Un nuevo día

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Sungchan estaba feliz.

No malinterpreten. Ayer estuvo todo lo que resto de día completamente triste y solito. Después de lo que sucedió con Shotaro y que los enfermeros (entre esos la señorita Yang) se lo llevarán, la hora de juego termino de inmediato y cada niño fue enviado a su habitación. Igual ninguno se quejó, porque después de lo que había pasado, el ambiente estaba tan pesado y gris que ninguno de los niños quiso seguir jugando o conversando.

Anoche Sungchan se hizo bolita en su sábanas de hospital mirando hacia la única otra cama que estaba en la habitación, justo frente a la suya, que usualmente era ocupada por su mejor amigo y su peluche, pero que esa noche estaba sola y con las blancas sábanas perfectamente tendidas. No era la primera vez que debía dormir solo. Ya Shotaro se había ausentado a su pijamada diaria algunas veces. Aunque era la primera vez que el niño pudo ver la razón por la que su amigo se debía ausentar.

Usualmente después de la hora de juego la señorita Yang se lo llevaba por las blancas puertas dobles que tenían un cartel colgado, que según podía entender (con ayuda de sus hyungs) decía que solo podían entrar los doctores, los enfermeros, los niños que iban con ellos y algunas veces, y las más temidas, los padres de estos niños. Era bien sabido por todos los infantes de ese piso que si algún niño entraba ahí con sus padres, no lo volvían a ver entre ellos.

Pero para alivio de Sungchan, su amigo siempre entraba solo con los enfermeros, pasaba la noche tras esas puertas y después todo volvía a la normalidad cuando lo veía de nuevo en el salón de juegos.

Ese día el menor no podía esperar porque se hiciera la hora de jugar. Toda la mañana en su habitación se le hizo eterna. A la hora de almorzar ignoró los consejos de su mami y comió tan rápido como pudo, incluso si después le dolía la pancita. Mientras veía las caricaturas en el televisor que se encontraba frente a su cama, sus ojos vagaban cada cinco minutos hasta el reloj que tenia en su mesita, esperando emocionado a que dieran las tres.

A penas el reloj le mostró ese número tan esperado salto de su camita con emoción, parándose frente a la puerta y esperando que pasara el enfermero que le avisaba todos los días que ya podían salir a jugar.

— Sungchan, ya es hora de juego. Puedes... —apenas la puerta frente a él fue abierta no dejo tiempo a que el adulto terminará de hablar cuando ya había empezado a correr por el largo pasillo blanco. Mientras corría podía escuchar como las puertas de las demás habitaciones eran abiertas y justo frente a él salian sus hyungs, Hendery y Xiaojun. El menor no pudo frenar a tiempo provocando que cayera arriba de sus mayores.

— Ten cuidado, Sungchan.

— Si, podrías lastimarte o a alguien más —lo reprendió Xiaojun mientras se levantaban los tres del piso.

— Lo siento, hyung. —el pequeño hizo una apresurada y adorable reverencia en señal de disculpa a sus mayores.

— ¿Por qué ibas tan deprisa?

— ¡Lo siento, me debo ir! —el pequeño al darse cuenta que sus mayores buscaban entablar una conversación empezó a dar cortos pasos alejándose de ellos. No tenía tiempo que perder—. Shotaro hyung está esperando por mi ¡Es hora de juego! —Sungchan comenzó a correr de nuevo hacia el salón de juegos, desesperado por poder ver a su mejor amigo después de lo de ayer.

— ¡Shotaro hyung! —a penas entro a la sala comenzó a buscar a su mayor con la mirada. Grande fue su decepción al darse cuenta que era el primero en llegar. Shotaro siempre era el primero ahí, esperando por el, después de cada vez que que era llevado tras las blancas puertas dobles. Pero tal vez hoy llegaría un poco más tarde. Esperaría por el.

El niño se sentó en el piso junto a la entrada, donde esperaría a que su mayor pasara por la puerta y así poder recibirlo con un abrazo.

Los demás niños fueron entrando conversando entre ellos. También se sorprendieron al no ver a Shotaro allí y aún más cuando vieron como Sungchan se encontraba sentado a lado de la puerta, pero solamente le sonrieron para después cada uno dispersarse por el lugar. Algunos jugaban, algunos comían galletas y en el caso de los más grandes se sentaban a hablar mientras dibujaban. Invitaron continuamente a Sungchan a jugar con ellos, incluso Haechan le ofreció de sus galletas de queso, pero el niño se encontraba fiel a su tarea de esperar por su amigo.

A las 4 le dieron ganas de hacer pis, así que se paró rápidamente de su puesto, solo para regresar igual de rápido 5 minutos después, viendo que nada había cambiado.

A las 5 le dio hambre y tenía ganas de ir a pedirle un bocadillo a alguno de los enfermeros, pero ya no quería dejar su puesto.

A las 6 uno de los enfermeros anunció que la hora de jugar estaba a punto de acabar y todos los niños empezaron a recoger lo que habían utilizado.

A las 7 Sungchan ya estaba en su habitación. De nuevo solito. Preguntándose porque su amigo no había aparecido hoy y con un dolor creciente en su estómago que no lo dejo dormir bien.

𝑷𝒍𝒂𝒚𝒕𝒊𝒎𝒆;; 𝑵𝑪𝑻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora