Phoenix Queen

Rocadragón

Sansa se encontraba en su dormitorio, mirándose en el espejo para poder trenzarse el pelo, estaba algo ansiosa por que llegase de una vez la hora para reunirse con los demás señores del Norte y anunciarles su partida a Rocadragón. Sabía perfectamente que los norteños no aceptarían tan fácilmente la partida de su reina, pero esta partida es imprescindible si quieren tener al menos la posibilidad de sobrevivir.

Tienes toda la razón, querida Sansa.- Sansa frunció el ceño mirando su reflejo en el espejo, el cual cambió a una Sansa con los ojos naranja rojizo, parecido al fuego, con unas leves grietas en el rostro con ese mismo.

-¿Quién eres tú?- Miró fijamente el reflejo esperando que desapareciera en algún momento y la dejase pensar que todo había sido obra de su imaginación.

Antes me llamaba Jean pero ahora soy tú, soy el poder que ahora reside en tu cuerpo. Un poder que tuve yo antes que tú, un poder que puedes utilizar para eliminar a tu enemigos, pero debes aprender a controlarlo. Yo te enseñaré a hacerlo.

Sansa tragó saliva viendo a su reflejo mirarla fijamente con una sonrisa un poco espeluznante pero a la vez tranquilizadora.

- Entonces esa pesadilla no era solo una pesadilla, ¿verdad?.. -Suspiró mirando sus manos un momento antes de levantar la vista, asintiendo hacia su reflejo, sorprendida al no sentir ningún miedo.- Bien, quiero que me enseñes a utilizar mis poderes.

Jean sonrió suavemente asintiendo.- Tranquila, no harás nada malo a menos que tu quieras, te enseñaré a mantener en secreto tus poderes y saber controlarlos, a menos de que quieras enseñárselo a alguien, pero te aconsejo que de momento te los guardes para ti.

- Tranquila, de momento solo nosotras sabremos de estos poderes, tengo la sensación de que me servirán de mucho... -Sansa sintió una sonrisa tirar de sus labios mientras terminaba de trenzar su cabello.- Pero ahora debo hablar con los señores del Norte.

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Todos se inclinaron cuando Sansa entró en el comedor, sentándose en su sitio con Jon a su lado y Brienne detrás suya.

- Buenos días a todos, sé que esta reunión ha sido muy precipitada pero debo informaros de algo de extrema importancia.- Sansa suspiró suavemente levantándose, enseñando dos cartas.-

- Apenas esta mañana me han llegado dos cartas, uno es de un antiguo miembro de la Guardia de la Noche, Samwell Tarly. Nos informa que hay una cueva completa de vidriagón en Rocadragón y como os hemos informado, los caminantes blancos pueden morir con vidriagón.

Todos asintieron mirando fijamente a su reina.

¿A dónde quiere llegar, mi reina? Simplemente envíe unos cuantos soldados a minar esa cueva para poder recoger todo el vidriagón posible y hacer armas lo antes posible.- Lord Glover habló inclinado la cabeza con respeto cuando terminó.- Sé que podría hacerlo, mi señor, pero es algo más complicado que eso.

Sansa cogió una de las cartas, la más pequeña de ellas.

- Aparte de la carta de Samwell Tarly, también me llegó una carta de Lord Tyrion Lannister, me invita a la isla de Rocadragón a ver a su preciada Reina Dragón, Daenerys Targaryen. Todos sabemos para que quieren que vaya allí, doblar la rodilla o morir, el único problema es que nuestra única opción es que vaya a negociar con esta reina Dragón.

Ni siquiera pasó un escaso segundo antes de que el comedor entero estallara en gritos y quejas.

- No puedes irte, mi reina. ¡Eres la reina en el Norte y debes de estar en el Norte! -Lyanna replicó mirando a Sansa mientras todos los demás señores la seguían.- Lo sé, Lady Mormont, yo más que nadie odio volver a dejar mi hogar, pero debo hacerlo, como mi deber de reina para con mis reinos y para con mi deber en esta guerra. Si queremos tener una posibilidad de ganar contra el Rey de la Noche, necesitamos negociar con Daenerys Targaryen.