Navidad

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Caía Nieve por todos lados y un peliblanco estaba sentado en una banca en un parque esperando a su amada novia.

Sabia que no lo podían ver con ella, así que se puso una bufanda que tapaba toda su cara para evitar ser descubierto.

La estaba esperando con ansias, no solo por verla si no porque se estaba muriendo de frío, hacerle ofrecido salir en estas fechas definitivamente era algo completamente descabellado.

Desde el festival seguían con su habitual rutina, o sea, evitar contacto físico. No sabia cuánto tiempo llevaba en abstinencia pero algo sí sabía, y es que desde que inició su vida sexual este era el periodo las largo.

-Tobirama-sensei- Pronuncio la voz más hermosa del mundo para el Senju.

-Hinata- Saludó

-Lamento la tardanza, la cena con padre se alargó y se fue a dormir- Explico ella algo apenada, realmente había llegado tarde y hacía mucho frío.

Pensaron en ir a comer a algún lado pero como era usual, varios alumnos andaban caminando por ahí y hoy por ser día festivo habían más que lo normal.

No podía comer con esa bufanda puesta, corría peligro que lo descubrieran y toda su carrera se fuera a la basura.

-Hina, no hay lugares disponibles- Dijo tocándole la cabeza.

La Hyuga se puso un poco triste, sentía que era su culpa por llegar tan tarde y claramente Tobirama lo noto.

-Ven conmigo- La tomo del brazo y la llevo a la ventana de una panadería y pidió 2 rollos de canela y partieron de ahí a su auto.

Adentro la ojiluna lo miro mientras conducía y quedó embobada al notar por milésima vez la belleza en él.

-Llegamos- Dijo estacionando el auto en un parqueo subterráneo y entraron a un elevador.

-T-Tobirama-sensei... ¿vamos a su casa?- Preguntó completamente avergonzada y él solo asintió recostandose en una de las paredes de ese estrecho lugar.

Subieron hasta el último piso y el sensei la guió hasta su hogar, dulce hogar.

Le permitió pasar primero y la llevo hasta la cocina y se sentó en la mesa, mientras Tobirama prendió la maquina de café.

-Lindo apartamanto- Dijo la ojiluna fascinada mirando el lugar.

-"Que bien, porque dentro de 2 años también será tuyo"- Pensó mientras miraba como escurría el café.

Se sentó junto a ella y le dio la taza de café.

-¿Quieres leche, azúcar,crema?- Preguntó pasándole todos los implementos.

Ella dio las gracias y se sirvió mucha leche, mucha crema y mucha azúcar.

-¿Quieres morir de diabetes?- Dijo mirando el espectáculo horrorizado, esa chiquilla había arruinado un hermoso café.

-Siempre lo tomo así- Explicó haciendo un puchero.

-Eso junto a los rollos es una bomba de azúcar- Apuntó ambos elementos.

-No va a pasar nada, ya me acostumbré- Tomo un largo sorbo a su taza de muñeco de nieve.

No le dieron más vueltas al asunto y mientras comían y charlaban muchas risas se hacían presentes, la ojiluna no podía dejar de admirar la hermosa sonrisa de su sensei.

-¿Quieres verlo?- Pregunto mirándola fijamente luego de comer.

-¿V-v-ver qué?- Replicó con la cara roja. Era demasiado repentino, debió imaginarlo. Había escuchado de sus amigas que cuando un hombre te invitaba a su casa era para eso.

-¿En qué piensas? Pervertida- Sonrió de medio lado y se acerco a ella poniéndola aún más nerviosa.

-El apartamento, tonta- Le deposito un suave beso en la frente, la tomo de la mano y le mostró cada uno de los rincones, se tenía que ir familiarizando.

Llegaron a la sala y la azabache corrió a un balcón que estaba detrás de los sillones.

-Se ve toda la ciudad- Se emocionó al ver el hermoso paisaje de la ciudad a oscuras.

-Acercate más, se ve mejor- Apuntó la baranda, ya que, notó que la ojiperla no se había acercado a la orilla.

-Etto... me da miedo- Dijo jugando con sus dedos.

Él la acercó a la orilla y rápidamente la tomo de la cintura, quedando a una distancia considerable de su parte trasera.

-Desde aquí seguro puedo ver mi casa- Dijo emocionada, hasta que el piso se movió un poco y se pego al peliblanco como sí su vida dependiera de ello.

-Lo siento señorita y Senju-San, estamos limpiando ventanas- Explicó un joven unos pisos arriba en uno de esos aparatos para limpiar ventanas, parece que eso se movió un poco en el momento que ese hombre se quiso bajar.

-Hinata, no pasa nada, solo era el joven- Le dio un beso en la frente para que estuviera segura.

-Me asusté- Se quedo perdido en su rostro sonrojado, se miraba realmente hermosa.

No pudo resistir y le tomo una mejilla haciéndola mirarlo de frente y suavemente la beso despacio y con mucho amor.

Sus labios eran cálidos a pesar del frío y aunque tenía que agachar varios centímetros su cabeza para alcanzarla quería quedarse así toda la vida.

La pego más a él y la besó aún más profundo y con más pasión, sabía que no tenía que hacerlo pero su cuerpo reaccionaba solo.

Llevo sus manos a los glúteos y ligeramente los apretó, sacándole un suspiro a la pequeña frente a él. Se sintió tan bien, eran redondas y de un tamaño envidiable, se preguntaba como sería estar entre ellos.

¡No! No debía pensar en esas cosas, siguió besandola mientras intentaba pensar en la Biblia. A ver, un capítulo que hable de castidad, piensa piensa piens. Pero que absurdo, él la castidad ya la había mandado al carajo hace mucho.

No supo en que momento termino masajeando uno de los senos de su novia, que ahogaba sus gemidos en ese demandate beso.

La llevó al sillón que tenía en el balcón para presenciar la vista pero, ¿quién dijo que no servia para otras cosas?

La acostó despacio sin dejar de besarla y sin dejar ese hermoso y suave seno.

-T-Tobirama Ah!- Gimio al sentir algo duro entre sus piernas. Era vírgen pero sabia perfectamente lo que era.

El peliblanco comenzó a simular embestidas, sacándola de todo tipo de cordura, se sentía tan bien y ni siquiera lo estaban haciendo en realidad.

-Si gimes así ahora, no me imaginó cuando la tengas dentro- Dijo el Senju lamiendo su cuello.

Era verdad estaba gimiendo tanto que había olvidado que estaban en un balcón.

Toc toc

La besó un poco más y salió con pereza a abrir la puerta.

-¡Tobiramita!-

-Callate-

-Respetame- Dijo simulando tristeza.

-Tsk-

-¿Interrumpo tu siesta?- Preguntó divertido para luego mirar una chica que los miraba del balcón con los labios hinchados.

-¿Hyuga? Ya veo, claro que interrumpo- Solto una carcajada. Ya entendió porque su hermano menor estaba molesto.

Ética profesionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora