vacaciones II

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diciembre, 2040

—Señora, creo que no me está entendiendo-

—La estoy entendiendo perfectamente. —interrumpió Miriam. —La que no lo está entendiendo es usted; sólo llegamos diez minutos tarde y está noche nos vamos de vacaciones.

—Ya, pero-

—Pero nada. —la gallega la cortó de nuevo. —Haga lo que tenga que hacer, pero no nos vamos a ir de aquí sin el maldito pasaporte.

—Mami... —murmuró Alaia completamente avergonzada.

—Vale, voy a ver si es posible que se lo hagan ahora. —dijo la chica, levantándose de la silla y saliendo de detrás del mostrador.

—¿No podrías haber sido más simpática? —masculló Alaia pasándose una mano por el pelo. No era la primera vez que había visto a su madre así de estresada, pero eso no quería decir que se había acostumbrado.

—Lo siento, cariño, pero como no te hagas el pasaporte ya no te van a dejar viajar, y ya sabes la ilusión que le hace a mamá. —explicó, respirando hondo para calmar sus nervios. Miró la hora en el móvil y bufó, viendo que el tiempo se les echaba encima.

—Bueno, y a ti... —contestó la chica sonriente.

—Y a ti, lista. —chistó Miriam divertida dejando un beso en su pelo.

—Disculpen... —la morena que antes estaba en el mostrador volvió a su puesto, un poco intimidada ante la mirada de la gallega. —Pueden pasar, mesa número dos. —les indicó con amabilidad.

—Gracias. —dijeron las rubias a la vez. —Y lo siento. —añadió Miriam antes de pasar con su hija. Dejó que la niña fuera sola cuando su móvil comenzó a sonar, y decidió quedarse en unos asientos que había allí colocados a esperarla.

Sacó el teléfono y suspiró cuando vio que quien la llamaba era su mujer.

—¿Mimi?

—Reina, ya estoy en casa. —dijo la granadina respirando agitada.

—¿Tanto tardaron en sacarte del ascensor?

—Sí, he llegao hace cinco minutos, pero ya estoy haciendo mi maleta. —explicó con prisa. —La niña me ha dicho que solo le quedan dos paradas pa llegar, que hoy tenía clase hasta las doce porque un profesor se ha puesto malo y ha cogido el bus.

—Vale, perfecto. —asintió Miriam mientras su cabeza funcionaba a mil por hora, pensando en cómo iban a hacerlo todo. —Están haciéndole el pasaporte a la peque, en cuanto salga vamos para allá.

—¿No vas a llevarla otra vez al colegio?

—Qué más da, porque se pierda una clase... Además, es el último día.

—Vale, dime que voy haciendo de lo tuyo. —pidió Mimi un poco agobiada, sabiendo cómo era su mujer con sus cosas y eso de tenerlas siempre ordenadas. —Te he metío las cosas de aseo en el neceser, ¿vale?

—Gracias, Mimita. —la gallega suspiró más tranquila y asintió. —Puedes ir sacando la ropa y dejándola en la cama, que ahora cuando yo llegue la guardo en mi maleta. Acaba la tuya, ¿sí?

—Vale, mi amor. Ahora nos vemos, te quiero.

—Y yo.

Miriam se guardó el móvil en el bolso y se dedicó a esperar a su hija mientras su pierna se movía frenéticamente de arriba a abajo. Alaia no tardó mucho más, para alivio de su madre, y ambas caminaron con rapidez hasta el coche.

¿qué hacemos?  //  miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora