[3] Durmiendo con el enemigo

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Oh, Dios mío, ¿qué he hecho?

Ese fue el primer pensamiento de Clarisse al despertar abrazada al lado de su pesadilla andante.

Imagínense la escena conmigo, ¿vale?

Clarisse, quien no ha visto a su ex desde que la destruyó hace años, se acostó con él apenas lo vio no una, ni dos, ni siquiera tres veces, sino vaaaarias veces.

¿Recuerdan que hablaron y terminaron enrollandose? Bueno, eso fue el domingo por la noche.

Al despertar, Cler lo botó de su casa, y cuál perro arrepentido, Kane volvió por la noche, hablaron, y lo volvieron hacer.

El lunes pasó lo mismo.

El martes pasó lo mismo.

Y ahora miércoles, bueno, el día parece prometedor, y al parecer el ciclo se va a repetir, pues ya es de mañana y ambos están desnudos en la cama de Clarisse...

Que tétrico...

Y bueno, aquí viene la vergüenza post-acostón.

Intentó salirse de la cama, para vestirse al menos, pero los fuertes brazos de Kane le impidieron la idea.

—Buenos días, hermosa. —saludó aún con los ojos cerrados y una alegría que no recordaba. —¿Cómo amaneció el ser más hermoso? —besó su cabeza.

—Llena de vergüenza. —murmuró. —Necesito que te vayas. —habló más fuerte. —Me iría yo, pero esta es mi casa. —al estar de espaldas contra él, de alguna manera se le hizo más fácil el botarlo.

Jeff frunció el ceño.

—Pero...

—Pero nada. —no se movió un centímetro. —Toma tus cosas y lárgate, esto jamás debió pasar.

Siempre dice lo mismo...

Dejando la confusión y dándole paso a la indignación, Jeff se paró sin decir nada, se vistió sin decir nada, y salió de la casa sin decir nada.

El pobre hombre se está cansando de ser un simple acostón.

Solo cuando escuchó la puerta, Cler pudo respirar en paz.

—¡AAAAAHHHHH! —gritó llena de frustración tapándose la cara con una almohada. —¡Qué estúpida que eres, Clarisse Coleman! ¡¿Dormir con él?! ¿Es que acaso ya te has olvidado lo que te hizo? ¡Mierda! ¡Piensa antes de hacer algo!

Con ira se levantó de la cama y se dirigió al baño. Al salir luego de media hora, aún molesta pero más limpia, pisando fuerte fue directo al armario a sacar tres maletas guardadas.

Al meditar, aún con cólera, llegó a la conclusión de que no quería estar en su casa por un mes por miedo a que Jeff vuelva y ella corra a sus brazos, por lo que agarraría lo que pueda e iría corriendo a hospedarse dónde su hermana.

En su mente, es completamente lógico ir a esconderse bajo la falda de su hermana mayor.

Bueno, ¿qué se podría esperar de la menor de los Coleman, la consentida?

Los minutos seguían avanzando cuando ella logró cerrar la última maleta y colocarlo cerca a la puerta.

Refunfuñó cuando notó que todavía estaba en bata y volvió por algo que ponerse mientras llamaba a su hermana.

¿Aló? —contestó al primer timbre.

—Norma, necesito que me des alojamiento, de un mes a un año. —exageró.

El guión de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora