Yo nací...

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Nací en Modesto – California. Tenía una familia pobre, y poco conocida. No éramos numerosos, y tampoco populares. En la familia estábamos yo, mi madre, mi padre y mi hermana pequeña. También teníamos un perro y va a ser importante en la historia. Bueno, nací y como cualquier familia, vivíamos como podíamos, con nuestros recursos y lo que podíamos conseguir. Mi madre era asistenta de una familia millonaria y mi padre era frutero. Al principio éramos... ¿felices? No lo tengo claro. Pero, no duró mucho. Ahora te explicaré porqué. –carraspea un poco y se retuerce-

 ¿Me quitas la cosa esta? ¿No? Bueno, pues nada. Cuándo cumplí los tres años, y mi hermana cumplió su primer año, mi padre fue despedido por "robos" inexplicables en el almacén. Bueno, historia aparte. Te haré un "spoiler"; fue mi madre. Tuvimos que mudarnos a... Una pequeña cabaña debajo de un puente de Modesto. En aquella cabaña ni siquiera había baño, solo una cocina y dos habitaciones. No voy a dar más detalles, solo imagínatelo. En fin, el sueldo de mi madre ya era una miseria y era posible que ni en esa casa viviéramos; pero como ya he dicho, no le importamos a nadie.


Tras la noticia... Mi madre se volvió una adicta al alcohol, las drogas, y las apuestas. Llegaba tras días enteros, a veces borracha, con magulladuras, y pocas ganas de vivir; tanto como las mías con 3 años.
La actitud de mi madre no cambió ni un poco durante los dos años siguientes. Tenía 5 años cuando mi madre me dió mi primera paliza. La recuerdo como si hubiera sido ayer: 

 – ¡No vales nada! ¡Tenerte de hija es malgastar dinero y comida! ¡Era mejor abortarte! – Siempre me decía ella... Lo primero con lo que me golpeó no fue una hostia, ni tampoco con el cinturón, una zapatilla... Fue con una gran piedra de hielo en la cabeza. En la zona hacia frío, pero lo peor es que no tiene nada que ver. ¿Sabes los cachos de hielo que se forman detrás del congelador? ¿O los cubitos de hielo enganchados entre ellos y hacen una bola enorme? Fue con eso. En la cabeza. Y luego de ese golpe, me caí y me di contra la silla del comedor. Fue la primera vez que mi madre puso una mano encima de mí; y no fue la última. ¿Alguien hizo algo? No. Y la razón; fue por miedo.


Yo aprovechaba, y me alejaba de mis obligaciones, a veces me escapaba con mi hermana pequeña y nos íbamos a jugar al parque que por aquel entonces teníamos prohibidos ir. Tampoco íbamos a la escuela; estudiábamos en casa. Yo aprendí a planchar y lavar la ropa a los 6 años. Cada vez, mi madre se ausentaba más, y cuando volvía se desquitaba con nosotras dos. 


Mi padre, asustado, aterrorizado y totalmente enamorado de su mujer, jamás hizo algo. ¿Recuerdas a mi perro? ¿El que mencioné antes? Él también recibía abusos. Un día, salí con mi hermana para huir de mi madre... Estuvimos 6 horas fuera, pensando que hacer, como salir de ahí, a quien acudir. Nadie iba a hacer caso a dos niñas vagabundas sin nada a cambio para agradecer. Eso pensaban dos niñas de 3 y 6 años. Así que, deseando que el infierno acabara, volvimos a casa con la esperanza de que ella no estaría allí. ¿Que sorpresa nos guardaba? No veíamos al perro corretear por nuestra vuelta. Nuestro padre tampoco estaba ahí, y mi madre, estaba bebiendo en la cocina. Me temía lo peor. Y se cumplió.
Lo vi en mi cama. Estaba ahí, el cuerpo de mi querida mascota, la única con la que me sentía bien, yacía entre las sábanas. No... No recuerdo bien como, ni porqué, pero desde ese momento. Desde ese jodido instante... Mi vida, dejó de tener sentido en cuanto me di cuenta de que desperdiciamos nuestra vida cada día que pasa.

Playa al atardecer (El inicio de Erika Lovegood)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora