¿Hasta dónde llegan las personas por amor?
Bueno, Amanda, en un intento por "proteger" a su hijo de las garras de la inaceptable de Elizabeth, creó todo un plan para interrumpir su fin de semana, pues pensó que... no, de hecho, no tengo ni idea de lo que pensó...
Gente loca...
Diego, el esposo de Amanda, fue hasta el lugar siguiendo a su esposa para detener cualquier acto maligno que pudo haber planeado.
Sunny fue invitada al lugar.
Freddy fue invitado al lugar.
Ariel fue invitada al lugar, pero por Amanda.
Y Jeff simplemente se coló a la fiesta.
—Tú... —gruñó Liam mirando a su hermana, Sunny.
—¡No me mates! —se escondió tras Freddy.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó lentamente Clarisse, enfatizando cada palabra, mirando a su ex.
El joven, quién estaba apoyado en la puerta cerrada de su carro con sus lentes negros puestos, se enderezó en cuanto escuchó que lo había mencionado.
—Yo lo invité. —dijo Amanda, tan fresca cual lechuga. —Quiero decir, invité a Ariel, y ella trajo al joven Kane.
Si bien toda la familia Geller adoran a Elizabeth y la adoptaron como parte de su familia, no solo lo hicieron con ella, sino también con James y Clarisse, por lo que se podía decir que la pelinegra "creció", de cierta manera, con los Geller, forjando así una relación sólida.
Obviamente eso no justifica las ganas que tiene Clarisse de arrollar a Amanda con un auto.
—¿Por qué todos están aquí? —preguntó James, confundido.
Se oyó a Liam suspirar.
—Y-yo... —comenzó diciendo Sunny incómoda. —tenía planeado venir con Freddy, pero no quería dejar sola a mamá, y para cuando me di cuenta, todos estábamos en el auto. —mintió.
Lo que quiso decir la más joven de los Geller es: Mi mamá me amenazó con mandarme a un convento si no los traía. Pero al final se mordió la lengua y colocó su mejor sonrisa de disculpas.
—Podemos quedarnos, ¿cierto? —continuó Sunny.
Todos posaron sus miradas en Clarisse, quién aún no sale de su asombro, por alguna razón, su mirada cayó sobre el hombre con lentes de sol, y sin esperarlo, este se los quitó, quedando en una batalla que solo acabó al sentir que el brazo de James rodear sus hombros y pegarla de manera protectora hacia él.
—Haremos lo que tú decidas. —le susurró.
Luego de pensarlo un segundo, aceptó.
—Sí. —asintió forzando una sonrisa. —Pueden quedarse.
Sin decir más, todos bajaron su equipaje de los autos y entraron a la cabaña.
Más que una cabaña, parecía una mini mansión hecha de madera, pues todo el lugar es simplemente perfecto. Con dos pisos y ambientes amplios, aquel lugarcito apartado de todo fue la primera adquisición de las amigas. Lo compraron cuando estaban en la universidad, y no fueron solo las dos. Aquel lugar fue comprado entre 12 personas, antiguos compañeros de las muchachas para servir de residencia.
Cuando acabaron la universidad, todos se distanciaron y la casa quedó desolada, aún así, las dos amigas le guardaron un valor sentimental especial, por lo que al alcanzar una suma considerable, les compraron sus respectivas partes, y comenzaron a alquilar el lugar por temporadas, de esa manera seguiría siendo cuidada y recuperarían lo invertido.