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La respiración le fallaba, de nuevo

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La respiración le fallaba, de nuevo.

Sus pulmones parecían ser del más horrible y barato cuero, rechazando el expandirse para que el oxígeno vital entrará por ellos, no es que no quisieran cooperar, si no que ya no podían.

Carmille Fitzroy estaba ya en sus últimos días.

Sus padres, cada uno al lado de su cama, le sonreían sinceros, con los ojos llenos de lágrimas, dichas que se escurrían por todo su rostro hasta caer al suelo de su habitacion.

Sus pieles antes blancas, con tonos saludables, estaban ahora totalmente rojas, y sus ojos poseían la característica inchazon del llanto, sus ojos brillaban solo por las tristes aguas en ellos, pero realmente se encontraban apagados.

La amaban, realmente amaban a su pequeña hija, y les destrozaba profundamente el hecho de que se estuviera marchando ante su vista, sin ser capaces de hacer algo para detenerlo.

Se sentían inútiles, como un adorno.

El propósito de ser padres, es cuidar a tus hijos, enseñarles y dejarlos crecer grandes y fuertes, pero para ellos les fue imposible, no pudieron lograrlo, fallando estrepitosamente.

No podían considerarse padres, por que habían matado a su pequeña, le habian dejado morir lentamente, sufriendo y perdiendo a cada día más la vida, dejando un fantasma de la pequeña mujer que ellos conocían.

Oh, su pequeña hija.

Pero no se derrumbarian frente suya, debían ser fuertes para que ella no sufriera más, preocupándose por ellos en vez de si misma.

Siempre que los veía tristes, dejaba todo lo que estuviera realizando, por más  importante que fuese, para ir con ellos y cuidarlos, darles amor y felicidad para quitar las caras largas, siendo una hija amorosa y atenta.

¿Por qué no pudieron hacer lo mismo con ella?

¿Por qué la estaban dejando morir?

Odiaban al mundo, por arrebatarles a su más grande tesoro, su primogénita.

Carmille era apenas una mujer de 19 años, una que por su condición no había podido siquiera hacer su debut en sociedad.

Ella era tan amable, era su sol.

Pero ahora se apagaba.

Su hija se estaba muriendo justo en frente de sus ojos.

Y no podían hacer nada para evitarlo.

Recorriendo el rencor a sí mismos y la desesperación a lo largo de sus venas, siendo totalmente consumidos por ellos, lo Odiaban, Odiaban esa sensación.

— Estoy bien — les interrumpió una voz debil y femenina, rasposa — Siempre estoy bien, ¿Entienden? Quiten esas caras largas.

Su frío tacto contra las cálidas manos de sus padres le hicieron recorrer un escalofrío en la espalda de los mayores, recordando esas palabras a la perfección, puesto que habían sido dichas múltiples veces.

FOR LIFE N' DEAD| JASPER HALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora