Introducción

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Hay varios médicos paseando por un gran hospital. Hay bastantes habitaciones selladas, y pasillos con pacientes bastante ancianos, con suero inyectado o silla de ruedas. La mayoría de médicos van con mascarillas y guantes. Otros van con libretas para apuntar. También se aprecia en sus batas tarjetas con sus nombres y una muestra dactilar bastante pequeña. La cámara enfoca detrás de un hombre de pelo rubio, de unos 40 años más o menos. Este va saludando a sus compañeros con la cabeza, hasta que sube a un ascensor y aprieta el botón conforme la planta se llama "aislamiento". Las puertas del ascensor se cierran tras eso.


De golpe, la escena cambia a una habitación solitaria, blanca y sin salida alguna. Una mujer bastante mayor está atada con una camiseta de fuerza. Tiene la cabeza baja, pero se distingue un pelo rubio con algunas canas, y una musculatura definida a pesar de posiblemente tener entre 50 o 60 años de edad. Seguido de eso, la escena cambia a la espalda de aquel doctor. Que va caminando por un pasillo donde se oyen golpes y gritos de diferentes personas. El hombre toma su tarjeta y la pasa por un lector de huellas que usan para abrir las puertas de los pacientes. A los pocos segundos, la puerta de una habitación se abre, y el doctor entra a la sala. Ahí, ve a la mujer atada y con la cabeza agachada.
 – Buenos días, señora Lovegood. – Dice con algo de entusiasmo. 

 La mujer alza la cabeza, dejándose ver. Tiene unas cuantas cicatrices en la cara, además de unos ojos azules hermosos. Su piel es blanca como la nieve y unos labios finos como el mismo hilo. Tal vez ahora no, pero se notó que en su tiempo fue una mujer muy bella y hermosa. El hombre le sonríe.

 – ¿Cómo lleva el aislamiento? – La mujer no responde hasta ver que el hombre se sienta en una silla. 

 – No sé que hago aquí encerrada... – Tras eso, ella se sienta en la otra silla. El doctor se queda mirandole, perplejo. 

 – Casi asesinas a tres enfermeros... con la camisa de fuerza puesta, y un tenedor en la boca. 

 Hay un gran silencio... 

 – Por eso, ¿que hago aquí? – El hombre suspira.
 – En fin... – Saca unas cuantas carpetas con papel y un boli, donde se dispone a apuntar. – Erika Lovegood. 55 años. Excombatiente del ejército. Huérfana, madre viuda... Tienes cargos por asesinato, robo a mano armada y has sido sospechosa de intentos a atentados terroristas. También has sido acusada de traición. ¿Hace falta que siga?(editado)


– ¿Que hay del soborno a un agente de alto cargo? ¿También aparece ahí? – Dijo la mujer con una sonrisa. De golpe, un silencio muy incómodo inundó la sala, y el joven médico empezó a mirar entre sus papeles con cara de preocupación. Rápidamente la mujer dijo con voz de extrañeza:

 – Era broma. 

 Seguido de eso, el hombre se acercó y dejó sus manos entrelazadas sobre la mesa, mirando a aquella mujer. En su mirada se distinguía el como intentaba ser comprensible y empático, pero es bastante difícil serlo en esta ocasión. 
 – Mañana va a ser condenada de muerte. Mañana también cumple 56 años. Yo estoy aquí por voluntad propia, no porque me lo hayan pedido. Te estoy dando una oportunidad de confesar todo lo que has hecho, y tal vez el juez sea capaz de reabrir tu caso o de organizar otro juicio para hablar de tu condena, pero necesito que me des algo con lo que jugar a tu favor, Erika.

 La mujer tan solo mira a un lado, desesperada en parte, dolida y aterrorizada por otro, pero la parte que solo dejaba ver, era de neutralidad, y paz. La mujer dió un salto en su silla y se inclinó hacia delante para ver los ojos de su acompañante. 

 – Haga lo que haga voy a morir sola, encerrada, y despreciada por el mundo. ¿Que derecho tienes tú en venir aquí y pedirme que te cuente toda mi historia? ¿Voy a viajar en el tiempo o algo así? ¡¿Van a tener piedad de mí?! – Dice aumentando cada vez más la voz.

 – Sí. – Dice sin más. Su rostro muestra naturalidad y compasión. Es por ello, que sigue hablando sin interrupción. – Es tu última oportunidad. 

 Tras varios segundos de silencio, y en una lucha interna en la mente de ambos sujetos, la paciente comienza a hablar.

Playa al atardecer (El inicio de Erika Lovegood)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora