendo sus instintos salió de la clase y caminó a paso rápido hasta la clase de su omega. Se sorprendió al ver las cosas en su lugar cuando todos los demás ya las habían recogido y se habían marchado. Se acercó a una chica y preguntó sobre el omega de aquel puesto, siendo la respuesta algo que confirmó las dudas que antes tenía. Esas emociones eran las de Joaquin, su cachorro estaba en problemas y le estaba pidiendo ayuda. 

Salió de la sala casi corriendo, siguiendo el rastro del aroma que el omega había dejado, era un poco débil pero lo podía sentir debido a su buen olfato. Aquel camino conducía hacia los baños y Emilio deseo con todas sus fuerzas haber hecho caso antes a aquellas sensaciones de su pecho. 

Antes de haber llegado siquiera a abrir la puerta pudo escuchar unos gruñidos y sentir el aroma de otro alfa en el lugar. Sus ojos transformándose de un fuerte color rojo, estaba enojado, su lobo tenía la necesidad de proteger a su omega hasta con su vida. Al entrar y sin siquiera fijarse quién era la otra persona, tomó el cuello de la camiseta y tiró de él otro chico hacia atrás, haciéndolo apartarse todo lo posible de lo que suponía que era la puerta donde su omega estaba. 

Se sorprendió un poco cuando vio el rostro de uno de sus mejores amigos, pero aquello solo aumentó su rabia. Alzó su puño y antes de que Alejandro llegara a reaccionar se encontraba en el piso y con la nariz sangrando. Le hubiera encantado hacer más, romperle todo el rostro por tan solo haber intentado abusar de su omega. Aprovechó el momento de distracción y se acercó a la puerta, dejando salir feromonas suaves para que el omega al otro lado le reconociera. 

—Cachorro, soy yo, Emilio— dio pequeños golpecitos en la puerta, escuchando suaves sollozos del lado contrario— tu alfa, bebé. Ya estoy aquí, abre la puerta para mí. 

Sintiendo su pecho encogerse pudo ver como la puerta le abría y al otro lado su omega estaba. Su carita llena de lágrimas, una de sus manos sostenía su abdomen, el rosado cabello se apegaba a su frente debido al sudor y a pesar de que todas esas feromonas llegaron a marearle, lo tomó en brazos con cuidado y susurrando palabras dulces salió del baño dirigiéndose a la enfermería. 

—Tranquilo, cachorro— las manos pequeñas del omega se aferraron a la camiseta del mayor, aún estaba asustado pero aquella fea sensación de miedo poco a poco se iba llendo. 

Al llegar a la enfermería lo sentó en la camilla y se mantuvo entre sus piernas, el omega había rodeado su cadera con sus muslos y no le permitía apartarse, aún siendo presa del miedo. La enfermera pronto llegó y le dedicó una sonrisa a ambos jóvenes antes de preguntarles qué había pasado. Le dio un supresor a Joaquin junto a un vasito de agua para que fuera más fácil tomar la pastilla. El alfa le devolvió el vasito sintiendo la mejilla del omega reposar en su pecho, ronroneando y esperando a que el incómodo dolor se fuera. 

—¿Tú le has encontrado en los baños? Me parece sorprendente lo mucho que has logrado controlar tus impulsos de alfa— habló la enfermera, viendo encantada la forma tan adorable del omega al momento de apegarse a su cuerpo. 

—Sí... yo lo sentí llamarme, sin siquiera un vínculo pude sentir sus emociones y no pude evitar salir a buscarlo. Cuando llegué había otro alfa, no lo logró tocar pero aún está asustado— la gran mano de Emilio viajó al pelito del omega y lo acarició mientras tanto hablaba. 

—¿Sabes que no se necesita de un vínculo para sentir las emociones cuando son pareja predestinada? 

Se asombró un poco después de escuchar la última palabra y guió su mirada de la enfermera al omega en sus brazos, el cual cada vez se adormecía más y más. Con ternura dejó un pequeño beso en su frentecita y volvió a alzarlo dispuesto a llevarlo a su departamento. 

—Gracias por la ayuda, buena tarde— a penas hizo una inclinación de cabeza salió con el omega en brazos todavía rumbo al estacionamiento, al ser horario de almuerzo no había demasiada gente en el lugar lo que agradecía demasiado— Minnie, mi amor. 

Llamó al omega meciendolo un poco para que este pudiera despertar del pequeño sueño en el cual había entrado. 

—Bebé necesito que estés despierto para que nos podamos ir a casa— Joaquin abrió uno de sus ojitos y suspirando bajó de los brazos de Emilio, esperando un tanto mareado a que el alfa le pusiera un casco y se subiera a la motocicleta. 

El viaje no duró mucho aunque sí fue un poco más largo de lo normal, el alfa quiso manejar esta vez con extremo cuidado por si el omega llegaba a aumentar de calor de repente, cosa que gracias al cielo no había sucedido si no hasta que se encontraron en el ascensor para llegar al departamento del omega. 

—Uhm, M-Mailo... —el alfa se tensó cuando sintió el dulce aroma del menor comenzar a abrumarlo. 

Las puertas se abrieron poco después y caminó a paso rápido hasta poder abrir la puerta del menor con las llaves de repuesto que hace unos días el menor le había dado. Entró y cerró la puerta, quitando sus zapatos en la entrada para después caminar hasta la habitación del omega, donde dejó al menor sentado en la cama. Un pequeño lloriqueo salió de los labios del bajito, sintiéndose incómodo al ya no estar en los brazos de su alfa. 

—Necesito que te quites los zapatos mientras llamo a tu amiga, por favor, amor. Sólo es quitar tus zapatitos— el omega asintió con las mejillas rojitas y esperó a que el alfa saliera de la habitación para mirar con disgusto sus zapatos. 

Él quería tener el cuerpo del alfa cerca de nuevo, no quería quitar sus zapatos. Nuevamente una oleada de calor le hizo soltar un suave chillidito, y con rapidez comenzó a quitar sus zapatos. Tardó un poco más del tiempo planeado pero por sin se libró de ellos, poco después también quitó su suéter y su pantalón siendo interrumpido al momento de quitar su camiseta por el alfa el cual estaba entrando con una pastilla y un vaso de agua en mano. 

La mirada del alfa recorrió el hermoso cuerpo de su omega, sus piernas lampiñas y blanquitas, muslos gorditos perfectos para apretar y ser azotados. Que se estuviera sacando la ropa no fue lo que lo logró sorprender del todo, si no una pequeña prenda en el cuerpo de su omega. Una braguita de encaje de color celeste pastel logró hacerle soltar una maldición casi en un gruñido. Dejó las cosas en la mesita de noche para evitar que el pelirosa terminara de desnudarte y le tomó de la cintura para atraerlo a su regazo. 

—Mi amor, alfa sólo dijo que quitaras tus zapatos— habló el mayor con voz ronca, dando pequeños besitos en las manos de su omega— ¿por qué le desobedeciste a Mailo, bebé? 

El omega guió su vista a los ojos del alfa y le miró con una mezcla de deseo, necesidad y cariño. Hundió su rostro ligeramente avergonzado en el cuello del pelinegro y jadeó bajito, sintiendo su entrada empaparse nuevamente ante la voz tan ronca del mayor. Lo necesitaba tan mal, necesitaba las manos del castaño recorrer su cuerpo, ayudarlo con el calor, lo deseaba tanto él como su omega. Por aquello mismo no resistió más sus impulsos y comenzó a moverse sobre el regazo del alfa, frotándose casi de forma descarada contra él.

Uh! 110⭐️

Pink/EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora